Que el hombre, desde su aparición,
en aquella primera época de los recolectores, inmediatamente empezara
a “probar” ciertas plantas, para experimentar estados alterados
en su conciencia, denota una mezcla de saberes y de miedos. Saber
que se está vivo y que se va a morir enfrenta al humano, solitario
ante un cielo enorme y lleno de estrellas, al miedo a su finitud, lo
que le impone un gigantesco reto: la búsqueda de la inmortalidad.
Es por ello, quizá, que busca
en sustancias de plantas o en frutas fermentadas, “otro punto de vista”
u otro “estado de conciencia” que lo acerque a la comprensión,
no hallada todavía, del absoluto.
Chamanes, brujos, hechiceros
y sacerdotes son testimonio de ésta angustia existencial, de ésta
terrible soledad ante lo desconocido, de donde nacen los dioses en quienes
adoran a su propia ignorancia trajeándola con lo divino.
Antes de que aprendiera a escribir
ya había aprendido a distorsionarse, a alterar su percepción con un
fin curativo, místico y religioso.
“Aun cuando la apreciación
de los “sorpresivos” efectos del líquido resultante de la caída
y fermentación de algún fruto en el agua colectada entre las raíces
de un árbol podría haber ocurrido decenas de milenios antes, no fue
hasta la aparición de la alfarería 10.000 años atrás, que al posibilitarse
los depósitos adecuados, se hiciera factible el consumo de alcohol
como fenómeno social” (Ricardo González Menéndez/ La adicción
a la luz de la ciencia y el Símil./2.008).
Aparece en las sociedades del
hombre, una vez “separado” de su medio ambiente por sus “ciudades”
otra droga no producida por árbol alguno sino por él mismo: “la
mercancía”. El “plusvalor” implica ya un cambio tajante en el
devenir de nuestra historia desde su aparición hasta la actualidad.
El hombre aprende a explotar a otros hombres, inventa la “riqueza”
producida por ésta explotación y pasa a ser la meta y el sentido de
la vida las apetencias de poseer bienes materiales que los distingan
y separen del “vulgo”. Esta creación social del hombre es la que
hoy lo divide en “clases sociales”, terrible manera de clasificar
al ser humano, por la cantidad de dinero que es capaz de proveerse.
El “plusvalor” va carcomiendo
insaciable a nuestras sociedades y “comerciando” con todo aquello
que puede producir riquezas.
Por supuesto que el licor fue inmediatamente puesto en el centro de la mira, la proliferación de alambiques ilegales, para producir alcoholes de distintos tipos, sin ningún escrúpulo en si éstos dañaban a quienes los compraban, fue generando una creciente demanda. Alcoholes derivados de la madera mataron a muchos y dejaron ciegos a una gran cantidad de seres humanos. Al final, éstas bebidas, al levantarse la “prohibición” fueron descaradamente “comercializadas” al punto que en nuestra sociedad sufrimos de una exagerada oferta de licores.
En el transcurso de los años
sesenta, nuevas sustancias sicotrópicas se hicieron masivas de forma
ilegal, con Lucy en el Cielo Con Diamantes, como fondo musical, (cuyos
iniciales en ingles son LSD) la generación de los Beatles fue el inicio
de la generación de la mariguana, el ácido, la mezcalina y la heroína..
y de manera artesanal y minimizada comenzaron sus consumos en aquella
juventud de cabellos largos que pedía una vuelta a la naturaleza y
un chance a la paz. La evasión a través de estos sicotrópicos, su
bohemia rebelde y justificada ante un imperio que asesinaba al pueblo
vietnamita ferozmente, no tardó muchos años en tornarse en el blanco
nuevo y esperanzador de los adictos al plusvalor. Colombia fue la cuna
de los cultivos de las mejores calidades de mariguana y en California,
Timothy Leary y sus grupos, comenzaron a producir distintas presentaciones
de ácido lisérgico, LSD, una droga alucinante, bastante fuerte, complementada
con los productos del peyote, la mezcalina en los desiertos del norte
de México.
