Tenemos diez años escribiendo sobre un tema que preocupa a todo el mundo, la impunidad, estrechamente vinculado a otro que nos quita el sueño: la inseguridad. Uno da lugar a que el otro se multiplique. Las prisiones nunca se han abierto para acoger a tantos corruptos que han medrado del erario público, en todas las cinco repúblicas que hemos vivido.
Tampoco hemos sabido, y todavía nos preguntamos cuándo llegará la hora, en que vean la oscuridad de un calabozo los torturadores de la democracia representativa, los asesinos de guerrilleros, algunos de ellos muy bien conectados. Menos aún, los que en nuestros tiempos han pisoteado la Constitución y se han burlado abiertamente de cuanta ley exista. La Fiscal perdió su tiempo en ir a la Asamblea a hablar de una propuesta para penalizar delitos mediáticos. No hacía falta.
Los delitos que cometen los medios no se producen por falta de legislación, sino precisamente por ausencia de funcionarios que hagan cumplir las leyes que ya tenemos.
Esta semana, una vez más, una dirigente del chavismo se fue de bruces y quiso hacer justicia popular. Nadie, salvo los militantes de su partido, la acompañó en su aventura de agarrar al toro por los cachos, y terminó presa. Tenía que ser así porque su acción es indefendible. Fue, como quien dice, demasiado obvia. Y por frontal, la agarraron.
Sin embargo, si su actitud cayó mal, mucho peor fue la del señor aquel que aseguró que el Presidente terminaría con la cabeza para abajo, o el que le mentó la madre, o los que han robado parejo en este período, o los que son grabados en abiertas conversaciones conspiradoras, los que dicen que esto va a terminar con un millón de muertos, los que planificaron golpes, los que hablan de magnicidio y los que se reparten el poder como si de una herencia familiar se tratara. El etcétera es demasiado largo y, sin embargo, ninguno de ellos está detenido. La presa de esta semana tiene en su contra, además de su obviedad, que a pocos agrada porque es "demasiado pueblo", "demasiado parecida a lo marginal". Con su pinta y su talante, aunque muchos se sintieron reivindicados en su acto, no tiene otra salida. Va presa.
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