Tiuna, así llamamos algunos camaradas al viejo Robert Giménez, habitante de la ciudad de Barquisimeto, estado Lara. El viejo Tiuna, desde muy temprana edad comenzó a incursionar en las filas revolucionarias y jamás se ha aislado ni salido de ellas. Pero mucho más que narrar algunos rasgos de su biografía es imprescindible partir que es un ser humano extraordinario cuya vida se la ha dedicado a la mejor de todas las causas sociales conocidas por el género humano hasta el sol de hoy: la conquista del socialismo. Ya viejo comenzó a vivir prácticamente de la mendicidad esperando con ansia la llegada de su pensión de la institución en la cual laboró durante años o la del Seguro Social, con el cual cumplió todas las cuotas requeridas para disfrutarlo desde hace años. Ni lo uno ni lo otro, aun cuando desde hace tiempo el Presidente Chávez ordenó darle solución satisfactoria a todos esos casos independiente de posiciones políticas, colores o credos.
El viejo Tiuna entró, desde hace algunos años, en estado de miseria social, teniendo que montar cacería para “robarse” el agua y la luz viviendo en una casa que casi el techo se le viene encima, deteriorada por dentro y por fuera no apta para habitarle con las elementales normas de la seguridad. Y en esas condiciones se le vino encima, cercándolo y acosándolo, una suma de desgracias o tragedias familiares que comenzaron a golpear, arriba y abajo y por los costados, el cuerpo y el alma del viejo Tiuna. Comenzó con una hija que fue asesinada salvajemente a golpes por un marido furioso, irracional y vengativo sin causa. Desde ese momento el viejo Tiuna empezó a concentrar casi todo su pensamiento en una especie de dolor que le imponía la tristeza mezclada con la impotencia y eso, lo rodeó de un extraño modo de frustración no en su ideal –que ha continuado profesando incólumemente- sino en la esperanza de la justicia judicial.
Luego se inició una continuidad de tragedias que alargaron su dolor, su tristeza y una especie de indescifrable drama se le metió en la cabeza afectándole toda su alma y casi todo su cuerpo. Le mataron un hijo a su compañera que no nos ocuparemos ni de analizar ni de mencionar la razón o el motivo por el cual aconteció; después se murió el padre de su compañera de una enfermedad terminal; al poco tiempo igual suerte corrió un hijo menor de su compañera; y a los pocos meses a su compañera se le detecta leucemia. Todas esas realidades formaron un cuadro dantesco que asumido por el viejo Tiuna terminaron por arrastrarlo a sentirlo como si él mismo lo estuviese padeciendo en cuerpo y alma. Muy grande y ancho el corazón del viejo Tiuna para ser indiferente a tantas tragedias continuadas.
Al cabo de unos pocos meses, de tanto creer que él también estaba padeciendo los rigores de una enfermedad terminal, el viejo Tiuna sufrió un acv que ameritó su hospitalización. Quedó, sin duda, un tanto afectado aunque con cierta probabilidad de recuperarse sujetándose estrictamente a los dictámenes de la ciencia y, especialmente, médica. En ese momento brotó un oleaje de solidaridad de camaradas hacia el viejo Tiuna que diariamente se turnaban para atenderle en su rancho. Había que cuidarlo como lo hacen unos padres con un niño que no está en capacidad de defenderse por sí mismo. A los días los camaradas que le atendían notaron que el viejo Tiuna había entrado en un período de elucubraciones, de incoherencias, pero jamás dejaba de hablar de camaradas y de revolución. Hubo necesidad de amarrarlo para que no se despojara, con violencia, de los instrumentos que la ciencia médica recomendaba para su tratamiento.
