Las huelgas de hambre dentro las luchas sociales, significan el último recurso disponible en las confrontaciones políticas si son verdaderas, concibiéndose estas como una acción para generar efectos de sensibilización en la idea de trastocar el lado humano de una colectividad; siendo una medida de alta conciencia y desprendimiento ulterior que requiere para quienes las realizan, la capacidad de medir las consecuencias que significa exponer las condiciones físicas y hasta la propia vida, vista la situación de desventaja ante quienes ostentan el poder que se está confrontando; ejemplo tenemos bastante, aquí me puedo referir a unas huelgas de hambre muy conocidas y recogidas por la historia universal y que fueron silenciadas cómplicemente: La de Mahatma Ghandi por la Independencia y unificación de la India y las de los patriotas Bobbi Fischer y otros militantes del Ejercito Republicano Irlandés, que estando presos llegaron en dignidad hasta la muerte en la Republica de Irlanda del Norte, contra el imperio Británico y las llevadas por los revolucionarios venezolanos en las cárceles de la Cuarta República, ante los juicios militares a los que fueron ilegalmente sometidos y en respuesta las constantes torturas físicas y morales a ellos y los permanentes hostigamientos a sus familiares.
De estas formas de luchas, debemos analizar lo que significa la llamada “huelga de hambre” de los muchachitos bien y opositores de la derecha, en el contexto de la lucha política en la Venezuela actual y las que llevamos los estudiantes durante la vigencia la democracia representativa del puntofijismo, en tal sentido expongo dos ejemplos comparados: Estos muchachitos de hoy que, además de instalarse en lugares donde saben no les va a picar ni coquito, cuentan con todo un respaldo mediático nacional e internacional que les permite aparecer en los medios diariamente, con sus caras de “víctimas en travesuras”, con recursos económicos aportados por organizaciones ligadas a intereses extranjeros, autoridades universitarias que llegan al colmo de graduarlos sin prejuicio, de la alta jerarquía eclesiástica del episcopado católico para lavarles el pecado de la mentira, amen de los padres que los piensan unos libertadores al estilo Magdónal y que pueden levantar la “huelga” sin tener que rendirle explicación a nadie de su travesura. La nuestra, llevada a cabo por un grupo de 4 jóvenes de 16 a 18 años de edad en el año 1982 en la Catedral de Valencia, después que fueran expulsados de la Escuela Técnica Industrial de Valencia por la única razón de ser estudiantes revolucionarios que confrontaron la política represiva desarrollada por las autoridades etianas y combatir a un gobierno adeco que cercenaba los derechos populares; estos sinceros huelguistas, con una madurez y responsabilidad encomiable, a pesar del suplicio de madres y padres, asumieron con decisión las consecuencia de sus actos sabiendo las adversidades, sin mayores recursos económicos que los provenientes de las batidas perolito en mano que les dio el pueblo, las acusaciones de las autoridades señalándolas como vagos y maleantes, el silencio justificativo de los medios, la hipócrita religión del arzobispo de Valencia de entonces Eduardo Henríquez, quien cerró la puerta de la Catedral para aislarlos, colocándolos a merced del cerco policial y de la Guardia Nacional, mientras se preparaba el asalto por parte de un comando de la DISIP encabezado por el asesino H. López Sisco, para llevarlos a los calabozos de aquel cuerpo represivo en Caracas, con la respectiva tortura psicológica, mientras la policía se encargaba de contener las protestas callejeras de pueblo y estudiantes y perseguir a los dirigentes estudiantiles.
(*)Abg.
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