Evita Perón, obviando hasta
el “de” correspondiente, que aun en nuestros días define a las
mujeres como propiedad particular del macho que la desposa. Su vida,
de lo humilde al liderato, se plasma en su amor hacia su pueblo: “los
descamisados”.
Su encuentro con el General
Perón, líder del Partido Justicialista y gran revolucionario,
sella con un pacto de amor una era de lucha ejemplar en la Argentina.
A los siete años de edad,
siente sobre si la primera gran injusticia infringida por la sociedad:
muere su padre Juan Duarte quien tenía dos familias, ella era la hija
“ilegitima” de Juan Duarte y su familia oficial trata escandalosamente
de impedirle asistir al sepelio de su padre, lo cual es una de sus primeras
victorias al lograr sobre el dolor y el luto poder acompañarlo hasta
el sepulcro.
Dice Evita:
“Para explicar mi vida
de hoy, es decir, lo que hago, de acuerdo con lo que mi alma siente,
tuve que ir a buscar, en mis primeros años, los primeros sentimientos…He
hallado en mi corazón, un sentimiento fundamental que domina desde
allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi
indignación frente a la injusticia, desde que yo me acuerdo cada injusticia
me hace doler el alma como si me clavase algo en ella. De cada edad
guardo el recuerdo de alguna injusticia que me sublevó
desgarrándome íntimamente.”
Marcada por los astros desde
tan niña, van quedando las marcas de dolor que recibía y que veía
en su pueblo, un camino de dolor y de amor la lleva al balcón del Palacio
frente a la Plaza de Mayo como primera dama y esposa de Perón, su lucha
se deslinda rápidamente del protocolar y acostumbrado día a día de
las primeras damas, que hasta hoy perdura en nuestra sociedad, sale
al roce, al cálido encuentro con los suyos, con sus descamisados y
participa en las luchas y se forma, cambia el lenguaje aristocrático
y académico de la alcurnia correspondiente por las palabras simples
que le entiende su pueblo quien empieza día a día a venerarla, toma
las banderas por la lucha de los pobres, de los ancianos, de los niños
y sobre todas las cosas: la lucha por la defensa de los derechos de
la mujer.
La convulsionada situación
política que vivía Argentina en la década de los cuarenta, golpes
y contra golpes, va ubicando a Perón, partícipe de un golpe de estado,
en las filas de las luchas sindicales y va obteniendo victorias, luego
truncadas por otro golpe, pero ya la Argentina se dividía en dos: Peronistas
y Antiperonistas y allí marchaba firme Eva, luego como compañera,
cuando ya candidato empieza la carrera política de Perón.
Durante toda su vida fue fiel
a su pueblo y a sus luchas, como primera dama creó “las delegadas
censistas” donde organizó a las mujeres argentinas de distintas clases
sociales, comprometiéndolas en las luchas que libraba su país.
La “Opera de Evita” lleva
a las tablas de Broadway tantas historias de una vida ejemplar y sacrificada.
Hace inmortal aquella frase de “no llores por mi Argentina” que
a todos nos sacó lágrimas algún día.
No llores por mi Argentina,
diría hoy “Evita” cuando vemos a otra mujer enorme y también
de su mismo campo de batalla: del Partido Justicialista, dando la cara
ante el mundo por todos sus descamisados. Asume y continúa la marcha,
la lucha.
De nuevo dice Evita:
“Cuando elegí
ser “Evita” se que elegí el camino de mi pueblo. Ahora, a cuatro
años de aquella elección, me resulta fácil demostrar que efectivamente
fue así.”
“Nadie sino el pueblo
me llama “Evita”. Solamente aprendieron a llamarme
así los “descamisados”. Los hombres de gobierno, los dirigentes
políticos, los embajadores, los hombres de empresa, profesionales,
intelectuales, etc., que me visitan suelen llamarme
“Señora”; y algunos incluso me dicen públicamente
“Excelentísima o Dignísima Señora” y aún a veces,
“Señora Presidenta”. Ellos no ven en mí
más que Eva Perón.”
“Los descamisados, en
cambio, no me conocen sino como “Evita”. Yo me les presenté
así, por otra parte, el día que salí
al encuentro de los humildes de mi tierra diciéndoles
“que prefería ser Evita” a ser la esposa del Presidente si ese
“Evita” servía para mitigar algún dolor o enjugar una lágrima.”
“Ahora si me preguntasen
qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de mi: me gusta más
mi nombre de pueblo. Cuando un pibe me nombre
“Evita” me siento madre de todos los pibes y de todos los débiles
y humildes de mi tierra. Cuando un obrero me llama
“Evita” me siento con gusto “compañera” de todos los hombres.”
“Evita” muere el 26 de julio de 1.952, aún joven, por causa de una leucemia, digamos que ese día se fue de este mundo María Eva duarte, como corresponde a todos marcharnos en este breve paso, pero ese mismo día entró al espacio de lo eterno, a la memoria infinita de las mujeres y hombres de éste mundo aquella niña nacida en los Toldos, hija ilegítima y pobre de Argentina, y luchadora inmortal de la justicia: “Evita”,
“Evita Perón”.