Los camaradas comenzaron, desesperadamente, a realizar gestiones para trasladarlo a Caracas. Ciertamente, tuve conocimiento y justo reconocerlo, el camarada Tito, la camarada Jeimi y unos militares amigos del viejo Tiuna y activos partidarios del proceso revolucionario que vive Venezuela, hicieron gestiones para garantizarle una hospitalización en una institución con toda la capacidad científica y logística para atender ese género de enfermedad. No hubo, desconozco las razones y no debo ocuparme de ellas por respeto a esa potestad, un acuerdo familiar para dar la orden de traslado. Lo cierto es que vino nuevamente una acv más grave y atacó sin misericordia al ya deteriorado física y mentalmente viejo Tiuna. Medio y un poco más de cerebro muerto, visión perdida, capacidad para reconocer a las personas casi nula y, lo peor de todo, es que entró en una fase de no vuelta atrás, irreversible, donde la más avanzada ciencia o tecnología nada puede hacer en su favor. El viejo Tiuna, ¡maldito sea!, está muerto en vida con una demencia senil temprana e imbatible para la ciencia en este tiempo. Duele, duele muchísimo, ver al viejo Tiuna tendido en una cama haciendo gestos completamente perdidos de la conciencia y, peor aún, cuando se sabe que ya nunca más la recuperará. Hubiera sido preferible, mil veces y más, que esa repugnante enfermedad se lo hubiese llevado de un solo trancazo que someterlo a vivir vegetativo durante algunos años o meses sin que nadie pueda garantizarle la vuelta de la salud, porque, hasta ahora, no hay ciencia capaz de asumir la responsabilidad de aplicar la fórmula de devolverle a un cerebro muerto todas y cada una de sus anteriores cualidades o facultades vivas afectadas por la acv.
No estamos implorando mendicidad con lo que acá decimos. Simplemente exponemos, si el Presidente por alguna casualidad llega a enterarse del caso irreversible del viejo Tiuna, que tome carta en el asunto y disponga que el Ministerio Popular de la Vivienda, le otorgue una casa –con urgencia- a su compañera para que pueda dejársela en buen estado a su hijo menor, a Roberche, y que éste tenga asegurado un techo digno para cuando llegue a ser adulto y pueda formar una familia sin tener que desesperarse en búsqueda de vivienda. Y, al mismo tiempo, que el Seguro Social y la institución a la que le prestó sus servicios, pongan en una cuenta bancaria -a nombre de ese niño- lo que le corresponde al viejo Tiuna por su pensión que nunca le ha sido cancelada, de manera que al cumplir la mayoría de edad la pueda utilizar para sus estudios o en provecho de su vida y de su propia familia. Ya nada, absolutamente nada, puede hacer el viejo Tiuna ni con casa ni con su pensión. Si el monto, en dinero, de una casa y todo cuanto se le debe al viejo Tiuna, sirviera para devolverle su salud, no habría ninguna necesidad de recurrir a ello, porque centenares de camaradas, sin que les pese en nada, inventarían mil y más actividades para recoger esa cantidad y ponerla a completa disposición de la salud del camarada. Por lo demás, el viejo Tiuna ha sido extraordinariamente bien atendido en un CDI de la ciudad de Barquisimeto, tratado por especialistas cubanos que han puesto todo su empeño devolviéndole salud venciendo otras enfermedades que atacan un organismo aprovechando las debilidades físicas y mentales que genera una acv. Más con esto no estamos negando que de haber sido venezolanos o de otra nacionalidad los especialistas igual empeño hubiesen puesto en atenderlo y en tratarlo científicamente.
Por si alguna institución del Estado –especialmente de las nombradas anteriormente- se interesa en el caso del viejo Tiuna y en darle solución a las humanitarias propuestas que hacemos –aunque ni lo he consultado ni me han autorizado para ello- podría intentar contactar al camarada George Camacaro, diputado suplente del Consejo Legislativo del estado Lara, militante activo y excelente luchador social del PSUV, quien ha asumido la enfermedad y las necesidades del viejo Tiuna y hasta de su familia con la solidaridad más acabada de expresión humanitaria. Sus teléfonos son los siguientes: 0426-8532621; y 0414-5500695. En caso que por alguna circunstancia no pudieran comunicarse con él, voy a dar otros dos teléfonos aunque tampoco me hayan autorizado para ello: el camarada Zerpa (0416-6507856) y el camarada Camilo (0426-6529660). Ellos sabrán informar sobre el caso. Demás está decir que cualquier persona, sin distingo, que sufriera ese género de enfermedad y ojalá jamás la sufra, merecería igualmente –como se está haciendo ahora en el país- del trato, la atención y solución a sus necesidades tal como lo estamos exponiendo sobre el caso del viejo Tiuna.
Lo que no ha sorprendido a ninguno de los camaradas que lo asisten y le aportan toda la solidaridad que esté a sus alcance, es la fijación de pocas palabras que repite a cada instante el viejo Tiuna en su estado de postración física y mental: “Ayuden a los camaradas… ayuden a los camaradas…”Presidente Chávez: se está muriendo el viejo Tiuna