No conozco a Eligio Damas y en consecuencia, no tengo el honor de su amistad. De súbito, me encontré objeto de su sabihonda ironía y su mofa de superrevolucionario infalible. Con motivo de mis declaraciones en cuanto a interpelar a los rectores de las universidades privadas por el incendio provocado en el Guaraira Repano, Damas sentencia “es una manera de escurrir el bulto y favorecer otro espectáculo circense” (Aporrea, 16/01/09). Sobre la calificación que di al hecho de crimen ecológico, apostrofa que “pareciera un simplismo o un discurso distractivo”. No hay manera.
Si vas a descalificar -dicta la retórica- la argumentación hiperbólica es el recurso indicado. Por eso, para que mi propuesta, más que una ridiculez, parezca una complicidad con los fascistas autores del ecocidio, parangona la forma de razonar y actuar de éstos con los bombardeos “de un refugio de la ONU y un hospital de la Cruz Roja, allá en la franja de Gaza”. Esta infeliz comparación, de verdad, me estremeció.
Prosigue implacable el espontáneo juez de mi proceder en que se me convirtió el señor Damas: “¿Por qué salirse por las ramas y poner el énfasis en eso de llamar a los rectores, cuando sabemos que ese proceder no nos llevará a nada sino a promoverlos y ponerlos en el tope”
El juicio no concluye todavía porque faltan descalificativos para el remate: “…digo que lo que nos ha ofrecido (Earle Herrera), frente al delito que envolvió el bello cerro caraqueño, no es otra cosa que buche y pluma”.
Me pregunto: frente a esta sarta de descalificativos, de ironías literariamente anémicas, de comparaciones descriteriadas (como la del intento de incendio del cerro y los bombardeos de Israel contra el pueblo palestino), ¿qué se puede decir?
Nada.
Sin embargo, me resulta un poco difícil aceptarme ese imbécil, despistado y favorecedor del fascismo que dibuja el superrevolucionario que sin dudas debe ser el señor Eligio Damas. Recapitulo los cargos que me impone: escurridor del bulto y favorecedor de espectáculos circenses; autor de simplismos y discursos distractivos (sic); se sale por las ramas,
“no es otra cosa que buche y pluma”.
El señor Damas dice que no me conoce personalmente. Y yo digo: ¡Menos mal!