Es un país de eunucos mentales, donde no hay libertad alguna. El gobierno allí instalado, justamente valiéndose de las deficiencias de sus habitantes, no permite siquiera que se hable del tiempo. Quejarse del calor, la canícula, el frío en las cumbres andinas, está prohibido. Quienes dirigen la oposición clandestinamente, al hablar lo hacen a grito pelado y mirando a todos lados, cerciorándose no ser escuchados por los espías policiales que como cazadores recorren las calles todas.
Un grupo muy grande, con acceso a medios masivos de comunicación, escritos y audiovisuales, usando antena abierta y cables, todos los días, cada segundo de la vida, sin que el gobierno se percate y hasta desafiándole, corriendo graves riesgos, logran hablarle al mundo entero de aquel estado de opresión y de paso aterrorizan y horrorizan.
Los periodistas al servicio de esos medios recorren las calles de arriba abajo, entrevistando a gente que hable mal del gobierno y trasmitiendo aquello en vivo y en directo. Revisan meticulosamente cada rincón, buscando la noticia, que no puede ser otra que aquella que denuncie la ineficiencia y las injusticias de aquel. Ante algún hallazgo, valientemente se valen de cualquier medio para conectarse con su planta e informar con fanfarria, pero con la debida discreción, para no ser descubiertos. Si esto llegare a suceder, lo que hasta ahora no ha sucedido, podrían ir a parar con micrófonos, cables, celulares y sus juveniles huesos, a asquerosos calabozos, especialmente reservados para eso. La suciedad de los mismos, se ha podido comprobar, se debe a que a ellos no entra nunca nadie, ni presos, carceleros o encargados del aseo.
Esos “profesionales de la prensa”, hasta por la falta misma de libertad, obstruyen los procesos policiales para encubrir a delincuentes que se escudan tras la imagen de políticos y dueños de medios; se aprovechan de manotear la cara al mismo jefe policial. Y los calabozos vacíos.
Los diarios, desplegando titulares inmensos y cada cual más escandaloso, por regla general contra el gobierno, se muestran clandestinamente en miles de puestos de venta a lo largo del país, ante la mirada asombrada de la gente, aprovechándose que el gobierno siempre distraído está en otros menesteres. De esa manera circulan por todas partes y llegan con facilidad a sus lectores, quienes les portan sin disimulo alguno, pese a que no hay resquicio de libertad.
Esos medios y la gente común que hace oposición, en la calle, el banco, el abasto, en todos sus espacios, hablan mal hasta de la familia del presidente; y a aquel partidario de éste que intente defenderle, le caen en cayapa. Eso si, deben hacerlo con todo el cuidado posible, para que hasta el agredido mismo no se entere, porque como en ese país no hay libertad ni derecho alguno, no vaya a ser que se les persiga políticamente. Esta discreción opositora es lo que hace que los calabozos se mantengan vacíos.
La falta de libertad de expresión es tal que los opositores cansados de hablar, de denunciarlo en radio, prensa, televisión y radio bemba, salen constantemente del país a hacer lo mismo a nivel internacional. Se toman fotos sonreídos al lado de sus amigos de la OEA, SIP y otras cosas más. Al regresar, en el propio aeropuerto internacional, dicen lo que afuera dijeron y los calabozos continúan vacíos.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), donde no hay ni un solo periodistas, pero si mucho comerciante neoliberal, se reúne en la capital de ese país y denuncia con cobertura total de los medios, hasta de los del gobierno, la falta de derechos que sufren los ciudadanos y la imposibilidad de informar con libertad. Y siendo extranjeros en su mayoría, la representación local es poca, hablan contra el gobierno más allá de los asuntos del ejercicio periodístico, se toman sus tragos al final para celebrar el éxito de la jornada y salen tranquilamente por la puerta mayor del aeropuerto. Y los calabozos se mantienen vacíos.
Como la presencia de la SIP no le es suficiente al bando opositor, pues el dictador cada día sube en las encuestas y la libertad no se avizora, proceden a traer del extranjero nuevos jugadores.
Esta vez, se trajeron varios sujetos; uno nacido en Arequipa (Perú), quien por razones de buen gusto y patriotismo exacerbado, se mudó hace largo tiempo a España. Porque el pueblo peruano votó a favor de Alberto Fujimori y contra Mario Vargas Llosa, éste uno de los visitantes, como muchachito malcriado, renunció a su ciudadanía, condición republicana y se hizo español y monárquico. Lo que revela su madurez, respeto por la opinión ajena y solidaridad patriótica.
Y estos, aprovechando la falta de libertad que hasta a los policías ata, entraron con toda libertad y montaron en el aeropuerto mismo un show demostrativo de la ferocidad gobiernera.
Tres días estuvieron en el país sin libertades, sin dejar de declarar velada y hasta abiertamente contra el gobierno represor y salieron en todos los medios informativos. Se reunieron con un escogido y muy especial grupo, durante esos tres días, en un sitio público y conocido, pese la represión y prohibición gubernamental, para lo cual cada participante nada libre pagó una fuerte suma de dinero. Allí no estaba permitido, por los organizadores, que entrase quien le viniese en gana. A Monederos, profesor español de verdad no reencauchado, quien solicitó inscripción en el seminario y dispuesto estaba a pagar la alta suma exigida, en ejercicio de la libertad que tanto aman y pregonan, no le admitieron. No querían disidencia, opiniones opuestas.
¿Qué enseñaron allí los viajeros portavoces de la libertad verdadera y el novedoso tema de la absoluta libertad del mercado?
Pues nada más y nada menos que en ese país no hay libertad. Y lo dijeron por todos los medios. Hasta el propio presidente usó su programa televisivo para informar sobre lo que los visitantes de la libertad dijeron a los sometidos, atropellados, faltos de libertad que fueron a escucharles.
Al final, con toda libertad y demostrando el respeto de informar y ser informados, se reunieron en capilla sólo con los medios de comunicación opositores al gobierno. Periodistas de este bando, con libertad fueron discriminados por quienes anhelan que en ese país haya libertades.
Y los calabozos continúan vacíos.
Para remate, el dictador, atropellador de derechos, le extendió al de Arequipa una invitación para que debatiese públicamente con un intelectual partidario del gobierno. Para ello ofreció el propio palacio donde despacha y la seguridad que los medios transmitirían el evento y el invitado con toda libertad no recogió el guante.
Y uno, partidario de un estado de cosas donde prevalece la falta de libertad hasta para respirar, celebra que los calabozos continúen vacíos, en ese extraño país.
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