La desigualdad combinada entre países y sociedades altamente industrializadas y las menos ind. es notoria y sistemática, es ínsita al modo de producción capitalista que baña al planeta.
Sobre esa realidad no hallamos con países naturalmente dotados de riquezas útiles al progreso de todos sin distingos de ninguna otra índole diferente al grado de desarrollo tecnológico. Sólo países altamente tecnificados necesitan abundante hierro, Cu y otros elementos y sustancias ligados a la mecanización y confort modernos. Estos últimos son del otro tipo.
Nos hallamos con países pletóricos de gentes con muy baja productividad listas para su empleo como obreros rasos, bajos salarios y/o marginación forzosa e irreflexiva. El lumpen y el asalariado permanentemente pobre derivan y se engendran en este tipo de sociedad.
Encontramos países con una mano de obra de primerísima calidad y con numerosos técnicos y científicos, no menos asalariados pero muy bien remunerados y difícilmente marginables. Por lo general sus trenes burocráticos de baja corruptividad y sus servicios públicos son satisfactorios.
Nos enfrentamos con Estados “armados hasta los dientes”, con misiles y dispositivos bélicos nucleares, bioquímicos y teledirigibles. Y nos hallamos con países económicamente limitados a la compra de armas ya obsoletas y de menor competencia defensiva y ofensiva irreflexivamente comprada a los países mejor dotados de estas mercancías.
Ambos, los Estados predotados de mucha riqueza, potencialmente útil para terceros, y los Estados que necesitan esa riqueza, forman la pareja mundial del Estado Moderno.
Este Estado moderno reviste, pues, dos modalidades básicas:
1.- Los Estados que son Fuente de capital, y 2.- aquellos que como instituciones políticas son verdaderos Protectores y defensores del capital acumuladamente poseído por los industriales más importantes de su sociedad. Su burocracia garantiza el confort alcanzado y la propiedad privada.
Pero hay más: muchos Estados sólo sirven para crear y multiplicar problemas sociales, y para cobrar impuestos y trasegarlos a pseudoempresarios o vividores del Fisco nacional propio de esos Estados que se alimentan de las riquezas naturales que ya citamos más arriba.
Esos Estados dotados de riqueza natural también sirven para alimentar y dotar de Capital a los burócratas de alto rango que en ventajista rebatiña llegan al poder con anuencia de aquellos vividores y de los gobernantes e industriales de los Estados protectores del capital.
Cuando caemos en la cuenta de semejantes diferencias estatales no podemos menos que cuestionar el Estado usado como fuente de capital, sin alabar ni desear al Estado protector de capital porque este suele alimentarse de aquél para garantizar el sostenimiento y crecimiento de su propio desarrollo industrial y del confort ciudadano ya alcanzado y mejorable.