La paz no tiene dueño

En algún momento del lejano pasado de la humanidad surgieron las asimetrías sociales. Aparecieron los excedentes de la producción material, cuyos poseedores aprovecharon para extender sus posesiones y después apropiarse de la fuerza de trabajo de los desposeídos. A partir de ahí se truncó la paz e inició el conflicto, la colisión social, política y la guerra.


Como vemos la hostilidad y la agresión son hijas de de la desigualdad y la injusticia social. La paz verdadera se acaba al salir la explotación de humanos poseedores sobre humanos despojados de medios de producción. Con ello la discriminación, la expoliación, la exclusión y las humillaciones de todo tipo asoman con su rostro de egoísmo y crueldad.


Además nos damos cuenta de la existencia de una correlación entre paz y libertad. Entendiendo la libertad verdadera como la realización en la práctica, no en la retórica o en la letra muerta de las Constituciones de las Repúblicas, de los derechos humanos universales e inalienables. La autonomía, la unidad, la coherencia de las naciones, la plenitud de derechos y la dignidad de los pueblos y, la tranquilidad como consecuencia y complemento para disfrutarlos y engrandecerlos es una condición objetiva de consustancialidad. Se recrean, se alimentan se determinan una a la otra.


Pero, afloran las dudas y los trucos que la vivaz y escurridaza realidad nos coloca en la vida. La historia se ha hecho por actores sociales en choque frontal, resolviendo los períodos de crisis con cambios cualitativos y proyectando fases de paz y estabilidad. Como la paz no es una abstracción está trenzada a las subsecuentes contradicciones y antagonismos sociales y políticos inevitables, con lo que las clases dominantes se apoderan del concepto de paz, falsifican su contenido y la prostituyen.


Se opera una mutación en la hermosura de su genética, germinando un espécimen deforme y macabro, estático y obtuso con etiquetas como: “La Pax Romana”, el “Nóbel de la Paz” a Barack Obama quién ha firmado varias órdenes de invasión, ocupación e injerencia del ejército de Estados Unidos, instalación de bases militares y radares para la guerra en América Latina y Asia.


Se adultera intencionalmente la naturaleza de la paz, y de pronto, las amplias masas sufren el asedio psicológico de la prensa, desde estrados y templos que blanden una espantosa bandera de “paz”, cual oscuro capote para tapar la putrefacción que se fermenta bajo el cascarón de las apariencias y el maquillaje del orden establecido.


La paz como derecho fundamental de los seres humanos no es monopolio de nadie, no le pertenece en exclusividad a individuo o república, o lo peor, no es dable administrarlo como propiedad privada de persona jurídica o sociedad anónima alguna; es decir, no tiene dueño. ¿Será que hay quienes han patentado la paz ante los organismos económicos internacionales acogiéndose a las normas de propiedad intelectual?


Por otra parte, toda iniciativa para fortalecer, promover y cultivar la paz debe ser bienvenida donde, como y cuando sea. El sentido común indica que sería paradójica una reacción negativa hacia aquella propuesta o actividad que tiene por objeto incentivar las ideas acerca de la paz y estimular la labor por la paz.

Pensamos entonces que la bulla fustigando un espacio para remozar la voluntad de paz, suena como un disparate. Quizás se agita en el recelo mezquino de un fantasioso mito de pacifismo, imaginado por la ideología nacionalista de la oligarquía criolla, ungida por los dioses del olimpo.


En la construcción de la paz todos los pueblos tenemos algo vivificante y mucho que decir. Todos hemos perdido la paz en etapas distintas, sabemos como crujen los dientes al sentir el dolor de la sojusgación, los grilletes y las cadenas del oprobio. Todos han luchado por recuperarla, conquistarla, entenderla y desarrollarla.


Todos los pueblos tienen un acervo labrado en el fragor de la batalla, en la gestión social y política, con el sudor anegando el surco, con las emociones del alma, el coraje y el amor. Todos podemos contribuir con la obra de la paz.


Todas las naciones hoy esbozan un derrotero con rasgos particulares y comunes por la autodeterminación, la independencia, la soberanía y el bienestar colectivo. Dígase, por la amistad, la felicidad y la paz.


La razón y el sentir aconsejan abogar por la confluencia y la unidad de los pueblos para alcanzar el sueño definitivo de la emancipación; que no es otro que el horizonte de la paz. Pues, insoslayablemente nos seguimos alfabetizando con el significado y la perspectiva de la P, A, Z de la paz verdadera, justa, culminante.


Todos estamos en el escenario de una sociedad en proceso de transformación, es prácticamente una obligación intercambiar nuestra experiencia histórica, hay que enseñar y aprender en un taller pedagógico multinacional evolucionando en cardinal compromiso. Ascender a tal plano de sabiduría requiere infaliblemente de una dosis suprema de humildad. Esa es la clave de la superación, del salto de calidad al futuro de paz, de la libertad sublime.


El discernimiento exhorta al apoyo y la alegría por un proyecto, que alienta probadamente, una plataforma de paz: Bases de paz ante las amenazas de la guerra y la angustia de la violencia. Hacer otra cosa es sencillamente evocar la soberbia en nombre de la alienación.


La paz no se instituye por decreto o se le vacía de su contenido profundo, edificante y vital con gestos de petulancia totalitaria; se vive como ciudadanos de la patria grande, se acaricia en el decoro de la lucha por el cambio y se escribe con versos de heroísmo cotidiano en páginas de poesía e historia.



(*)Miembro del Círculo Bolivariano Yamilet López
San Ramón-Costa Rica



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Oscar Barrantes Rodríguez(*)

Dirigente de los Círculos Bolivarianos, comunicador alternativo, Director del periódico La Voz del Valle

 lavozdelvalle2@yahoo.es

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