Las desprevenidas señoras de las capas medias que gritan contra "el castrocomunismo" y "por la democracia", cuando desfilan detrás de las banderas negras de los enemigos del Presidente Chávez, no saben lo que espera al país si llegaran a cumplirse los planes de quienes están detrás de ellas. El veneno trasmitido por la televisión, la propaganda anticomunista vertida a cántaro por viejos agentes del fascismo italiano, español y por el macartysmo norteamericano y el irracional miedo pequeño burgués norteamericano y el irracional miedo pequeño burgués a los cambios, han llenado su cerebro de odio. No saben o no quieren entender que los enemigos de Chávez no se proponen sustituirlo por más libertad y más democracia. Tienen bajo la manga un baño de sangre, desencadenar el terror, porque es la única manera que podrían desterrar del alma popular el poderoso aliento revolucionario sembrado por Chávez.
Los viejos militantes de la izquierda sí lo sabemos. No lo decimos por autosuficiencia sino porque conocemos que ese odio, como en Alemania (1932), como en España (1936), como en Chile (1973), va aparejado al terror contrarrevolucionario. Además, basta citar la experiencia venezolana: el golpe de Estado del 11 de abril cuando lo desencadenaron en los decretos de Carmona y en la represión brutal contra sus partidarios o el paro patronal petrolero cuando no dudaron en causar daños graves a instalaciones y patrimonios o en aquella amenaza del gobernador de Miranda: "Vamos a sacar a esa basura..."
Por eso... llegó la hora. Los próximos días serán decisivos para la vida o muerte de la paz, soberanía y democracia. El único camino pacífico, democrático y constitucional es el respeto a las decisiones del Consejo Nacional Electoral. No hay otro. Sin embargo, la oposición ha convocado a todo lo contrario, a la violencia e incluso a la intervención norteamericana para intentar imponer otra vía. Llegó la hora de movilizar todos los recursos del pueblo para salvar la paz y la soberanía nacional. Llegó la hora de cerrar el paso al fascismo y a la intervención extranjera. Llegó la hora de decidir que Venezuela es de los venezolanos y no un juguete de la estrategia de Estados Unidos
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