La Biblia es, en primer lugar y de manera definitiva, anticientífica, aunque para muchos contenga verdades aparentemente irrefutables. ¿Por qué?: es mucho menos creíble e imposible de comprobar en un laboratorio que una culebra haya tenido la facultad de hablar que un hombre salir en estado de gravidez para dar a luz una criatura humana. Por otro lado, ninguna ciencia –ni natural ni social- ha dado una sola prueba a la humanidad de que Eva y Adán hayan tenido conocimiento alguno de lenguaje. Este, fue el producto del progreso en un largísimo período histórico en que el hombre y la mujer dependían, para su forma de vida social, mucho más del uso y movimiento de las manos que del resto de órganos del cuerpo humano.
Para la naturaleza no fue Dios quien perfeccionó las manos del hombre, sino la necesidad del trabajo en tiempo de miles de años y del desarrollo de la vida misma. La naturaleza sabe que “... el número y la disposición general de los huesos y de los músculos son los mismos en el mono y en el hombre, pero la mano del salvaje más primitivo es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas por la mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás un cuchillo de piedra, por tosco que fuese”, dice Federico Engels y tiene razón.
Cuando las manos, en el largísimo período de miles de miles de años de la transición del mono al hombre, se hicieron libres, adquiriendo cada vez más destreza y habilidad, éstas se fueron transmitiendo de generación en generación perfeccionándolas más que antes. Así fue como se llegó a la conclusión que la mano no solamente es órgano del trabajo, sino igualmente producto de él. Sin embargo, la mano es un órgano de todo un cuerpo. La perfección de las manos y la adaptación de los pies para caminar en posición erecta, influyeron notablemente en otros órganos del cuerpo humano. Gracias a las manos que hizo posible la naturaleza, para que el hombre la dominara y la trabajara con racionalidad en muchas de sus partes, se ampliaron las perspectivas del ser humano para la vida social, logrando descubrir en las cosas propiedades que antes le eran desconocidas. Por algo el teólogo Tomás de Aquino, enemigo de la ciencia y amante de la Inquisición, terminó convencido que “Habet homo rationem et manum”, es decir, la mano liberó a la razón y produjo la conciencia humana. Antes de finalizar el llamado segundo milenio (1000-2000 después de Cristo o de nuestra era), el Papa Juan Pablo II reconoció que Dios no hizo al hombre sino que éste es producto de la naturaleza misma. De esa manera la ciencia se anotó un triunfo en su prolongada lucha, muchas veces conflictiva pero de prolífera investigación, por las demostraciones científicas que la Inquisición se empeñó en negársela con violencia y sufrimiento bajo el ardor de fuego intenso.
El trabajo no puede limitarse a una exclusiva relación de individuos particulares, sino que debe y tiene que ser una función social. Esto hizo necesario la comunicación entre unos y otros para poder entenderse, intercambiarse palabras y opiniones para identificar y explicar las cosas. La necesidad crea su propia respuesta y por eso, de esa manera, se formó el órgano para hablar. De tal manera, como lo explica Federico Engels, “... la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero firmemente, mediante modulaciones que producían a su vez modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro”.
El lenguaje no sólo ha sido de vital importancia para la comunicación del ser humano con el ser humano, sino también para su relación con la naturaleza que lo creó para que hablara y escribiera. El contacto o relación del ser humano con los animales, por ejemplo, ha logrado que se desarrolle, en algunos de éstos, un oído altamente sensible al lenguaje articulado, haciendo que entiendan, en el contexto de sus representaciones, la comprensión de cualquier idioma. Así lo han demostrado el delfín, el caballo, el perro, el gato, el camello y tantos otros animales que antes todos eran salvajes. Lo que no perdona la naturaleza, es el maltrato tan depredador y la capacidad de exterminio del hombre para con los animales, porque le alteran su principio de equilibrio de fuerzas ecológicas. Y lo otro, que hiere en demasía a la naturaleza, es que no ha podido convencer al hombre para que en cada etapa del desarrollo social, las contradicciones se fueran resolviendo mediante el poder de la palabra y el lenguaje y no de la violencia.
