Diálogo con José Vicente

Entrevisté a José Vicente Rangel para mi programa de radio en Jazz 95.5 FM. Fue el pasado 27 de febrero. Acababa él de hacer pública su propuesta de un diálogo nacional y se cumplían, ese día, 20 años del “caracazo”.

Pretendí comenzar el diálogo por este último tema, de tremenda significación histórica, pero él rápidamente lo conectó con el primero. “Ningún sistema político está exento de esos riesgos”, dijo tras un breve repaso de la explosión y masacre de hace dos décadas. Le pregunté si estaba aludiendo a la Revolución Bolivariana y respondió afirmativamente. Y aceptó que ese riesgo de violencia era una de las razones por las cuales formuló su sorpresivo y polémico llamado al diálogo nacional. Palabras más, palabras menos, dijo las mismas cosas que luego manifestó a la periodista María Lilibeth Da Corte, en entrevista publicada en El Universal el domingo pasado Pero también otras.

Sin dar chance a que se lo preguntara, aludió a quienes se habían adelantado a rechazar un diálogo con las cúpulas del pasado. Uno o dos días antes, así lo había hecho el vicepresidente Ramón Carrizales. Aún no había hablado, como después lo hizo en un sentido similar, el presidente Hugo Chávez. “Eso no es lo que yo he planteado”, aseveró José Vicente. El diálogo, sostuvo, no sería con esas cúpulas, sino con la parte de Venezuela que ha votado en contra del Presidente, en el entendido de que también pertenecen al país. ¿Cómo? “Ya irán surgiendo interlocutores”, dijo. Mencionó el ejemplo del diálogo sostenido entre el presidente Chávez y Elías Farache, presidente de la Asociación Israelita de Venezuela, durante un programa de radio. Un episodio que, según José Vicente, desactivó el curso negativo que hasta entonces llevaba la discusión pública en torno al asalto a la sinagoga de Maripérez, al margen del ridículo en el que, según sus propias palabras, quedó la oposición en el manejo del tema.

Al insistírsele en un dibujo de cómo él imagina ese diálogo, se guardó las presiones. “Yo tengo algunas ideas al respecto, pero no quiero imponerlas, sino que se genere el debate, la discusión”, razonó.

Le recordé el frustrante antecedente del diálogo que él mismo estuvo encargado de dirigir, como Vicepresidente de la República, en los tormentosos tiempos del 2002, después del golpe, y que más bien fue preludio de inolvidables 63 días de devastador paro-sabotaje petrolero. ¿Dialogar con quienes lo que quieren es tumbar a Chávez? Reconoció entonces que “quien ha sido picado de culebra, ya sabemos lo que hace frente al bejuco”, pero insistió en que esa experiencia no tiene por qué repetirse y que una de las condiciones para el diálogo debía ser el acatamiento explícito de la Constitución, el reconocimiento de la legitimidad del presidente Chávez y el abandono de cualquier agenda oculta. Las condiciones de hoy, sugirió, son distintas. No había aparecido todavía la foto de los dirigentes de los partidos de oposición con José María Aznar, el ex presidente español que alentó y dio reconocimiento internacional al golpe encabezado por Carmona. No pude, pues, preguntarle sobre los malos presagios retratados en esa fotografía. ¿Cuál cree usted, que lo conoce mejor que uno, que sea la reacción del Presidente? ¿Valorará su propuesta o más bien la verá como anticipo de una ruptura entre ustedes? “No”, respondió raudo. Y pasó a recordar el conocimiento, cercanía e identificación que ambos se tienen. Subrayó que en su discurso en el Panteón Nacional, durante los actos por los 10 años de la revolución, esbozó su planteamiento a favor de un diálogo y el Presidente lo recibió positivamente.

Varias veces a lo largo del programa ponderó la capacidad de Chávez para conectarse con el país, escuchar los mensajes que éste le envía, y hacer política sobre esas realidades. ¿Un diálogo sin que cada quien renuncie a su propio proyecto, en el caso de la revolución, al proyecto socialista? “Sí”, contestó, “sí es posible”. Mencionó, entonces, como uno de los temas susceptibles de un diálogo, al de la inseguridad pública, el más grave problema inmediato que reportan todas las encuestas de opinión.

José Vicente no pudo escuchar las llamadas de los usuarios y usuarias del programa radial. Más bien le dedicó a la entrevista mucho más que los 15 minutos inicialmente convenidos. Las llamadas recibidas cuando ya él no estaba en línea, reportaban en su mayoría una sensación de desconcierto y prevención frente a la propuesta. Radioescuchas chavistas expresaron su adminiración y respeto por José Vicente, pero discreparon de la utilidad de dialogar con quienes han recurrido a la mentira y la destrucción con tal de salir de Chávez. El único que lo respaldó fue uno que llamó, identificándose como partidario del Presidente, para quejarse de que el entonces Ministerio de Industrias Ligeras y Comercio (cuyas atribuciones ahora están repartidas entre las carteras de Comercio y Ciencia y Tecnología) le tenía —o le tiene— parada desde hace un año una autorización para nacionalizar un vehículo que compró en el exterior con dólares de un familiar suyo residenciado afuera —no de Cadivi—, a pesar de que la normativa lo permite. Un desconfiado usuario antichavista llamó para preguntarse, en cambio, si detrás de la propuesta de diálogo lanzada por el ex Vicepresidente no estaría el propio Chávez.