A la vuelta del tiempo, otra
droga reservada para los más exquisitos miembros de las altas sociedades,
comenzó a descender para ofertarse públicamente: la Cocaína. Esta
droga, que resultaba maravillosa para aquellos bebedores ejecutivos,
les brindaba una fortaleza ante la ebriedad, dándoles además una gran
elocuencia y rapidez mental. Tardó un poco, pero ya en los comienzos
de los ochenta ocupaba el primer lugar en consumos.
Luego vienen como acompañantes
de orquesta, las anfetaminas, metanfetaminas, éxtasis, crack y cualquier
variedad para completar un variado menú.
Hoy día, al igual que en los
años de la “prohibición” hay fuerzas que luchan por legalizar
a todas éstas nuevas sustancias. El narcotráfico se lleva en los cachos
la moral y la dignidad y al día de hoy, tiene infiltrados los Estados,
los imperios militares, los gobiernos nacionales y estadales y representa
una trasnacional que se pelea los primeros puestos como industria productora
de “ganancia” junto al petróleo y las armas, es decir: la guerra.
Colombia es el primer productor de cocaína, EE.UU. el primer productor
de Mariguana y Afganistán el primero en elaboración de Heroína. Casualmente
son los mismos países a donde el imperio norteamericano a enfilado
sus ingerencias económicas y militares.
Probablemente hay luchas entre
quienes las quieren legalizar y aquellos que rentan enormes ganancias
con la ilegalidad. Pero para nada esa lucha toma en cuenta al hombre.
Son problemas de parcela, de carteles.
La verdad de la droga
es una sola: aquella angustia primaria del ser humano ante la inmensidad,
aquella búsqueda de plantas curativas, aquella búsqueda de los piaches
y los chamanes por la sabiduría y el entendimiento, aquella búsqueda
de la inmortalidad, es hoy un panorama de desolación que actúa como
una terrible plaga que nos destruye. Un 20 por ciento de la humanidad
sufre por un miembro de su familia adicto a las drogas, un 5 por ciento
las consume desaforadamente y son millones los que ya están en los
cementerios o en las cárceles. Cada día aumentan más las ofertas,
los crímenes que agreden no sólo a consumidores y familiares sino
a miles de campesinos desplazados.
La verdad de la droga
es que es el resultado de la enajenación producida por el plusvalor,
la búsqueda de ganancias en manos imperiales.
La verdad de la droga
es que es una invasión silenciosa que nos mata, que no son sólo las
drogas ilegales sino las ya permitidas; los alcoholes, el tabaco, el
chimó, junto a ellas quienes con la fachada de “comercio” destrozan
valores, eliminan el sentido de la vida y destruyen nuestra sociedad.
La verdad de la droga
es que también se convirtió en un gran negocio la “atención”
a las personas “adictas” y que les importa muy poco su recuperación.
La verdad de la droga
es que es un enemigo contra el que hay que ir implacables en los países
que asumimos la lucha por crear el nuevo mundo, el hombre nuevo.
La verdad de la droga
es que es un enemigo importante para la sociedad socialista y que se
debe generar un nuevo modelo para enfrentarla con resultados.
Esta verdad hay que
asumirla combativamente, la droga no debe ser “aceptada” como un
“elemento” más de nuestras vidas que enriquezca a viles intereses.
Es un cáncer que se reproduce diariamente y que tenemos que enfrentar
y vencer.
Esta verdad hay que
asumirla en la creación de los nuevos modelos de vida. Aquí
hay mucho por hacer, muchos errores por corregir y mucho mundo por hacer.
Quizá entonces, y sólo entonces,
tendrá sentido nuevamente aquella vieja angustia existencial de los
recolectores por entender el absoluto, por ahora sólo es permitido
atacar, implacables estos venenos y sembrar el mundo nuevo para llenarnos
de mujeres y hombres nuevos que quizá, probablemente, no necesiten
ninguna de estas sustancias, para entender con amor la inmensidad de
la vida de la que somos parte y comprender el absoluto.
Adelante, siempre adelante!”!