Para abordar el tema del rentismo es importante diferenciar el “Rentismo, del “Estado Petrolero”, en Venezuela, el desarrollo de la dependencia de las rentas producto de la abundancia de recursos naturales es anterior al boom petrolero en el país, es por ello importante aclarar que en el contexto del desarrollo exacerbado de la violencia delictual en nuestro país, el rentismo cultural ya existente en nuestro país, encuentra en el petróleo el nido para la gestación y rápido desarrollo de una amplia brecha entre las expectativas creadas y las expectativas satisfechas en sectores de poco acceso al beneficio de esta renta, como consecuencia de una ineficiente política redistributiva de los ingresos petroleros rentistas.
El rentismo así, es un fenómeno de dependencia ante el dinero fácil y el estilo de vida enajenado por el consumismo, que al no poder ser obtenido, desencadena la búsqueda de mecanismo para la obtención de lo ofrecido por los medios de comunicación como el estilo de vida ideal, o el “estilo de vida americano”.
El más conocido maleficio de la abundancia primario-exportadora deriva de la “enfermedad holandesa”, como lo denomina Jürgen Smchuldt y Alberto Acosta en, “Petróleo, Rentismo y Subdesarrollo: ¿una maldición sin solución?”, en Nueva Sociedad 204, conceptualizándolo de la siguiente manera:
“…virus que infecta al país exportador de una materia prima cuando su elevado precio –o el descubrimiento de una nueva fuente o yacimiento- desata un boom de exportación primaria. El ingreso abrupto y masivo de divisas lleva una sobrevaluación del tipo de cambio y una pérdida de competitividad, lo que perjudica al sector manufacturero y agropecuario exportador”.
Al trasladarse los recursos del sector secundario a los segmentos no transables y la rama primaria-exportadora en auge, se desvía la inversión y el estímulo productivo a sectores con mayor valor agregado, empleo, progreso técnico y efectos de encadenamiento, reafirmando el privilegio del amplio ingreso de dinero a unos pocos, y generando la expectativa a muchos de ser copartícipes de unas ganancias producto de la renta primaria, sin valor agregado, que además no se cumple.
Si esto lo conectamos con que la violencia en la sociedad, existe en un contexto cultural que la permite e inhibe y nunca es totalmente permitida o inhibida, solo regulada, siendo los determinantes de la violencia: 1.-La volatilidad de la riqueza en las sociedades pastoriles, 2.-La pobreza y la violencia, 3.-La represión y la tolerancia cero y 4.-La comprensión histórica de la situación, podríamos afirmar a partir de Briceño León, que el origen de la violencia en Venezuela se ubica en 1. Las desorientadas transformaciones en la sociedad, y en 2.-El descalabro de las instituciones.
En el marco de las transformaciones desorientadas en la sociedad (que no son producto de un plan nacional); la desilusión al no lograr el progreso continuo y el rentismo petrolero benefactor, además de la crisis en las instituciones que inhiben la violencia, la crisis en las instituciones que disuaden la violencia, la crisis en las instituciones que reprimen la violencia, y la crisis en las instituciones que disuaden la violencia, se genera un caldo de cultivo perfecto para la explosión de una situación de violencia silente que durante años se ha acumulado en nuestra sociedad, teniendo sus orígenes en un pacto de conciliación que lo que pretendió fue acallar el profundo conflicto social, y potenciarlo con instituciones hechas para la ineficiencia.
Transferencia de tecnologías de violencia desde colombiana.
Sin embargo, parte del origen estructural de la violencia en nuestro país, no sólo deriva de una serie de crisis internas como consecuencia de la no superación del rentismo petrolero. Durante décadas, la migración colombiana ha sido producida por una serie de políticas de exterminio, persecución y “limpieza” social de los gobiernos colombianos, siendo Venezuela el gran receptor de estos desplazados, pero en la última década este desplazamiento ha sido evidentemente direccionado por políticas paraestatales desde Colombia, que consiguen en el gobierno de Uribe su institucionalización y financiamiento directo.
El objetivo de la política de desplazamiento uribista hacia Venezuela implica la instalación de nichos paramilitares, pero aún más grave, ha implicado el traslado de tecnología de la violencia paramilitar a nuestras barriadas populares y a la frontera con Venezuela en casi su totalidad.
Esto se demuestra con el hecho de comparar los niveles de violencia y sadismo de los actos delictuales de los últimos años, y las técnicas utilizadas en los barrios colombianos en las últimas décadas. El cortar la cabeza a la víctima, el sicariato, el secuestro express, el secuestro, son algunas de las técnicas que en Venezuela se empiezan a observar en los últimos 8 años, además del tipo de armas que se utilizan para tales actos van indicando que existe una infiltración sistemática de sectores paraestatales y estatales colombianos, buscando generar la fragmentación social en tal grado que permita la colombianización de la violencia en nuestra sociedad.
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