Los bonitos y los feos de la película

Nada de lo que acontece por estos días es casual.

Quedaron atrás los tiempos de las improvisaciones, del rosario interminable de meteduras de pata de la oposición, de los innumerables tropiezos que en su desatinado andar han tenido que sufrir.

Diez años de disparates tienen que arrojar algún aprendizaje.

Y así ha sido.

Los momentos de la coordinadora democrática son historia. Aquellas tremebundas imágenes de los sempiternos líderes puntofijistas, y algunos agregados de última hora, pasaron al cajón de los recuerdos.

Su estrepitoso fracaso los confinó al baúl del ostracismo.

Ahora vemos caras nuevas, impecables, bien entrenadas, casi irresistibles.

La verdad es que hay que tener el sentido del olfato bien puesto en su lugar, para desconfiar de esas caras bonitas que con tanta pasión argumentaron su letanía de quejas, el martes pasado frente a las cámaras del canal de siempre, luego de que la pretendida marcha "estudiantil" de la oposición fuese dispersada por la PM. Vimos a una joven muy linda, con franela blanca, pulseritas y cadenas de oro encima, rostro impecable de niña bien, hablar fluido, frenesí en el verbo, buena educación de por medio, expresar su enorme rabia porque supuestamente había sido golpeada en el rostro por un salvaje policía metropolitano, probablemente muy niche y muy macaco él.

De sólo imaginar la escena, la audiencia sumisa y mediatizada a punta de mensajes como ése, inmediatamente se cuadra con la "víctima". Es el viejo cuento de la bella y la bestia, la inocencia contra la barbarie, los buenos contra los malos.

Ése es el esquema que está montando la oposición. Los laboratorios de la propaganda han fijado en el cerebro de los consumidores los "adecuados" conceptos de lo que es correcto y lo que no, de lo bello y lo feo.

A quien tiene el pelo chicharrón le dicen que lo tiene "malo". Cabello ensortijado es sinónimo de feúra. Tanto así, que el recién estrenado presidente de los EEUU asumió el cargo de la mano de una esposa y un par de hijas con sus pelos bien planchaditos, para que ningún rulo fuera de lugar hiciera más patente su negritud.

Esa estigmatización racial y social es, en parte, la razón por la cual el 40% opositor está conformado en buena medida por personas de extracción humilde. Son los pobres que aspiran a ricos y no quieren que se les recuerde su origen. Son los negros a los que les gustaría despigmentarse un poco la piel. Algunas hasta se tiñen los cabellos de amarillo porque, en el fondo, comulgan con los mismos patrones de belleza que nos han impuesto, así sean del bando contrario.

Esta nueva casta política opositora tiene también unos cuantos mulatos nuevos en sus filas, pero que, igual que la jovencita que mencioné antes, evidencian las señales del profuso entrenamiento recibido: todos dicen estar luchando por su futuro. Lo que no manifiestan es de cuál futuro están hablando, más allá de su afán por preservar los privilegios de clase, en unos casos, y de ascender a ellos, en el caso de los otros bobos que les sirven de carne de cañón. Termina uno siempre lamentando que el periodismo se haya extraviado por caminos tan oscuros.

Mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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