Estos versos de un poema de
Andrés Eloy Blanco, venezolano del siglo pasado, me acompañan siempre
en la vida y es hoy la pista de donde despego para sobrevolar un paisaje
de desbalances y equivocaciones casi desde nuestra aparición
sobre el planeta. Espero que se mantenga intacto en mi memoria, creo
que reza así, escuchad con atención:
“Desbaratando encajes
Regresaré hasta el hilo,
Cuando llegue al final
Seré
mi propio dueño.”
(A.E. Blanco)
Yo soy de los hombres que piensa
que la mejor manera de aprender a escribir es leyendo, así que devoro
incesante todo artículo de opinión que me pase por delante y los clásicos,
donde si soy más selectivo. ¿Preferido? : Carlos Marx.
Carlos Marx no deja
de asombrarme, a pesar de mi testarudez para las matemáticas y los
números, será quizá por eso que mi mejor profesor de marxismo, el
economista Juan José Domínguez (Juancho), no se cansa de decirme que
soy un marxista romántico.
Hay una frase que es primordial
para entender a Marx, es aquella donde nos expresa que una vez que aparece
la plusvalía en la vida de los seres humanos, comienza su enajenación.
Vamos a repetirlo en letras
grandes:
UNA VEZ QUE APARECE LA PLUSVALÍA
EN LA VIDA DE LOS SERES HUMANOS, COMIENZA SU ENAJENACIÓN.
No hay vez que me acuerde de
este poema que no me ilustre lo que es la historia por vivir. ¿Cómo
llegar a nuestro propio origen, al error y corregir el rumbo. Obviamente
fue sin duda ese día, en que un hombre aprendió a poseer y comerciar
con el trabajo de otro, cuando aprendió a acumular y mercadear lo que
producían o cultivaban sus hermanos, no fue sino el día en que uno
de nosotros inventó la mercancía cuando empezó la pesadilla. Hablar
de lo demás, de tiendas, de camellos, de vendedores, de esclavos, de
látigos, de cárcel, de armas, de gobiernos, de imperios, de guerras,
de empresas, de bancos, de límites y países, de bombarderos, de trasnacionales,
de ricos, de pobres y de revolución, ya es lo mismo.
Desbaratar toda la sociedad,
la cultura, la genética será el camino necesario para volver al origen
y dar comienzo al camino perdido. Obviamente el valor de cambio fue
lo peor que pudo ocurrírsele a hombre alguno, toda la historia, los
escritos, las teorías, las rebeliones, tienen el único sentido del
camino de regreso a un día anterior a aquel fatal invento, antes de
que hombre alguno tuviera un dórico en sus manos y lo fuera a cambiar
por una alfombra; más atrás, cuando un hombre coleccionó pepitas
de oro y las fue a cambiar a una mujer para poseer su cuerpo, más atrás,
cuando podíamos pretender ser individualmente superiores y someter
a los otros por la fuerza y .. más atrás… y así este poema me lleva
por la noche de mis sueños, desbaratando encajes y todo se hace
mas sencillo.
Una
palabra que amo se borda en el encaje
más lejano: comunismo.
Todos éramos comunistas cuando
nació la especie, comunismo de común, de comuna, de comunitario.
No hay palabra que se acerque
más apropiadamente al antónimo de egoísmo que la palabra comunismo.
Hay mucho por hacer, límites por borrar para ser de nuevo un planeta,
razas por unir para ser una sola especie, ideologías, posiciones,
dogmatismos, modismos, costumbres, idiomas, culturas por unificar para
poder ser tan sólo lo que fuimos y seremos: ¡!mujeres y hombres del
planeta tierra!
Nada como el final de esta
bella estrofa, que define lo único que podrá ser nuestro: nosotros
mismos, ¡cuando llegue al final regresaré al origen y seré
mi propio dueño!