Nunca antes había ocurrido. La marcha convocada por el Presidente Chávez, el domingo pasado, sorprendió a todos. Propios y extraños quedaron impresionados ante una multitud roja como un río humano. Caracas quedaría pequeña mientras miles marchábamos para decirle ¡NO! al intento abiertamente desestabilizador impulsado por quienes asumen sin contemplaciones ni miramientos la representación de policías del mundo. Una inmensa marea roja inundó las calles de la Caracas de ranchos todavía con techos de cartón. No hubo violencia ni saldos trágicos ni vandalismo desaforado. Sólo alegría y risa y paz y muchos, muchos corazones emocionados. Disturbios, terror, brutalidad... son sinónimos de fascismo. Este tipo de acciones injustificadas podrían establecerse en Venezuela, si persiste la impunidad para quienes actúan al margen de la Ley.
La reciente historia venezolana no reseña una concentración de tales magnitudes. Ningún otro gobierno del pasado había logrado mantener por cinco años continuos un considerable apoyo popular. Chávez fue contundente en su alocución. Sin tapujos, rompió el celofán y las cartas quedaron sobre la mesa. Señaló responsables y responsabilidades. Somos libres e independientes (no obstante sigamos atados a la renta petrolera). Nos asiste el derecho a decidir nuestro destino. Al petróleo venezolano le ponemos el precio. Cada quien sabe en qué acera debe ubicarse. No pueden coexistir mediatintas ni neutralidades. A Mr. Bush le ardieron las orejas, y sus acólitos venezolanos pegaron el grito al cielo. Jamás un gobierno norteamericano había intervenido tanto como éste del clan petrolero.
La compra de tanques por parte del gobierno colombiano y la “insurrección” en Haití están allanando el camino para una posible intervención, y podrían convertirse en vías para permitirle el libre acceso a los marines en su aspiración por derrotar cualquier intento de transformar la democracia representativa en participativa y protagónica. Los gobiernos de Perú y Ecuador, con escaso respaldo ciudadano, no merecen ninguna atención. Tienen los días contados ante la presión popular.
El imperio observa con preocupación, y debe cerrar las válvulas de escape. Venezuela está en la mira de los francotiradores norteños. Uribe (con su cara de “yo no fui”) y Aristide (aunque lo hayan “secuestrado”) acabaron siendo títeres de Bush. Chávez ya no es sólo una piedra en el zapato: es un problema para el Imperio. Y ustedes saben cómo Mr Bush ha venido tratando estos asuntos. No existen protocolos ni acuerdos ni constituciones ni convenciones ni diplomacias ni libres determinaciones de los pueblos. “Yo mando y ustedes obedecen. A Chávez lo sacamos por las malas, porque por las buenas nos gana. Si hacen falta dólares, nosotros los ponemos. Si necesitan armas, nosotros las proporcionamos. Si ameritan agentes secretos, nosotros los tenemos. Si no tienen líderes, nosotros los fabricamos a nuestra imagen y semejanza. Somos dioses. Sin Chávez, Venezuela será nuevamente parte de nuestro patio trasero. Chávez go home”.
El Libertador regresa. No anda solo. Otros le acompañan: Zamora y Rodríguez; Sucre y Ribas. Muchos le siguen. Su espada –recién afilada- vuelve a la carga. Su espíritu libertario recorre todo el continente. Bush comienza a temblar. Y Chávez lo sabe. Conoce los tiempos; sabe manejarlos y, en consecuencia, arremete sin contemplaciones. Cero tolerancias. Con el Imperio no vale la pena dialogar. De seguir colgando, es mejor caer de una buena vez. El enemigo ha quedado al descubierto. La marea roja asume su compromiso y toma las calles porque ha visto la luz al final del túnel. Camina segura y arriesga su dignidad por una patria soberana y sin cordones umbilicales. Ningún poder terrenal la hará retroceder en su lucha por lograr muchas -negadas y frustradas- reivindicaciones sociales.
Debemos prepararnos. El enemigo mayor está identificado. Sus ataques y amenazas arreciarán hasta julio aproximadamente. Objetivo: crear el clima ideal para justificar una intervención armada. Los sectores radicales de la oposición venezolana hacen comparsa. Ningún venezolano debe permanecer tranquilo. Que prevalezca la Unidad sobre otros intereses. Si la violencia se impone, no habrá salvoconducto que valga.
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