La cómica de la fuga de Nixon Moreno de la Nunciatura no debe haber sorprendido a mucha gente. En esa materia tenemos ya penosos antecedentes, que comienzan con el golpista Carmona, pasa por los militares de plaza Altamira, sigue con Carlos Ortega y Carlos Fernández, el ex gobernador Lapi, y terminará probablemente con los que aún están detenidos por el asesinato de Danilo Anderson y por los sucesos del 11 de abril.
Pero más allá de la patética evidencia en materia de "inseguridad" carcelaria y de los límites a los fueros diplomáticos, que parecieran inexistentes, el último caso puso nuevamente en evidencia la doble moral de una Iglesia que perdona y se hace cómplice de abominables crímenes, y se convierte en inquisidora cuando de aplicar su dogmatismo se trata. Mientras ese señor, acusado de uno de los delitos más execrables, sale por la puerta de la embajada del Vaticano en el país, en Pernambuco, Brasil, fueron excomulgados los médicos que provocaron el aborto a una niña de nueve años, embarazada por violación de su propio padrastro, y la madre por consentir la acción. Pareciera que las aberraciones sexuales no son tan condenables como uno creería.
El papa Benedicto XVI se vio hace poco entre la espada y la pared cuando la propia Iglesia católica lo recriminó por haber revocado la excomunión de los obispos lefevrianos que habían dicho que el Holocausto judío fue una exageración y que no existió como tal; a Richard Williamson le pidieron que se retractara públicamente por haber afirmado semejante cosa, pero a George Bush, culpable del mayor genocidio de este milenio y del mayor atropello cultural y religioso que se haya cometido en este siglo, lo dejan salir airoso ante la historia, ante la Iglesia y ante Dios.
He escuchado a muchos cautelosos decir que hay que diferenciar a los jerarcas del resto del clero, queriendo con ello eximirlos de una responsabilidad que comparten todos, por acción o por omisión. Seguro que hay excepciones, pero lo más probable es que estén confinadas a los lugares más indeseados, allá donde los curas que se las quieran echar de revolucionarios no molesten mucho.
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