La oposición conduce a Venezuela a una era que dejará pálida la de Pericles. Expongo sólo algunos de los tantos indicios.
El 11 de diciembre de 2002 la Gente de la Cultura apoyó el heroico paro patronal de aquellos días con una frase digna del bronce y de figurar en el frontispicio de las futuras historias de la literatura venezolana:
“Es un paro nacional con la contundencia de ser el primer paro total de todas las operaciones de la primera industria del país”. Tres redundancias en 23 palabras. Guinness, ¿dónde estás? Con razón aclamaron a Carlos Ortega, nuestro Príncipe de Ingenios, seguían a Carlos “De Que” Fernández y les gusta tanto Bush.
Ha poco, una nerviosa escritora, cuyo nombre quiero proteger, acusó al Presidente de padecer de “analfabetismo escritural”.
¿No revisan lo que redactan? Toda una hemorragia de sangre. Pronto hablaremos de relojes de tiempo, como Rómulo Betancourt. ¿Estaremos ante una novísima escuela literaria que proclama la estética de la redundancia?
Alberto Quirós Corradi redefinió la historia del arte en Venezuela al atribuir a Francisco Narváez la escultura de María Lionza. Y el país que pensaba que era de Alejandro Colina. El caso más reciente -¿será el último?- es del insigne periodista Omar Pérez, quien en su artículo Recordando a Santillana, publicado en la página 43 de este periódico el miércoles pasado, informa que las Coplas de Jorge Manrique son del Marqués de Santillana.
Supongo que las Serranillas de Santillana son del Infante Juan Manuel y Fuenteovejuna de Calderón. La “Venus manca de Milo”, como la llamaba Betancourt, es de Rodin, como en aquel cuento de Cortázar, “La foto salió movida”. Extraña “comportación”, como la llamaría Ricardo Koesling, el de la cañita. Tales accidentes suelen ocurrir a cualquiera, e impetro a diario a los dioses para que me protejan de ellos, pero últimamente como que sólo le pasan a la cultísima oposición venezolana.
En la serie Holocausto, marido y mujer judíos discuten:
ella insiste en emigrar de la Alemania nazi. Él le argumenta:
“Este es el país de Goethe, de Beethoven, de Schiller”. Ella le responde:
“Lamentablemente no son esos los que están mandando ahora”. Me consta que hay intelectuales de gran valía en la oposición, pero ¿por qué se dejan arrinconar?