La naturaleza siguió siendo sabia cuando hizo que las aves tuvieran sus órganos bucales radicalmente diferentes a los del hombre. Pero lo más sorprendente es que el loro, quien mejor habla en imitación al hombre, es quien posee la voz más repulsiva de todas las aves y llega, sin traspasar el límite de sus representaciones, a entender también lo que está diciendo. Si un loro se percata que el padre de familia regaña a su esposa o sus hijos con palabrotas consideradas como “inmorales” por la ética burguesa, no tendrá inconveniente en responder con esas mismas palabrotas cuando alguien de la familia lo regañe por alguna de sus travesuras cometidas. Así la naturaleza quiso que el lenguaje fuera el fruto del trabajo con el trabajo, mientras que dejó para los animales sonidos y ruidos para identificarse los unos con los otros. Ya podemos entender acá que una culebra –ni siquiera por imitación- es imposible que haya hablado o pueda hablar algún día, salvo que sea de esas de juguete que elabora el ser humano y le introduce una voz que puede dejarse escuchar por algún determinado mecanismo técnico como suelen ser, hoy día, muchísimos juguetes para niños y niñas.
El hombre, en su desarrollo y de acuerdo a específicas condiciones comunes por regiones, logró crear o inventar idiomas diversos evitando que la humanidad entera se entendiera o comunicara con el uso de un solo lenguaje. Aún así, dice León Trotsky, que es “... indudable que el idioma vive y se desarrolla produciendo nuevas palabras y desechando las que se han hecho viejas; pero en general, actúa con grandísima precaución, cálculo y severidad. Toda gran época imprime su sello sobre el idioma. Este recoge al principio gran número de nuevas funciones; pero después procede a una especie de revisión, y rechaza todo lo superfluo y extranjero”. Si la naturaleza hubiera concedido sólo a los animales la capacidad de adquirir lenguaje, el hombre sería, junto a la vida, una monotonía insoportable por los alaridos horripilantes e insoportables de su comunicación.
Lo cierto es que en la Biblia se dice que Eva se dejó cautivar por la culebra, que era Satanás, comió la manzana e hizo que también Adán lo hiciera. Si aquel tenía la potestad de transformarse en culebra y hacer real, por medio del comer la manzana, el sexo entre el hombre y la mujer (la única manera posible en ese entonces de lograr la reproducción de la vida humana), debería de haberse explicado ¿el por qué Dios no creó más seres humanos si había creado a Adán del barro y a Eva de una costilla de aquel? Si Dios haciendo el papel de fiscal y juez, luego de un interrogatorio y respuestas de los acusados, por modulaciones, que no tuvieron un leguleyo que los defendiera o asistiera, no fue capaz de perdonar a los “pecadores” y los condenó a muerte, ¿cuál fue la razón para su misericordia con los posibles hijos o hijas que tuvieran Adán y Eva si él estaba facultado para hacer nuevos seres humanos teniendo ya la experiencia que los dos primeros creados por él cometieron un pecado mortal? Tendríamos, finalmente, que preguntar: ¿cómo se hubiese producido la reproducción humana si Eva no hubiese comido la manzana y hecho que Adán también lo hiciera, lo cual les permitió realizar el sexo? ¿Cómo sería la humanidad si no hubiese sexo entre el hombre y la mujer? ¿Valió la pena que Eva pecara y obligara igualmente a Adán a cometerlo?
De la misma manera sería interesante que alguien nos explicara ¿cómo fue la reproducción humana si Eva y Adán procrearon por hijos a Caín, Abel, Set, pero no nombran ninguna hija aunque se dice que sí las tuvieron? ¿Por qué Dios permitió, si en verdad Eva y Adán tuvieron hijos e hijas, que la raza humana se fuese incrementando por el método de la promiscuidad, lo cual se evidencia en tener relación sexual entre hermanos y hermanas o de hijos con la madre?
¿Valdría la pena sacar del mercado la manzana? ¿Cuál fue el motivo del pecado en los animales para que éstos tuvieran sexo? ¿Sería la misma “bendita” culebra o sería que se comieron un pobre loro que imitó a Satanás?