El Carácter Histórico de las Asentaderas

Aquí no se trata de la parte erótica: Se trata sólo de percibir la relación directa, aunque no necesariamente lineal, entre el volumen y prominencia de las “asentaderas” y el grado de civilización alcanzado generacionalmente a lo largo de la existencia de la especie humana.

Ocurrió que en las primeras etapas, correspondientes a la infancia de las sociedades, las asentaderas quedaron establecidas como órganos para sentarse, y de allí su nombre, y de allí también la causa de su gran contenido de tejido adiposo, muy adecuado para que las personas (de ambos sexos) de entonces se posaran y descansaran o trabajaran. Y tómese en cuenta que lo realizaban a cuerpo limpio, en contacto directo con la Naturaleza, vale decir que echaban glúteos a cualquier rolo 'e palo, a una piedra o al suelo para sentarse con sus mullidos órganos.

Con el correr de la civilización fue diseñado un mueble conocido con el nombre de silla, que primeramente fue uno que otro pedazo de madera, un taburete tosco y duro, pero soportable gracias a la ampulosidad glútea que seguía reinando. Pero la civilización continuó su incesante proceso de desarrollo, y progresó más aún, como así lo hizo en una que otras regiones del globo terráqueo, aunque lo hizo de manera desigual y combinada.

De resultas, hubo civilizaciones que perfeccionaron aquella silla hasta convertirla en un mueble que, si bien podrieron haber conocido de su existencia, muy probablemente no todos la usaron por limitaciones económicoclasistas. Me refiero a que hoy hay sillas dónde apoltronarse, donde repantingarse y artificialmente mullidísimas, las mismas que, diseñadas por las sociedades más avanzadas o más industriosas, hicieron que progresivamente la función original de los glúteos de la clase de mayor poder adquisitivo fuera desaplicándose hasta virtualmente extinguirse, hecho este que se manifestó en una progresiva reducción de su volumen de adiposidad y de su característica y “encantadora” curvilinealidad.

En paralelo, existen personas que apenas cuentan con un (1) mesa multifuncional que les sirve de silla, de comedor , de caballete, de sofá para algunas visitas, de escalera y hasta de tranca para la humilde y riesgosa vivienda que perfectamente armoniza con su atraso, con su pobreza y con su condición de proletario, e independientemente de su grado de preparación técnica, académica o artística.

A propósito y viene muy bien al caso: El inolvidable periodista, escritor y crítico literario, barcelonés, Mario Verdaguer (Medio Siglo de Vida Barcelonesa, 1957, Editorial Barna, S. A.) nos dejó parte de la ejemplarizante biografía del brillante y humilde Pintor uruguayo, Rafael Barradas. Este artista con su material miseria, “sin un céntimo en el bolsillo” llegó a Barcelona (1925) con su sorprendente y gigantesca carga de estoicismo, para “vivir” en una “carcomida casita” sita en un no menos deprimente suburbio de la filoartística Barcelona, y en la que como único mueble había una mesa adosada a la pared que le servía de caballete, de mesa de aplanchar y como asiento para sus apretujadas visitas que con grande admiración por su arte religioso(Jesús, Carpintero, Jesus, Albañil; J., Panadero y mil oficios más, muy propios de los pobres de siempre, y los de su recordado Uruguay) lo acompañaban durante programadas y periódicas reuniones de la pléyade española más acreditada de marras. “Ese hereje de la pintura, tal vez más que Picasso y que Juan Gris, había encontrado una sorprendente manera personal de renegar de los clásicos. Sus imágenes cazadas a lazo en la vasta pampa americana de su mundo interior, se estrellaban de un batacazo contra las telas de los cuadros y no quedaba nada de la fría serenidad académica”. (Ad líteram sin negrillas).

Así, pues, todo ello mientras en otras latitudes en la clase más trabajadora pero pagada, donde hubo rezagos civilizatorios y ha seguido imperando el régimen clasista gobernado por la clase dominante, valga la redundancia, y por razones inoportunas de mayor detalle, la ampulosidad de los glúteos siguió vigente y se conserva casi sin alteración alguna, a manera de continuidad biosocial que sigue siendo muy útil hoy, como ayer, para que esos glúteos funcionen para sentarse en cualquier orilla de acera o en un tosco y duro pupitre escolariego, en la tangente del tubo más cercano, y hasta para hacerlo en el suelo pela'o.

De manera que cuando usted vea glúteos prominentes, haga por segundos abstracción de su eroticidad, y mire en ellos sólo visos de de un primitivismo atávico en sus propietarios o portadores. De allí la relación entre la ampulosidad glútea y su arcano origen histórico y primitivo.


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Manuel C. Martínez M.


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