La corrupción en la sangre

Las generalizaciones son un recurso muy antipático porque suelen servir para sintetizar ligeramente un problema, cuyas raíces son más profundas de lo que en verdad pareciera. Es un facilismo simplista, con toda y su redundante carga. Pero en realidad, hay ocasiones en que la expansión de un fenómeno adquiere magnitudes tales que resulta difícil sustraerse a la salida de meter a todo el mundo en un mismo saco.

Mucho se ha escrito y hablado sobre la "viveza" criolla, ponderada en ocasiones como un extravagante atributo que distingue a los venezolanos, y pocas veces señalada como un síntoma de una degradación ciudadana, que cree que es una virtud alcanzar logros tomando oscuros atajos. Lo mismo podemos decir de la corrupción.

Cultivada, exaltada y magnificada en los tiempos de la Gran Venezuela y afines, sigue su paso campante por entre nosotros sin distingos ideológicos. La ladronería del erario público no es exclusivamente cuartorrepublicana, ni tampoco patrimonio y monopolio de los que los opositores llaman los "boliburgueses". Es más bien una gripe nunca curada que termina convirtiéndose en asma. Se hace casi crónica.

Me escribió un lector en días pasados invitándome a averiguar lo que sucede en las empresas básicas de Guayana; otro me pide que indague sobre la situación actual de Barrio Adentro; una sugiere que use este espacio para denunciar que en un organismo del Estado se otorgan jubilaciones graciosas a funcionarios que no llenan los requisitos, a quienes ­por lo demás­ se les premia su adequismo enviándolos al exterior con un alto cargo diplomático. Hay quienes ven triquiñuelas familiares en juicios donde los parientes se pagan y se dan el vuelto, e incluso otros aseguran que muchos jugosos contratos van a parar a manos opositoras, previo pago de atractivas comisiones. Todas unas perlas de las que esta escribidora no tiene la más mínima idea de cómo abordarlas, como no sea ceder estas columnas para que tengan cabida en ellas.

Apegándome al precepto cuasi constitucional de que todo lo que salga de los medios opositores, sea a través del chisme o de la noticia manipulada, es mentira, me atrevería, bajo el riesgo de quemarme, a decir que los ejemplos mencionados en el párrafo anterior son el producto de una estrategia para desestabilizar. Pero le tengo miedo a la candela. De manera que ya que la Fiscalía se ha mostrado, al fin, dispuesta a abrir averiguaciones, me permitiría sugerirle que hiciera un muestreo al azar y mandara a hacer auditorías para ver cuántas piedras fundacionales que se han puesto en los últimos años son hoy una obra concluida, una realidad palpable, y no una chequera que se ha engordado.

Un lector, que ya es casi conocido de tanto correo que manda, sugirió una vez que las declaraciones juradas de patrimonio deberían ser de obligatoria publicación. Me pareció una innecesaria violación a la privacidad. Hoy, como quiera que el río suena tanto, la propuesta ya no luce tan descabellada y me permitiría añadirle la obligatoriedad de la rendición de cuentas al final del ejercicio de cada cargo. Total, el asma no se pega y el que tiene sus cuentas claras no tiene por qué esconderlas.


mlinar2004@yahoo.es


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Mariadela Linares


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