Las cosas por su nombre

23 de diciembre 2009.- Desde el Precámbrico, antes de que se iniciara la era Paleozoica. o sea hace 3800 millones de años, el planeta formaba sus primeras rocas y “un poco” después, llegaron a través del estrecho de Bering, los primeros pobladores del continente americano y finalmente se alojaron en esta parte de esa basta tierra, en el sitio que a la postre sería nuestro – entiéndase bien- nuestro territorio.

Allí, en esas tierras y desde esos tiempos inmemoriales, los hombres y las mujeres de la tribu Pemón, comenzaron a darle nombre a las cosas, a desarrollar un idioma cuyas sonoridades siguen siendo para nosotros misteriosos ecos del principio del mundo. Particularmente considero que la novela Los pasos perdidos de nuestro Alejo Carpentier y digo nuestro porque ese hermano cubano vivió esta tierra con el mismo fervor que el mejor de sus hijos, es un monumento literario que retrata magistralmente las profundidades espirituales que en nosotros –los venezolanos- genera esa tierra que agrega lo más mágico de nuestra cultura nacional.

En el macizo guayanés se encuentra la caída de agua más alta del mundo y sus pobladores, es decir, los hombres y las mujeres que junto a ese magnífico paisaje han hecho sus vidas, junto a la memoria santa de sus ancestros, le dieron por nombre Kerepakupai Merú - El salto en el lugar más profundo. En verdad nunca estuvieron equivocados, desde allí las aguas se arrojan desde el lugar más profundo del mundo en una caída de 980 metros de altura.

Pues bien, un día de 1937, miles de años después que los hermanos pemones se asentaran en ese territorio y dieran nombre a esa caída de agua, un aventurero norteamericano pasó por ahí en su avión acompañado por el venezolano Ernesto Carmona y luego decidió aterrizar su avión allí. Lo hizo y se accidentó allá arriba y la prensa de la época reflejó esa curiosidad, llamando al sitio Salto del Ángel, ignorando el nombre originario de esa cascada.

Y lo mismo le ocurrió a la cascada Mosi-oa-Tunya, que a un escocés le dio por ponerle el nombre Victoria por el nombre de la reina de Inglaterra, una puritana aburrida, que no tenía nada en común con la voluptuosa caída de agua, cuya hermosura retumba como el Humo que truena, como lo significa el nombre que le dieron los hombres y mujeres dueños del territorio usurpado por los colonialistas ingleses y su rapiña histórica.

La prensa internacional, y en particular la inglesa cuestionan que hayamos decidido en Venezuela llamar las cosas por su nombre Kerepakupai Merú y sólo cabe preguntar: ¿Qué diablos le importa a los ingleses cómo decidamos acá nombrar nuestras cosas?

¿Acaso están dispuestos a llamar Malvinas a las Faklands porque a nosotros así nos da la gana?


elmacaurelio@yahoo.es


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Macaurelio

Periodista, Politólogo, poeta, escritor, humorista y ensayista. Columnista en varios medios, digitales e impresos.

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