Los huecos donde caen los votos

El 13 de enero de 2008, durante la transmisión del Aló, Presidente número 300, efectuado en el estado Guárico, y ante las numerosas quejas expuestas por los asistentes, en su mayoría productores del campo, el Primer Mandatario ordenó la suspensión de las exportaciones de asfalto porque se convenció, por testimonio de los presentes, de que no era posible que estuviéramos mandando para afuera lo que tanta falta nos hace adentro.

En su airada intervención, ordenó al ministro Ramírez que revisara todas las fases del proceso y que, de ser necesario, procediera a crear una planta socialista por cada estado del país, capaz de atender los requerimientos de asfaltado de todas las vías nacionales.

Más de un año después, imagino que las carreteras de Guárico permanecen igual que entonces, como siguen padeciendo deterioro creciente numerosas calles, autopistas y avenidas en el resto del país. Seguramente se acató la orden de suspender la exportación de asfalto. Nos preguntamos ahora: ¿Qué camino tomó la negra mezcla que sigue sin aparecer donde se necesita? Probablemente, como sucede con todas las cosas que nos son indispensables, encontraremos que las calles colombianas están en perfecto estado y que más de algún contratista, transportista o dueño de cantera ha hallado la forma de seguir haciendo su lucrativo negocio.

Cuando se clarifique la situación en nuestras fronteras y se decida ponerle coto de una buena vez al contrabando, podremos acercarnos a Cúcuta y comprar allá nuestro propio arroz, nuestro papel higiénico, nuestro café, nuestro azúcar y muy posiblemente nuestro asfalto. Como en todos los casos relacionados con el terrorismo económico-financiero al cual nos tienen sometidos los grandes intereses, que no se resignan a quedarse fuera del reparto de poder, se harán necesarias unas cuantas expropiaciones más hasta lograr que quienes nos hacen esta guerra económica entiendan que la pelea es peleando. Pero, y en el pero está el meollo del asunto, esos grandes contrabandistas y expoliadores de nuestros bienes no pueden actuar solos. Lo deben hacer con la complicidad, la anuencia y la oportuna ayuda de mucho funcionario público metido en el asunto.

¿Cómo se sacan millones de litros de gasolina de contrabando hacia Colombia sin que ningún guardia nacional se dé cuenta? ¿En qué suerte de gandolas invisibles se llevan las toneladas de asfalto que se siguen produciendo, pero no se utilizan aquí? ¿Cómo extraen el arroz, la leche y todo lo que nos falta? ¿Dónde se esconden? ¿Cuántos empleados del Estado tienen las manos manchadas de comisiones? Son esos mismos que colocan ingentes recursos de la nación en operaciones overnight en la banca para ganarse unos cuantos millones de los nuevos en unas pocas horitas. Agradezco que quien me quiera pedir que dé nombres concretos y me dirija a la Fiscalía, se abstenga de hacerlo. También les sugiero a los radicales que tienen alergia a las críticas, que hagan lo propio. El problema no es lo que yo diga; el problema es lo que está ahí, de anteojito. Los huecos nos rodean y taparlos nos costará un mundo.

mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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