1 Vivo de lo que escribo. Debo entregar un libro a plazo fijo. Mi computador colapsa. Compro otro que no funciona. Suena el timbre. En situación así, ningún timbre anuncia nada bueno. En efecto, sobre la puerta del jardín me tiran una factura de Hidrocapital. Mientras cae, veo la fecha de vencimiento: 10 de agosto de 2009. Consulto mi reloj calendario. Es el 4 de septiembre de 2009.
2 Antes de que la factura toque el suelo, sacude la cuadra un estrépito de cauchos que patinan, motor a millones de revoluciones por segundo y chirridos de frenos.
Mientras la factura que debo pagar antes del 10 de agosto cae con quince días de demora, con quince segundos de anticipación antes de que toque el suelo, los equipos matavotos de Hidrocapital ya han cortado el agua el 4 de septiembre. La factura caducada antes de llegar es por Bs.
7,76; el tronitronante operativo de corte habrá costado 7.760.
3 Los votantes estamos acostumbrados a vivir sin gota mientras llueve a cántaros, a que los grifos escupan barro, a que las tuberías revienten y los calentadores exploten cuando Hidrocapital irresponsablemente suspende el servicio varias veces por semana incluso si de milagro se ha podido pagarlo a tiempo.
No nos sorprende entonces que para pagar facturas que siempre llegan dos o cinco semanas después de vencidas debamos fabricar una Máquina del Tiempo, viajar al pasado y encontrar que ni siquiera así podemos cancelar recibos que no nos han llegado todavía. Lo que sorprende es que impongan viajar al pasado en fechas tan triviales como el 10 de agosto de 2009. Si de pedir imposibles se trata, podrían exigirnos que retrocediéramos al 4 de junio de 1830, a ver si evitamos el asesinato de Sucre en Berruecos. Pero no.
Hidrocapital quiere que se pague el 10 de agosto de 2009 una factura que llega hoy 4 de septiembre del mismo año. Día viernes.
4 El asesino serial de votos premedita todos los detalles. No basta con hacer llegar facturas después de vencidas o nunca: su camión debe cortar el líquido precisamente el día en que el infeliz votante apenas logrará llegar a hacer cola antes de que le cierren la taquilla en las narices. Pues el corte no descansa, pero Hidrocapital sí. El viernes, día favorito para cortar el agua, implica que el futuro votante se quedará a secas por lo menos viernes, sábado, domingo, lunes y martes antes de volver a tener una gota. Esta situación garantiza el mayor genocidio de votos cuando se aplica a hogares con niños, ancianos o enfermos. Escribo estas líneas el martes 8 de septiembre, y todavía no me han restablecido el servicio que pagué el lunes. El ser humano aguanta treinta días sin comida, cinco sin agua; el votante, quién sabe.
5 Matar un voto es fácil: localizar al asesino, casi imposible. Si las facturas de Hidrocapital están desubicadas en el tiempo, sus taquillas son inubicables en el espacio. Quienes duden de que en el Holocausto de votos hay un sistema, examinen cualquier factura de Hidrocapital para enterarse dónde pueden cancelarla. Las direcciones son enigmáticas. Por ejemplo, hay un punto de pago en "Avenida Andrés Bello, Centro Andrés Bello". Basta revisar uno por uno los 10.847 edificios de dicha avenida para cancelarla cómodamente. Para que votante sepa a quién debe agradecer el maltrato, en el recibo Hidrocapital se autoproclama: "Una herramienta de la revolución".
6 Para matar un voto, haz matar el tiempo al votante.
El Código Civil legisla que los débitos se pagan en el domicilio del deudor. El abuso neoliberal obliga al infeliz a peregrinar cual siervo ante la taquilla de la empresa. Ello significa además de la pérdida del voto, la pérdida de medio día de trabajo por peregrinaje. Basta multiplicar el salario promedio diario por la cantidad de usuarios obligados a desperdiciar así su tiempo para saber la merma que ello causa en el Producto Interno Bruto. En abril debí sacrificar medio día para satisfacerle a Hidrocapital la impresionante suma de Bs 1,55. Si cada usuario invirtiera media jornada en cada cancelación de servicio, nadie trabajaría. Por fortuna, las administraciones que funcionan permiten a sus clientes ponerse al día automáticamente con cargo a sus cuentas bancarias.
Así solvento con toda puntualidad luz, teléfono, aseo urbano.
Pero el votante ya conoce que basta que algo funcione para que Hidrocapital lo rechace. A sabiendas de que en el subdesarrollo todo adelanto es un atraso, ofrece recibir pagos por Internet. La última vez que traté de bajar una planilla de otro despacho, estuve seis meses intentándolo. Si no saben que la causa debe preceder al efecto, ni qué es una cuenta bancaria, ni dar una dirección, ¿sabrán de informática?
7 Despierto por el escándalo en la televisión. "Tenemos gobierno nuevo ¡Gracias, medios de comunicación! ¡Gracias, Hidrocapital!" grita Napoleón Bravo. Una inexplicable cantidad de abstenciones que equivale exactamente a la de usuarios maltratados, ha decidido el triunfo de la candidatura opositora de Pedro Carmona Estanga. No se trata de que haya cuatro millones de oligarcas: los sumisos usuarios enviaron sus votos por el sistema mediante el cual Hidrocapital logra que sus facturas lleguen ya vencidas, y los sufragios arribaron después de caducados. Un batallón de marines y de paracos lleva en hombros a Miraflores a los técnicos responsables del milagro. El dictador les impone la medalla del Purple Heart. Los técnicos le entregan una factura que debió ser pagada antes del 11 de abril de 2002. El ministro de Relaciones Interiores Henry López Sisco los escolta a un lugar de donde nadie regresa. Despierto perlado en sudor. No hay ser humano o votante que no sea afectado por el preciado líquido. El intento de privatizarlo desencadenó la Guerra del Agua en Cochabamba y la bancarrota electoral del gobierno neoliberal en Bolivia. No se debe jugar con agua. El agua es votos, no los malgastes.
luisbritto@cantv.net
http://luisbrittogarcia.blogspot.com
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