Un grupo de individuos, a quienes si uno quisiera pudiera aplicarles incontables adjetivos, pero que bastaría con llamarles inconcientes, prendieron fuego al Avila.
No hay discurso que pueda describir o plasmar lo que ese accidente geográfico significa para la ciudad de Caracas y, justamente por eso, quienes contra él actúen, como lo hicieron los "universitarios", a forma de protesta contra Chávez, merecen ser considerados por lo menos incapaces del calificativo de ciudadanos.
Aquello es ni más ni menos, como si en cayapa hubiesen golpeado a un niño o un anciano. Porque decir, que es un crimen ecológico, pareciera un simplismo o un discurso distractivo. Ese proceder contra el pulmón vegetal de la ciudad capital y benefactor de los mismos que le agredieron, es igual a la forma de razonar y actuar de quienes hoy en la mañana, bombardearon un refugio de la ONU y un hospital de la Cruz Roja, allá en la franja de Gaza.
En las luchas populares y políticas de Venezuela y en particular, de las cuales por años se han dado en Caracas, no hay un precedente tan malvado y una demostración más irracional que esa. Si no lo creen, pregúntenle al iracundo de Teodoro Petkof, el guerrillero y alborotador de los años sesenta. Las amenazas recientes de Jhon Goicoechea, de incendiar Caracas y el incinerar de varias palmeras en distintas partes de la ciudad, no fueron sino aparentes gestos de malacrianza desestimados por quienes deben resguardar el orden y seguridad. Allí podría estar la génesis de la barbaridad cometida ahora contra el bello y generoso cerro caraqueño. ¿Qué seguirá?
Las tomas fotográficas y de video son evidentes; suficientemente elocuentes y comprometedoras. Las policías políticas de Betancourt, Leoni y de los demás gobiernos del puntofijismo, no requerían de tantas evidencias. Bastaba una simple sospecha o el capricho de un jefe policial para que por una simpleza, como hacer una pinta en una pared o lanzar unos papeles, cualquiera de los jóvenes revolucionarios de entonces hasta perdiera la vida.
Es obvio, que hemos luchado por años para eliminar esas prácticas criminales de entonces, pero eso no significa tampoco que nos volvamos tolerantes al máximo y no seamos capaces de aplicar justificadamente los más elementales principios del derecho penal. No podemos dejarnos acogotar y hasta amedrentar por quienes no tienen ningún respeto por nada. El Estado y el gobierno, están obligados a actuar y no escaparse por los atajos, los terrenos de nadie y, por omisión, estimular para que cunda la anarquía.
Eso que ofrece mi respetado compatriota Earle Herrera, con quien generalmente coincido y desde hace muchos años, que en representación de la AN llamará a los rectores de algunas universidades para que respondan por los daños al Avila y demás desmanes cometidos por individuos concretos, con personalidad jurídica, nombre y apellido y plenamente identificados, es una manera de escurrir el bulto y favorecer otro espectáculo circense.
Ningún tribunal del planeta y menos de este país, podrá encontrar fórmula legal alguna que vincule directamente o inculpe a esas autoridades universitarias con los graves hechos comentados. Menos podrá hacerlo la AN; volveríamos a los espectáculos de las interpelaciones a los golpistas de abril y al más reciente de Manuel Rosales. Lo que no significa que pensemos que esos personajes sean totalmente ajenos a aquel extraño proceder y por lo menos no compartan los deseos y aspiraciones de quienes en ello incurrieron de manera directa. Y tampoco nos oponemos que la AN abra una investigación, sin alarmas ni darles tribuna a los rectores para dominar la escena.
Y decimos lo anterior porque allí están los hechos. Se dañó parte del Avila; abundan fotografías y videos que denuncian a individuos específicos y sujetos de responsabilidad por los actos vandálicos cometidos. Como dice García Márquez, quizás no tengan nombres "pero basta señalarlos con el dedo". Se conocen los discursos anteriores que hablaban de llegar a esos extremos para defender lo que creen justo y ajustado a derecho.
¿Por qué salirse por las ramas y poner el énfasis en eso de llamar a los rectores, cuando sabemos que ese proceder no nos llevará a nada sino a promoverlos y ponerlos "en el tope", como ahora expresa el canal 8?
Aquí de lo que se trata es pedirle a la señora Fiscal de la República que saque al organismo que preside de la modorra en la que lo recibió y cumpla con sus obligaciones. La impunidad puede originar una bola de nieve que arrastraría a nuestro proceso histórico.
Por eso, con el perdón de nuestro amigo Earle Herrera, a quien lamentablemente no conozco personalmente, pero si indirectamente desde los tiempos que él comenzó a hacer buena literatura y por quien he votado, digo que lo que nos ha ofrecido, frente al delito que envolvió al bello cerro caraqueño, no es otra cosa que buche y pluma.
¿Hasta cuándo el gobierno y el Estado revolucionarios y democráticos continuarán dando muestras de debilidad, impunidad y alentando a quienes quieren destruirlos?