Revolución y vuelta al campo en Venezuela

Ser revolucionario es estar en contra de la sociedad en donde se vive y ser militante de la fuerza que genera la creación de una nueva. Se está en contra de la sociedad donde se vive cuando ésta se torna inhumana y los valores de pocos prevalecen y causan infelicidad en la mayoría, así sucedió en el esclavismo y el feudalismo: Decía Vladimir Lenin que entre las condiciones para que se diera una revolución también debía haber una fractura en la clase dominante y en estos dos casos las hubo. Este es un tema importante pues esas fuerzas de cambio dentro de las fuerzas revolucionarias del pueblo son quienes han apropiado de las nuevas sociedades.  

El esclavista de avanzada entendió que al darle tierras y “libertad” al esclavo se liberaba de la responsabilidad sobre la salud y la alimentación de éstos, resultando que el feudo le representó una liberación productiva y rentable y de esclavista pasó rápidamente a ser un señor feudal. Al igual, luego de establecida la sociedad feudal, aparece el elemento de crisis en la clase dominante, ya desde el siglo 13, aparecen los “Burgos”, que son en esencia pueblos separados de los feudos y más allá de los Burgos, los burgueses, que no eran más que los mercaderes que comenzaron a acumular fuerzas para superar la baja taza de mercado y de venta de mercancía que imponía el feudalismo, ya para el siglo 18, esta ruptura, unida al descontento social, termina con los restos del feudalismo y da comienzo a la sociedad capitalista a partir de la revolución francesa. 

El capitalismo es la sociedad de la mercancía, el valor de cambio, supera el valor de uso y es la sociedad que nos ha llevado a este imperialismo en el que obviamente ya están listas y encontradas las fuerzas de cambio que están generando la nueva revolución. La revolución socialista va contra la hegemonía de la propiedad privada y apunta hacia la propiedad común, pero dentro de nuestras fuerzas de lucha seguro que llevamos como aliados a aquellos miembros de la sociedad capitalista que comprenden su inviabilidad y lo inevitable de la revolución y pretenden asumir la nueva sociedad socialista en su provecho personal como a ocurrido en anteriores revoluciones. 

Dado que nuestra revolución tiene una carga de humanismo, de rescate de valores perdidos y devorados por la sociedad de consumo es deber de los que asumimos esta ruptura social el protegernos y preservar la nueva sociedad para que no lleve en si el germen que en otras revoluciones se convierte en el nacimiento de su propia negación. 

Yo hablo desde el tema de la droga, quienes me conocen lo saben, uno de los mercados más lucrativos y que infiere más daño en esta sociedad que combatimos. De ese tema hablo en muchos de mis escritos, hoy quiero abordarlo desde lo que en la sociedad capitalista se llama “reinserción social” y que no es más que la manera en que a aquellos ciudadanos a quienes luego de presentar deterioros por consumos crónicos, se les “ubica” nuevamente en la sociedad al finalizar su período de tratamiento. Trataré de comenzar a definir y enfocar la nueva visión necesaria para el abordaje de este tema. 

La formación de ciudades agrícolas socialistas es una figura que se presta de manera plena para este momento en que se pretende devolver la dignidad y el sentido a quien ya egresa de un “tratamiento”

No volver a la ciudad contaminada y peligrosa, disponer de una vivienda que no se compra ni se vende, sino que se usa simplemente y fundar una comunidad sin la contaminación social abre el camino de crear avanzadas de lo que será la sociedad socialista. En mi estudio sobre la mejor forma de lograr este objetivo, excluyendo o cerrando el camino a los vicios que pretenden “colarse” en la nueva sociedad parto de la premisa de cambiar hasta de manera lingüística esta fase, reinserción correspondía a su enclavamiento en la misma sociedad que lo enfermó, así que aquí debemos definirla  como auto-inserción, una inclusión conciente y critica a la nueva sociedad en formación,  si un ciudadano que llegó a estados de deterioro víctima del comercio y consumo de sustancias que todos conocemos como drogas ilegales no es el culpable de su enfermedad si deberá ser en éste proceso de auto-.inclusión el responsable de su recuperación y esta misma herramienta, esta asignación de protagonismo será su fortaleza para echar raíces en tierra firme. 

Las ciudades agrícolas socialistas generarán sus formas sociales, económicas y culturales antagónicas a las que aun perduran en las ciudades en transformación y serán muy pronto ejemplares muestras del mundo nuevo, de la sociedad naciente y territorio del hombre nuevo necesario para la transformación. La inclusión de los más excluidos, los que vivieron en la miseria económica y quienes sintieron en su propia vida el daño de ser esclavizados por el comercio vil de sustancias adictivas, es decir: los que no tienen más nada que perder más que sus cadenas, garantizará y preservará el crecimiento de los nuevos valores, en ellas se formará la nueva vida que inevitablemente tendrá en ellos sus defensores luego de que su conciencia les haga darse cuenta de que no son propietarios sino de lo mas enorme y valioso: sus propias vidas. 

Terminaré  citando a mi autor de cabecera en estos días, Paulo Freire, quien nos dice: 

“El proyecto revolucionario conduce a una lucha contra las estructuras opresoras y deshumanizante. En la medida en que este proyecto busca afirmar a los hombres concretos para que se liberen, toda concesión irreflexiva a los métodos del opresor representa una amenaza y un peligro para el mismo proyecto revolucionario. Los revolucionarios deben exigirse a si mismos una coherencia muy fuerte.”

(Paulo freire/Concientización/ Ediciones búsqueda 1.974) 


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Raúl Bracho


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