Allá por los años 60 se transmitió en Venezuela una serie televisiva con el nombre de "El fugitivo". Sólo recuerdo haber visto unos capítulos de la misma, muy espaciados en el tiempo, pero cada vez que los veía se repetían las mismas escenas que mostraban un angustiado Doctor Kimble, protagonista de la serie, sometido a un constante acoso de la policía que lo buscaba por estar acusado de haber asesinado a su esposa. Al fin no sé si lograron atraparlo o demostró su inocencia, porque nunca llegué a ver el final de la serie, cuya duración creo que fue tan larga como la de la radio novela "El derecho de nacer", primer culebrón del que guardo recuerdo porque en esa época mi mamá, mi abuela, mis tías y las sirvientas de casa se pegaban de la radio a oírla y enterarse si "ya don Rafael habló". No había llegado aun la televisión a Venezuela.
Las pocas escenas que vi de la comentada serie transmitían la angustiosa vida del protagonista, siempre asediado por el policía que le pisaba los talones y del cual al final, milagrosamente, siempre lograba escabullirse. En verdad, el pobre hombre daba lástima: siempre huyendo, abordando trenes o camiones en movimiento para eludir la persecución, fatigado, hambriento, durmiendo donde podía guarecerse de las inclemencias del tiempo, pero siempre "con un ojo abierto y otro cerrado" porque sabía que al menor descuido lo enchironaban e iría parar directo a la silla eléctrica si no tenía la suerte de que antes le pegaran un tiro.
Como quiera que fuese, el título (y sólo el título) de la serie me trajo a la mente por contraste, la imagen del moderno "fugitivo" de la justicia venezolana: el alcalde de Baruta, quien tras negarse a acudir voluntariamente a los requerimientos de la justicia, ahora anda huyendo de la misma después de cometer una serie de delitos perfectamente tipificados en las leyes, de los cuales es convicto y confeso y que ahora no tiene la valentía de asumir su responsabilidad después de haberse mostrado tan valiente como para retar al Ministro de la Defensa a despojarse de su uniforme y enfrentarlo de hombre a hombre (¿?). Imagino a este personajillo enconchado cómodamente en la casa de alguno de sus secuaces "lechuguinos y petimetres" de "Primero inJusticia (la cacatúa de AD dixit), saboreando un genuino escocés de 18 años y comunicándose a través de la red y sus celulares con todos sus contactos mientras maquinan alguna nueva maniobra desestabilizadora, después de lo cual, agotado por la fatiga que le produce tan asediante persecución, se irá a conciliar un sueño reparador que le permita acumular nuevas fuerzas para seguir adelante con sus macabros planes. O tal vez ya no se encuentra en el país sino que ya abordó un lujoso jet privado y está haciéndole una visita a alguno de sus mentores en el sitio donde este se encuentre disfrutando de su exilio dorado.
En todo caso, mientras "el fugitivo" es víctima de la atroz persecución de la implacable justicia venezolana, lo cual lo ha obligado a desatender sus deberes al frente de la alcaldía, sus comparsas disfrazados de demócratas, están enfrascados en una ardua campaña para presentarlo ante el mundo como un perseguido político, un mártir dispuesto a dar la vida por recuperar la libertad de su patria la cual ha sido confiscada por el tirano Chávez. Y la máxima preocupación de este conserje, es que la paz y tranquilidad de su municipio pueda verse perturbada por los representantes de la "sociedad civil" que bajo su sabia dirección lo convirtieron en guarimba durante los días finales del pasado mes de febrero y que ahora, carentes de esta dirección, podrían actuar alocadamente, como cualquiera de las "hordas de Chávez".