Digo discapacidad y aún me queda el sabor de que no hemos logrado la palabra adecuada, correcta. Se que corresponde en mejor forma que las anteriores: mutilados, mochos, ciegos, paralíticos, sordos, brutos, mongólicos, retrasados, especiales, y cualquier otra que se me escape. Me sigue sonando a menos, a sub capaces, a inferioridad.
La suerte que he tenido en mi vida de tener contacto con estos seres, cualquiera de ellos que simplemente son diferentes, que por razones naturales o accidentales son personas con movilidad o funcionalidad disminuida, pero que no por eso son menos seres humanos, quizá lo contrario, por eso mismo personas que se aferran y aman y valoran hasta con más propiedad a la vida que los demas, que se me ocurrió pensar en que de igual manera podría yo llamar a los que no tienen ninguna discapacidad, simplemente personas incapaces.
Tanto le debe estar molestando lo que escribo, amigo lector, como a cualquier persona que tiene que afrontar la vida con alguna desventaja le debe molestar el ser timbrados, definidos, llamados, clasificados, etiquetados con la otra palabrita tan parecida que para usted es usual: discapacidad. ¿Por qué incapacidad? Por su falta de capacidad para entender y aceptar que quienes comparten la vida con ellos en desigualdad de condiciones tienen los mismos derechos humanos que ustedes. Incapaces de tratarlos con amor, con igualdad, con equidad y sobre todo, con fraternidad, hermandad y solidaridad.
Incapacidad de superar el yo superior que nos mira y nos determina ya como personas que merecemos su lástima y su compasión. Incapacidad de asumir lo injusta de nuestra sociedad, tanto para todos como para quienes viven en condiciones diferentes e incapacidad para ser generadores de cambios hacia una mejor y más justa sociedad.
El dolor más grande que puede sentir una persona con facultades disminuidas es su dignidad, el dolor del rechazo y la segregación, la exclusión y el sentimiento que quienes le rodean le hacen sentir al no fraternizar con ellos. Quería escribir hoy tantas cosas que a diario guardo en mi alma cada vez que en la calle me los encuentro.
Para mi, las personas con discapacidad, son seres superiores a los incapaces, mucho más!, hermosas y valientes personas que salen a la calle solos, casi sin vista, o sin facultad de marcha, o con desórdenes de conducta, o sin facultad de escuchar, o en sillas de rueda o muletas, salen solos y con todo su coraje a la acera, al mundo. Salen con la ilusión de vivir la única vez y posibilidad de vida que llevan en su interior, con un amor tan profundo hacia si mismos, muy superior al de muchos que teniendo sus facultades enteras, desperdician su tiempo y su sentimiento. Para mi cada encuentro con cualquiera de ellos es un encuentro que me alegra sobremanera, sólo tengo que sonreírles y decirles cualquier palabra, para que me correspondan con miradas y palabras profundamente humanas. Sólo basta con que les ofrezca mi apoyo solidario, sin complejos caritativos o santificados, sino la mano simple de un hombre hermano y sincero, para que me la estrechen y me llenen de esa grande y enorme fuerza con que aman y asumen cada día de sus vidas, y más allá, cuando encuentro niños en sillas que ni pueden hablar, con cuadros de autismo severo, igual basta una mirada apenas para que del fondo de su ser me regalen las sonrisas más tiernas y hermosas que guardo en mi corazón.
Yo me entrego a esta causa sin la menor intención de pretender altares o beatitudes, lo hago con una pasión que cada vez me ha hecho quererlos más a ellos y alejarme de una multitud de seres normales que se hacen insensibles e incapaces aun siendo la mayoría, los disfruto más y más y los prefiero, es algo que me ocurrió sin darme cuenta, disfruto igual el amor de las madres y padres, hermanos o novias y novios de alguna persona que conviva con una diferencia, ellos igual han aprendido esto que yo aprendí, ellos aman profundamente a estos seres, hasta más allá del propio sentimiento familiar, quieren al suyo y al de la calle, los aprenden a amar a todos y creo que comparten, igual que yo, esta compasión hacia la sociedad normal, hacia los capaces, los incapaces de entender que ser diferente es normal.
Seguiré buscando la palabra adecuada, porque discapacidad aun estigmatiza y pone por encima a los que se creen que son los capaces y seguiré buscando la forma de que todos entiendan las hermosas almas que habitan en las personas que simplemente son diferentes.
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