El presidente Chávez, suele definirse como radical. Y se explica diciendo, que lo es en la medida que por formación y disciplina, trata siempre de ir a la raíz de los asuntos que aborda. No obstante, a quien haya procedido hasta ahora como él lo ha hecho, con la meta de alcanzar el socialismo, no puede considerársele tal como habitualmente se interpreta la palabra.
Justamente por eso dijo, días atrás, como otras tantas cosas ha dicho en esa tónica, desde que ejerce la primera magistratura nacional, que en materia de tierras no hay, estrictamente hablando, “propiedad privada”.
De esa expresión, la oligarquía toda, concluye que el gobierno nacional intenta vulnerar el principio constitucional de propiedad privada. Y esperan que, de un momento a otro a Samán o el célebre fiscal de “la carnicería”, de la cuña cuando el referendo, le lleguen a la planta u oficina a anunciarles la estatización de sus propiedades.
Y hasta un grupo de economistas que, parece aquello que una vez Gustavo Machado llamó “una mezcla de morrocoy con gallo”, pues hay de la derecha consuetudinaria y la vieja izquierda, como Teodoro Petkoff y Pedro Palma, compartiendo el mismo diagnóstico. Lo hace a Chávez como una curiosa licuadora que ha logrado mezclar y hasta homogeneizar, personajes y corrientes que antes no se podían ver; al aceite con el vinagre. Muchos de aquellos personajes, fueron quienes nos enseñaron que el carácter de las relaciones de producción y la indebida apropiación de los productos del trabajo en el mundo capitalista, eran fórmulas injustas que debíamos cambiar. Y como solían decir varios de ellos, en cada esquina, repitiendo a Marx, no era suficiente diagnosticar la sociedad, sino perentorio cambiarla. Como dato curioso, vale mencionar que en esa lista hay un premio “Casa de las Américas”.
No obstante ahora, aparecen amancebados con los economistas a los cuales estuvieron enfrentados, defendiendo los principios que estos siempre enarbolaron y, con ellos, tomando las palabras del presidente, como decimos en el lenguaje coloquial, al pie de la letra. En eso, sus antiguos contrincantes parecen más coherentes y respetables.
Es elemental, que el presidente quiso decir, que la tierra, como el agua, son bienes que deben estar, primordialmente, por derecho divino, al servicio del hombre. No puede ser que, tierras con vocación agrícola y lo que es peor en grandes magnitudes, se mantengan ociosas. Ellas deben estar en permanente producción para garantizar alimentos y materias primas de utilidad para el humano.
En el mundo, sobre todo en áreas de alto desarrollo capitalista, personajes y gobiernos que no se autocalifican de radicales, como el presidente de Venezuela, han actuado radicalmente contra el latifundio. Es elemental, para cualquiera que no sea un carcamal, que acabar con la propiedad latifundista, es una tarea digna y encomiable. Y justamente eso y solo eso, fue lo que quiso decir y dijo el presidente.
Es de muy mala fe pensar y hasta difundir la idea que el presidente se propone, actuar indiscriminadamente contra la propiedad privada. Y esto es así, porque ella está prevista en la Constitución de la República y, hasta cuando se introdujo el proyecto de Reforma Constitucional, en ningún momento se intentó abolirla. Y lo es también, porque el presidente por su propia voz, de manera sistemática ha reconocido, la necesidad de mantenerla, promoverla y hasta protegerla.
Ahora, cuando se vuelve a discutir sobre la promulgación de leyes destinadas a garantizar la propiedad social, colectiva y formas socialistas de producción, lo que no implica la supresión de la propiedad privada, menos sobre medios de producción que estén cumpliendo cabalmente sus funciones productivas y con sentido social, los opositores vuelven con la misma cantaleta que afirma lo contrario.
Lo que ha mostrado y reiteradamente dicho Hugo Chávez, es que no va a permitir la existencia de empresas ociosas, dedicadas a sabotear la producción nacional, promover escasez y hasta escamotear los derechos de los trabajadores, como tierras urbanas y rurales ociosas, con fines además especulativos.
Es evidente, que el presidente tiene una profunda vocación pedagógica y aprovecha cualquier circunstancia, oportunidad o coyuntura, para enseñar al pueblo que en cada oportunidad le escucha con atención, asuntos de carácter económico, político, histórico y filosófico que considera esenciales. Él, como no lo hizo aquí nunca ningún gobernante, por creer en la democracia participativa, por revolucionario consecuente, piensa que todos los venezolanos, hasta los más humildes, deben llegar justamente a la esencia de los problemas. Por eso, suele ser radical y en su lenguaje, sin formalismo ni disimulo, a que nos tenían acostumbrados los políticos tradicionales incrustados en el poder, va hasta la raíz de los asuntos o conceptos. Es cierto que, en veces, puede ser propiciatorio que la canalla le tome literalmente para escandalizar e inducir a pensar lo indebido.
Y precisamente, desde la raíz de la cuestión, no puede haber propiedad privada respetable cuando la tierra está bajo relación latifundista y ociosa. Tampoco, cuando en el área urbana, grandes parcelas se mantienen inalterables para lo que el lenguaje popular llama el engorde; es decir, a la espera, no como dice la canción que “te pongas más barata”, sino todo lo contrario. Y menos que, fábricas que deberían estar produciendo para el consumo de la gente y generando empleo, se mantengan cerradas hasta por fines inconfesables. Mientras el pueblo requiere vivienda y sufre otras necesidades. Y hasta, es elemental, que la posibilidad de declaración de utilidad pública de algún bien, está en las leyes de la mayoría de los países del mundo-
En estos últimos casos, como está en la Ley, esas propiedades se pueden declarar de utilidad pública y darles carácter de propiedad social u otra forma que las ponga al servicio de la gente.
Es una falta de honestidad conceptual e intelectual y hasta informativa, cuando se dice por distintos medios, que aquella expresión es algo así como un decreto de abolición de la propiedad, ya no sólo sobre las tierras ociosas, sino de todo cuanto exista. Los enemigos del presidente en acecho, desde varios rincones, vuelven con aquel sonsonete, según el cual el presidente se apropiará de todo, hasta de los muchachos y muchachas.
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