1 Cada vez más se vive sin un plan: existir se vuelve un efecto de presencia.
Cuando niños, desde los urinarios, los pizarrones, los cuadernos, desde cualquier superficie susceptible de ser rayada nos vigilaba el garabato del Asomado, ese muñeco que era puros ojos y que a veces sobre el cráneo calvo lucía un pelo único enroscado como una interrogante. El Asomado no tenía expresión, porque se la tapaba el borde desde el cual atisbaba: sus ojos desorbitados y a veces bizcos no pretendían recordarnos su existencia, sino la nuestra, que se desconcertaba al ser contemplada por la Nada. Doblemente se sobresaltaban las niñas acechadas en su pudor por un espía que no contaría nada a nadie. El efecto se intensificaba por algún maligno grafito que proliferaba en los baños públicos: Sonría, lo estamos televisando.
2 Recordada a distancia ¡cuán tranquilizante resultaba la nula presencia de aquél Asomado pintado en la pared, que en su banalidad no pretendía más que enterarse de nuestros actos banales! Faltaba mucho para la invasión del Pepa Asomado, el observador banal que aspira a convertirse en objeto de atención por su mera presencia en un contexto al cual no pertenece.
Mientras el Asomado sólo quería mirarnos, el Pepa Asomado ambiciona convertirse en alma de la fiesta que no le incumbe.
Mientras el camaleón cambia de color para pasar desapercibido, el Pepa Asomado se infiltra donde nadie lo llama para llamar lo que no puede atraer por sí mismo: la atención. Todo muerto atrae zamuros y todo éxito oportunistas. El hombre de poder convoca pescueceadores gesticulantes hasta que su poder se reduce al gesto.
3 Cualquiera tolera al espontáneo que se tira al ruedo sin saber torear y durante segundos arriesga la cornada. Lo que nadie aguanta es que el ruedo se llene de Pepa Asomados que no dejan salir al toro y además expulsan diestros y aficionados. Ni oportunista ni cuña ni camaleón juntan audiencia por mérito propio. El Pepa Asomado asalta escenarios donde nada tiene que hacer por su incapacidad de crearse uno propio. Su venganza consiste en reducir a su trivialidad los ambientes donde prolifera. En la época de la vacuidad, movimientos, partidos, eventos, mensajes, terminan organizándose para quienes nada tienen que ver con ellos.
Se sabe que ha llegado la hora de abandonar una corrida cuando se llena de protectores de los animales, de reevaluar un movimiento revolucionario cuando se inunda de nuevos ricos y empresarios.
4 Está donde no tiene nada que hacer quien no tiene nada que hacer sino estar.
Con el Pepa Asomado asistimos a la irrevocable suplantación del Ser por el Estar. El estéril sin obra que se pretende intelectual porque asiste a un bar renombrado comparte el efecto nulificador de quien no tiene nombre sino nombramiento. A partir de cierta cota de desempeño, el Pepa Asomado maneja el difícil arte de estar fuera de sitio en cualquier lugar, sobre todo en el que le corresponde.
El Pepa Asomado reduce todas las agendas a consideraciones de imagen. Su presentación es representación. El entorno es un aderezo que hace más consumible la superfluidad inerte y como de calorías vacías del infiltrado. El Pepa Asomado aporta a eventos, espacios o instituciones la dosis de vacío que los reduce a la futilidad. Mientras más inclusiva una organización, más carente de significado. Desde el momento cuando cualquiera podía ser adeco o copeyano, terminó no siéndolo nadie.
5 La publicidad es el género estético Pepa Asomado por excelencia, pues parte del axioma de que para dejar de ser nulo basta con estropear algo bueno. No hay razón que impida que la publicidad sea tan bella, tan entretenida, tan deseable como los programas que interrumpe y estropea. Cuando en Francia prohibieron pasar cuñas en televisión, se hicieron tan inteligentes que yo iba al cine expresamente para verlas. Por el contrario, si algo delata hoy el colapso simultáneo de una industria publicitaria y de una política comunicacional es la diarrea de inserciones ilegales que convierte toda pantalla en letrina audiovisual y en digna imagen excrementicia de quienes las perpetran y de quienes las toleran.
6 Internet, biblioteca infinita, cerebro del mundo, perece a manos del Pepa Asomadismo virtual. El virus es el Pepa Asomado de la Red. Pero incluso si montamos un antivirus feroz que aniquile los Pop Ups que asaltan la pantalla ofreciéndonos casinos o métodos para agrandar los genitales, todavía debemos repeler el diluvio de viudas que ofrecen depósitos de veinte millones de euros en bancos de Camerún, mensajes espirituales que nos amenazan de muerte si no los reenviamos o polemistas que nos hacen testigos de reyertas que no nos incumben. Inútil es que dediquemos horas a borrarlos buscando una comunicación que nos concierna: como las escobas que ahogan con sus baldes de agua al Ratón Miguelito metido a aprendiz de brujo, por cada uno que suprimimos aparecen mil. Destacan en ellos invitaciones para Facebook o Hi5, utopías de la nulidad donde los irrelevantes se complacen mutuamente en el Pepa Asomadismo de su irrelevancia. Al invadir el tejido de la Red tejieron una red sin contenido. La capacidad de un medio de transmitir un mensaje es inversamente proporcional a su complejidad.
7 El ambiente musical, la publicidad, la grabación del celular que corta la conferencia, el cintillo con imágenes que impide ver el programa, la valla matapaisajes, la Comisión de Casinos en una Asamblea Nacional Revolucionaria, el paramilitar, el aguafiestas que interrumpe cuando estamos a punto de declararnos, todos comparten tres características: son inoportunos, no invitados, y destruyen el ámbito del cual no se los expulse. El Pepa Asomado no es chiste, incidente ni casualidad: es el mecanismo por el cual irremisiblemente perecen organismos, sistemas, civilizaciones y países incapaces de desarrollar resistencia inmunológica.
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