Iniciación
El engreído chico, al despertar sin ser Gregorio Samsa, vio que sus delicadas manos habían cambiado de color carne a color cal. Ya era un perfecto Manos Blancas por voluntad de los dioses de Otpor. Para recibir la unción de los reverendos Ugalde y Moreno León, sumos sacerdotes de la secta Mendaz de los incendiarios reinos de Teminu y Bacu, debía hacer de un chaguaramo, una hoguera. La ignición del árbol, rito de iniciación, lo convirtió en dirigente. Para su consagración definitiva, habría de aprender el inmemorial apóstrofe de la oración trapera, del insulto inguinal, de la frase saeta. Ahora se la enseña el monje trapense del monasterio del Buen Decir Alberto Federico, encargado de curtirlo y cultivarlo en el inextricable arte de mentar madre.
Sangre en la fuente
Los hematozoarios se ocultaron en el subsuelo de Plaza Francia desde la toma de los hematófagos, allá por el enrojecido año 2002. Entonces pidieron el sacrificio y la sangre de dos soldados, una doncella y la atroz tortura de una niña. El cuervo graznó y cumplió, sin lanzar su never more en la dolida noche de Parque Caiza. Un súbdito portugués, descendiente de los Gouveia de Beira Baja, ensangrentó el obelisco antes de la fuga del calvo y el acierto de cuatro esquinas, en un cartón ensalmado y cargado, del birlador Ortega, señor de fichas y salas. "Antes de que nos inflijan la próxima derrota –rezó con ira el sumo sacerdote del antichavismo clerical- soltaremos a todos los hematozoarios que nos apoyan". Justo ayer, la fuente de Plaza Altamira se tiñó de rojo, la sangre reptó los muros de la conferencia episcopal y estampó la pantalla del canal hematófago. Los Manos Blancas, insaciables, acudieron a beber el rojo de la fuente, mientras los monjes de la secta Ars, exigían desde la cripta: "permítanos pensar por usted". Un grito, como una espeluznante mentada de madre indemne, se extinguía con los hematozoarios que inundaban la fuente, viscosa y escarlata, de la sanguinolenta y pobre plaza.
Mariposa de fuego
Los curiosos se arremolinaron para ver al hematozoario escuálido hundir la bandera de las ocho estrellas en un charco de sangre artificial, una nueva y creativa forma de protestar, según el canal hematófago de TV y la agencia que piensa por usted. Al hematozoario escuálido se le puso en blanco su blanco cerebro cuando, desde el charco sanguinolento, se alzó una mariposa de fuego y levantó por los aires el tricolor invicto de su vuelo.
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