Una hora después de finalizado el programa, repicó mi celular. Era José Vicente. Me refirió que había recibido por lo menos 12 llamadas telefónicas a raíz de la entrevista radial. “Unos me llamaron para felicitarme y otros para criticarme, como es lógico”. Le mencioné la reacción recelosa exteriorizada por la audiencia y él se mostró comprensivo. “Es natural que haya desconfianza. Es lo primero que hay que vencer”, dijo.

Taquitos

AREPERAS. Cualquier persona que viene del exterior así lo confirma. Comer en un restaurante de Caracas es más caro que en casi cualquier otra ciudad del mundo, incluidas las más cosmopolitas. Precios escandalosos que impactan en los precios de los alimentos en general, encareciéndolos y engordando las cifras de inflación, tal como lo explicó hace algún tiempo el ministro de Economía y Finanzas, Alí Rodríguez. Quizá de allí fue que nació la “batalla por la arepa”, emprendida por el muy activo y flamante ministro de Comercio, Eduardo Samán. Al margen de cuáles son los precios justos, y de cómo ellos deben fijarse, persiste un tema del que poco o nada se dice: la remuneración de los mesoneros, cocineros, ayudantes y demás trabajadores de tales establecimientos. ¿Sabía usted que del 10% que se paga en la factura, supuestamente destinado a ellos, apenas reciben un porcentaje que a veces es de apenas 4 o 6%? El resto va al bolsillo del propietario. Algunos dueños inescrupulosos —no todos, por supuesto— se quedan incluso con la propina cuando usted la cancela con tarjeta de crédito o débito. Bienvenida sea la ventilación pública de estos asuntos. CUBA. Gran impacto ha causado la intempestiva defenestración del ex vicepresidente Carlos Lage y del ex canciller Felipe Pérez Roque, de la noche a la mañana dibujados como poco menos que traidores de la Revolución Cubana. El propio Fidel Castro los criticó y ellos mismos admitieron sus errores, en respectivas cartas de renuncia. El misterio acerca de cuáles fueron tales errores produce una amarga sensación. Pocos lo dicen, por miedo a recibir la misma acusación, o a llevar agua al molino de la contrarrevolución. Pero no hay duda de que no sólo los cubanos, sino sus amigos en todo el planeta, y especialmente en Venezuela, desearían mayor información. En el caso del general Arnaldo Ochoa, condenado a muerte en 1989 por vínculos con el narcotráfico, hubo un juicio del cual luego se publicó un interesantísimo libro con multitud de datos. Obviamente, no es deseable un desenlace semejante, pero sí la transparencia aquélla. Cuba es Cuba y Venezuela es Venezuela. Sus dos revoluciones tienen características propias y viven momentos muy particulares. En todo caso, aquí nadie estaría a salvo si se acepta que cualquiera sea despachado por traidor sin mayores explicaciones. Sobre todo en medio del hervidero de pugnas (y purgas) internas que le hacen al chavismo más daño que cualquier programa de Globovisión. MARAGARITA. Preocupa lo ocurrido en Nueva Esparta con la 97.3 FM, la única emisora privada de orientación chavista en oriente, y de las poquísimas de todo el espectro radioeléctrico venezolano. FM Noticias, que así se llama la emisora, sacó del aire los programas Juego de palabras, de Augusto Hernández y Carola Chávez; Prisma, de Walter Castro; Página tres, de Ramón Roquett; Puntos de Vista de Aura y Audry Cedeño y Matices, de Mireya Mata, su directora y propietaria junto al también periodista Luis Aguilera. Éstos alegan que debieron cambiar su estilo, pugnaz y crítico con factores del propio chavismo local, así como con el gobernador antichavista Morel Rodríguez, debido a un bloqueo publicitario originado por “una parte del buró del PSUV en Margarita” que “constantemente le meten chismes a ministros y otros funcionarios del Estado para que no le brinden apoyo a la emisora”. Ahora en su programación prevalece la música, aunque mantienen Aló, Presidente y se conectan con las transmisiones de los medios del Estado. Se puede compartir o no las posiciones asumidas por la emisora o por los conductores de los programas. Es difícil opinar a distancia. Pero más difícil aún es excluir el punto de las discusiones acerca del periodismo necesario. CITA: “Sólo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes”. José Saramago.


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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

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