Zitarrosa y Benedetti:
Un día 17 ambos,
veinte años de distancia
…y Montevideo.
(L.R.)
El Negro Rubén Rada declaró que .se sentía feliz “porque en cualquier parte del mundo que voy, Benedetti está protegido”.
Víctor Heredia señalaba: “Cuando nos sentíamos un poco desorientados, buceábamos en maestros como él, o como Pablo Neruda... Fueron talentos que, de un modo u otro se fueron transformando en nuestros amigos”.
Jairo decía: "pocos poetas han sido tan cantados como Benedetti. Algunos poetas no quieren que musicalicen sus poemas pero él tenía una relación natural con los músicos". Y Adriana Varela se sintió reconfortada: "El escritor partió desde su lugar de origen. Yo siempre tenía temor de que se fuera lejos de su tierra”.
Joan Manuel Serrat, cantor de poetas y poeta de cantores lo definió como un hombre en el mejor sentido de la palabra y Daniel Viglietti, hacia donde se volvieron todos los recuerdos al conocerse la noticia exclamó: "hay que ser un poco alquimista y transformar la tristeza en divulgación”.
El recuerdo también se volteó hacia Alfredo Zitarrosa, el otro uruguayo imprescindible en la cadena de eslabones canciones, eslabones poemas que marcan la verticalidad de unas letras sin permiso legal de instalación. Sabían ellos, como muchos, que no siempre lo legal es lo correcto. Hay legalidades impuras (prisión para un poeta en dictadura, según sus normas, por ejemplo) e ilegalidades puras como fueron las canciones y poemas prohibidos que, como dice la cantora Teresa Parodi “viajaban sin pasaporte porque para ellos no hay fronteras.”
Personalmente quien escribe tropezó con Benedetti en la canción, y el encuentro fue terrible y marcador, auspiciado por la voz militante de Pablo Milanés. A tantos años de eso es imposible evitar el erizamiento cuando volvemos sobre ese texto musicalizado: “una cosa es morirse de dolor y otra cosas morirse de vergüenza. Por eso ahora me podés preguntar/ y sobre todo puedo yo responder. Uno no siempre hace lo que quiere/ pero tiene el derecho de no hacer lo que no quiere…/ llorá nomás botija/ son macanas que los hombres no lloran. Aquí lloramos todos, gritamos, berreamos, moqueamos, chillamos, maldecimos/ porque es mejor llorar que traicionar. Porque es mejor llorar que traicionarse. Llorá… pero no olvides”. Y se me empalmó ese texto con la frase de Aquiles Nazoa “Es mejor morir de hambre que de vergüenza” y se empalmó también con Alí Primera cuando en “Canción para acordarme” sentenciaba “No vendas tu canto, que si lo vendes te vendes, que si lo vendes me vendes”.
Y he acá lo que escribió Milanés al enterarse del viaje del montevideano: “Recuerdo perfectamente cuando le conocí en Cuba, en Casa de las Américas. Entonces sí que nos veíamos todos los días. Era el inicio de la Nueva Trova y él seguía nuestros pasos con curiosidad y pasión. No solo eso: la primera gran entrevista que me hicieron sobre mi trabajo ¡me la hizo precisamente Benedetti!.
Siempre he pensado que los poemas de
Benedetti son música pura. De hecho, en cierta ocasión me confesó
que era un músico frustrado. Que le habría gustado hacer canciones
en vez de escribir libros o poemas. De ahí que sus versos tengan ritmo
interno. Tengan tanta musicalidad. Del vasto poemario de Benedetti,
yo elegí precisamente el más difícil. En realidad, es casi una prosa:
Hombre preso que mira a su hijo. Y a él, todo hay que decirlo,
le extrañó mucho cuando le expliqué mi intención, aunque luego le
gustó el resultado. Hace poco le propuse cantar otro de sus poemas.
¡Maldita sea, la muerte se ha adelantado!”
Ahora, leyendo los comentarios en torno
a los últimos años del poeta encontramos que una vez le dijo a Luz,
su compañera: “Sigue llenando este minuto/ de razones para respirar”.
Y habremos de preguntar a Pablo por la complicidad de esta frase incorporada
en el tema del cubano “Yo no te pido”
Y se queda uno pensando también en Joaquín
Sabina y Viceversa, nombre del grupo que le acompañó en una etapa,
siendo también el título de un poema de Benedetti: “o sea/ resumiendo/
estoy jodido y radiante/ quizá más lo primero que lo segundo/ y también
viceversa.” Benedetti es el autor del prólogo del libro “Ciento
volando de catorce” de Joaquín Sabina. En ese prólogo acude a Galeano
para señalar que hoy buena parte de los mejores poetas de América
Latina vuelcan su obra a través de la canción; por ejemplo, Chico
Buarque en Brasil. Los modernos trovadores han cubierto el espacio robado
al poemario y, si se vuelve a considerar el carácter eminentemente
oral de la poesía, se constituyeron en una vieja/nueva forma del poeta.
La musicalidad Benedettiana
Con su sabor de respuesta impredecible Benedetti salió a declarar a Dios mal músico cuando del bandoneón se trataba. “Me jode confesarlo/ pero la vida es también un bandoneón. Hay quien sostiene que lo toca dios/ pero yo estoy seguro que es Troilo/ ya que dios apenas toca el arpa/ y mal.” Escribió “Versos para cantar”, y también “Canciones del que no canta” cantando en ellas. Y los Versos para cantar, y otros, fueron cantados. Nacha Guevara, Daniel Viglietti, Los Olimareños, Numa Moraes, Gianfranco Pagliaro, Soledad Bravo, Carlos Fasano, Dianne Denoir, Washington Carrasco, Juan Carlos Baglietto, Víctor Manuel, Sabina, Serrat, Adriana Varela, Jairo, Milanés, Tania Libertad y hasta Willie Colón y Elena Gil (quien el viernes en la noche desbordó la nostalgia con otros cantores en el Centro Uruguayo de Caracas) están entre quienes cantaron y cantan versos de Benedetti a partir de Numa Moraes quien en 1970 musicalizó “Cielo de 69”. Fue esa la década en la que escuchamos “Hombre preso que mira a su hijo”, “Seré curioso”, conocida como “¿De qué se ríe? entre nosotros por la versión que hiciera Soledad Bravo, “Vamos juntos” y “Cielito de los muchachos” en la cavernosa por profunda voz de Viglietti. Con el tiempo, y teniendo el honor de contar con “Los Olimareños” en territorio venezolano mucho mas cantamos de Benedetti, queriéndolo tanto en la lectura como en la audición. Desde entonces el paradigma que separa a los cantores y a los poetas se hizo añicos en el “porque me da la gana” de los pueblos. Es decir: Gracias por el fuego. En el ejercicio del criterio no dejaremos que se apague, que para ello contamos también con la cuerda del candombe y los tambores. Y los tambores sabemos cómo los toca Dios.
Canciones desque no canta
"Cómo me gustaría
cantar pero no canto;
por respeto no canto,
por respeto a mí mismo y a los otros.
A veces canto en sueños, sin pudores
versos de casi clásicos o sea
de Darío y Machado, de Vallejo,
pero ellos ya no pueden molestarse
porque en el purgatorio no hay audífonos"
(Fragmento)