“Delpinada” debe su nombre a una famosa sátira que unos intelectuales de la época guzmancista y federalista le dedicaron a un mediocre y ramplón poeta, de nombre Francisco Delpino y Lamas.
Como buen ignorante y petulante, ese poetastro con ínfulas de vocación lírica requería urgentemente ser ridiculizado. El creador y copartícipe de esa bufonada criolla y caraqueña fue Vicente Romerogarcía, mejor conocido como autor de Peonía, obra costumbrista venezolana. (L. J. Lovera de Sola, Prologuista de Peonía, Alfadil Ediciones, España 1981)
La sátira como estilo mediático precedió a La Delpinada. Cada vez que los críticos de un gobernante o de una clase social deban echar mano al teatro, al humor gráfico, en un intento frustrado por burlar la censura política, se ejercitan delpinistamente.
Se cuenta que un Rey español a quien apodaron El Grande perdió muchas tierras previamente conquistadas por sus predecesores. Una noche unos “guarimberos” hicieron un agujero frente al palacio del Rey y colocaron un grafiti que decía: “Mientras más tierra le quitan, más se crece.” (Tomado de Santiago Key A. Obras Selectas, Ed. Edime, Madrid 1955).
Nuestra Delpinada teatral ocurrió en los tiempos del Federalismo efervescente durante los cuales la figura del déspota ilustrado y autócrata Antonio Guzmán Blanco termina crecida ante tanta ignorancia generalizada, y halla en los presidentes Linares Alcántara, en Crespo y en Hermógenes López sus más fieles seguidores.
A este AGB sólo podían comparárseles el ya difunto Bolívar, y Páez quien sale del juego en 1873. De este personaje se dice que fue el único político-escritor venezolano que para entonces ya tenía claros los efectos de la Segunda Revolución Industrial, y luchó teóricamente por sembrarla en Venezuela, es decir, por montarnos en los procustianos carros de un Capitalismo que en nada ha beneficiado ni beneficia a los trabajadores que con este se contaminan.
Vicente “Romerogarcía” fue un escritor de naturaleza molieriana, un escritor oscuro como víctima que fue de la censura que han sufrido siempre los hombres cuando los asiste la verdad no concordante con los gobernantes de turno.
Guzmán Blanco halló en Romerogarcía uno de sus más y mejor dotados críticos. Fue representante de la verdadera oposición, y no de la politiquera como la que llevan actualmente a cabo los insepultos del “Puntofijismo” nacional.
Hoy nos encontramos con una “delpinada” históricamente evolucionada y concordantemente alineada con los requerimientos económicos de este Siglo XXI. Sus protagonistas son todos los países que vienen engatusando a nuestros gobernantes contemporáneos, a quienes colman de elogios, de fingida admiración y de unas loas y apologías que jamás han rendido a sus respectivos connacionales.