En días pasados escuché a una señora frenética decir por televisión, que el gobierno tenía que pagar por los "más de cien estudiantes muertos". No me vino ni un solo nombre a la cabeza.
Me acordé de las infortunadas víctimas que arrojó en ambos bandos el siniestro 11 de abril, producto del macabro plan de unos cuantos que todavía andan sueltos.
Recordé, sí, los asesinados por el loco Gouveia, enfurecido, según él, por Globovisión. Me acordé de unos cuantos soldados que, en pleno furor de la toma de la Plaza Altamira, fueron ajusticiados por sus propios jefes. No obvio y repudio, también, la muerte de una señora que vino de Italia y corrió el infortunio de recibir una bala que nunca debió ser para ella.
Pero por supuesto que no se me van de la mente los muertos en Puente Llaguno, que defendían una trinchera patria; los que protegieron Fuerte Tiuna de la arremetida fascista. Los del 12 y 13 de abril. Los centenares de líderes campesinos chavistas, asesinados por el sicariato latifundista. Los dirigentes sindicales acribillados en La Encrucijada, la pareja que participó en la pinta de paredes contra el canal de La Florida, y paro de contar.
Realmente, la señora se equivocó. Son mucho más de cien.
Lo malo es que en su disociación, ubicó al culpable en el bando contrario y a la mayoría de las víctimas donde no era.
Ledezma y el combo de alcaldes metropolitanos mancillaron con su presencia a la Universidad Central de Venezuela.
¿Por qué? Porque esos espacios son sagrados, huelen a luchas de izquierda, están teñidos de sangre revolucionaria. Por ahí rondan todavía los espíritus de Jorge Rodríguez, Livia Gouverner, Noel Rodríguez, Belinda Alvarez, Elías La Rosa, Ramón Pasquier, María Verónica Tessari, Alberto Lovera, junto a los de muchos otros. Este hueco no alcanza para enumerarlos a todos. Esos ingratos visitantes vienen de ese pasado siniestro que allanó la UCV y atropelló mil veces sus estudiantes.
Tiene que llegar el día, porque Dios es grande, en que la Universidad vuelva a ser la trinchera de los luchadores por la causa de los pueblos y nunca más el refugio de estos jóvenes de hoy, que tienen el alma envejecida a punta de tanto odio y ambición.
Mlinar2004@yahoo.es