Pasemos revista por todos los juegos o deportes que hayamos practicado, o
teóricamente conocido por diferentes medios. Observemos que en ellos priva
la desconfianza en los movimientos y estrategias de nuestros rivales; estos
por su parte suelen reflexionar y reaccionar ante nosotros de la misma
manera.
La "Teoría de Juegos y Conducta Social" con inclusión de los computarizados
y analógicos como vivencias cotidianas enseña que estos giran sólo
alrededor del azar cuando los jugadores actúan sin trampas y el juego está
libre de amaño ni apañamientos, es decir sin sesgos de ninguna naturaleza, a
fin de que sea el albur lo que limpiamente dé cuenta del triunfador y
perdedor correspondientes. Pero la mala e incierta conducta subyace
permanentemente como premisa que debe tomarse en cuenta.
En la caza y pesca, asimilados a deportes de sano esparcimiento, vemos cómo
el pescador sin rubor alguno engaña y ceba a inocentes pececillos con su
malintencionada y mezquina carnada. Vemos cómo el cazador coloca furtivos
artilugios en la ruta hacia abrevadero más cercano o a su morada, y así
atrapar sin piedad alguna a su posible y potencial presa.
A las aves en su encantador y alegre vuelo se las elimina a punta de
perdigonazos o "floverazos" manipulados con unas ventaja y alevosía propias
de sicarios. A los gallos de riña de los acaricia, alimenta y da
salubridad para luego llevarlos al cadalso de la gallera donde son
sometidos a sanguinarios y recíprocos picotazos y espuelazos de parte y
parte hasta verlos morir desangrados, infartados o colapsados. Cada jugador
de gallos debe vigilar de cerca las numerosas trampas que suelen imperar en
semejantes riñas. Espuelas falsas, minidosis de drogas, etc. Otro tanto y
más ocurre en la colorida, sanguinolenta y mal llamada "Fiesta" brava.
El fútbol da tantas demostraciones de mañas y malos ejemplos a tal punto de
que dentro del propio escenario deportivo se instalan arbitrarios jueces
listos para sancionar a los infractores del caso mediante tarjetas de
variopinto colores, quienes son hasta "encerrados" fuera de la cancha o
sacados del juego por uno o más encuentros y hasta temporadas de acuerdo a
la infracción cometida. El connotado "béisbol" supone un derroche de
escupitajos y palabras obscenas. Las variadas estrategias estereotipadas e
improvisadas en los juegos de cartas, El "truco y retruco", el "As y ley";
en el dominó y ajedrez, etc., son buenos ejemplos de deportes impregnados
intensamente con pesadas dosis de interesantes artimañas que pudieran
desdecir como buenos ejemplos para los deportistas en ciernes.
Sobre esas bases podemos empezar a desconfiar de todos los deportes mal
vigilados y distanciados un trecho largo de los sanos principios que
caracterizan a los famosos Juegos Olímpicos modernos, aunque estos disten
mucho de sus homólogas y fundacionales Olimpíadas Griegas, de los cuales
pensamos no que eran muy pulcras ni santas que digamos.
De resultas, si pensáramos socialistamente deberíamos repensar hasta qué
punto y para qué nos fueron inculcadas todas esas posibles técnicas o
trucos desde nuestras inocente infancia. Sólo así entenderíamos que
detrás de cada jugada deportiva se deriva una gran desconfianza, que
puede esconderse una engañifa ora de nosotros mismos, ora del contrario en
juego tendenciosamente heredada tal vez de nuestros ancestros más
primitivos e incivilizados, y que como mala conducta al fin deberíamos
superarla para empezar a confiar en todo lo bueno que podemos albergar para
todos y hasta para nosotros mismos.