La resurrección del proletariado

La resurrección está asociada, en la ideología judeocristiana, con la vuelta a la vida después de la muerte. La más emblemática de las resurrecciones en la historia, es la del Cristo.

Jesús, rebelde proletario, al lado de los más humildes, de los pobres de siempre, asume posiciones políticas antiimperialistas, que lo conducen a su captura, a las más terribles torturas y a la muerte que estaba reservada, por el imperio romano, para los enemigos de ese régimen oprobioso.

El pueblo que quería vivo a su líder, luego de apreciar el dantesco episodio de las torturas al perseguido político del imperio -que para entonces era un acto público- de saber de su muerte en la cruz y de la desolación y honda frustración por la pérdida de su conductor hacia la libertad, se propone revivirlo.

Los revolucionarios pobres, las clases desposeídas y más humildes de entonces, necesitaban a su guía vivo. Es por eso que el pueblo resucita a su crucificado. Ese pueblo, que pasa a la clandestinidad y se oculta en las catacumbas, estudia y profundiza el pensamiento del Nazareno, se propone seguir luchando. Lucha contra las camarillas sectarias, combate a los falsos seguidores de Jesús que luego terminaron negociando su fe a cambio de que cesaran las persecuciones y se les permitiera una cuota de poder que, a su vez, contribuiría a oxigenar el decadente imperio romano.

Quiero insistir en esto. La resurrección del Cristo es la consecuencia de la perseverancia revolucionaria del pueblo. No se trata de un acto esotérico, mágico o metafísico. El Jesús de Nazaret que vive, sus principios y compromiso con la humanidad, resucitados, alcanzan ese estatus porque las clases explotadas reconocen en ese extraordinario ser humano, al vocero de sus esperanzas, al líder de sus procesos emancipatorios, al conductor de la liberación humana.

La resurrección no es esa caricatura dibujada por las religiones que quisieron valerse de la imagen de Jesucristo después de haberlo asesinado en la cruz. La resurrección no es ese episodio fantasmagórico olvidado ante los cultos al crucificado. Se muestra y se exalta la crucifixión como imagen del derrotado. Se deja por siglos el culto sádico a los latigazos, a la humillación, a los escupitajos y a la terrible muerte en la cruz, para exhibirlo como un escarmiento. Para que a más nadie se le ocurriese pensar en liberación, para que más nadie agitara y se abnegara organizando al pueblo pobre para que derrotara toda forma de dominación y sojuzgamiento.

La resurrección es la vida, la vida verdadera, la vida de la humanidad, la vida del proletariado como clase, como pensamiento libertario y liberador. La vida del Cristo resucitado, es también la vida de nuestro Simón Bolívar resucitado de la muerte definitiva a la que se le quiso someter cuando se le abandonó, enfermo y derrotado en la ciudad de Santa Marta, como un expatriado.

La vida del Cristo resucitado es también la vida de nuestro Che, Ernesto Guevara de la Serna, perseguido, torturado y asesinado en la quebrada del Yuro, en Bolivia.

Inmortales, junto a todos quienes han asumido ser voceras y voceros de clase del proletariado como única forma de alcanzar la libertad definitiva del género. Esa es la verdadera y única resurrección. La derrota de la muerte, de la cultura para la muerte, representada claramente en la actualidad por el capitalismo, por su fase imperialista y por sus pretensiones de renovación en el llamado neoliberalismo.

La resurrección, la vida, tiene hoy entre nuestros pueblos, el rostro del socialismo. Por ello nuestra lucha y esta consigna tan verdadera de: ¡Patria, socialismo o muerte! ¡Venceremos!


siglosocialista@hotmail.com


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Iván Padilla Bravo

Director del semanario cultural "Todos Adentro", medio adscrito al Ministerio del Poder Popular para la Cultura. http://www.mincultura.gob.ve/

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