A esos millones de venezolanas y venezolanos
que han demostrado un destacado grado de conciencia
revolucionaria, y que han sabido derrotar a
quienes hasta hace poco parecían invencibles.
A esos millones de hermanas y hermanos
que andan por el mundo dándonos aliento
y cerrando filas en torno a la Revolución Bolivariana.
El 15 de agosto de 2004 el pueblo, ¡sí EL PUEBLO, que no Chávez!, le dio la octava revolcada a ese algo amorfo en que ha devenido la oposición venezolana.
Por honestidad para conmigo, y para quienes lean esta crónica, debo hacer la salvedad que la comienzo a escribir el viernes 13 de agosto, a las 10 y 45 de la mañana, y que la habré de concluir en el transcurso del sábado 14, por lo cual están ante un ejercicio de “futurología”, en el que se da por cierto lo que podrá, mejor dicho, habrá de suceder dentro de escasos tres días.
Y me atrevo a ello puesto que no me queda la menor duda de cuál habrá de ser el resultado de la consulta refrendaria a celebrase el domingo 15 de agosto.
Dicho lo cual, regresemos al 16 de agosto, día en el que estaba al comenzar a escribir.
No contentos, tras siete contundentes derrotas, los factores de la oposición volvieron a retar al pueblo (y es que no satisfechos con ser inmensamente torpes, además son masoquistas) y en esta octava confrontación ya no se puede decir que sufrieron una derrota, puesto que dado lo superlativo de la misma, el término que le cuadra es: Revolcada.
O como diría el gracejo andaluz:”Revorcá”
Pero no solamente fueron torpes y masoquistas, sino que también evidenciaron una total carencia de olfato político, puesto que creyeron que estaban retando a Chávez, y nunca llegaron ni siquiera a atisbar que con quien se iban a enfrentar era con el pueblo. Al pueblo llano, o sea al 70% del país, a ese pueblo al que durante décadas le dieron la espalda, y al que en estos últimos seis años se dieron el lujo de despreciar olímpicamente (valga el término por estarse celebrando la vigésima octava Olimpíada de los tiempos modernos), insultándolo, además, de la manera más soez cuanta vez les vino en gana. Y es que mientras ese pueblo votó por ellos, los mantuvo en el poder, se plegó a sus designios, lo exaltaron y lo tuvieron por el “Bravo pueblo”, “La voz de Dios”. Pero una vez que ese pueblo se cansó de tanto cinismo, de tanto engaño, de tanto abandono, y decidió confiar en un líder que estuvo dispuesto a hacer suya la causa del pueblo, entonces ese pueblo se transmutó en la escoria, la hez, la chusma, la ignorancia personificada en lo peor del lumpem, en un proletariado henchido de ansias de venganza, lo más primitivo de la negritud, y, colmo de los colmos, en los “desdentados”.
¿Sobre quién deberá recaer la responsabilidad de que ese pueblo no haya tenido acceso a servicios básicos de salud pública…?
¿Quiénes fueron los responsables de que a esos “negro de mierda” se le hayan caído los dientes…?
No dudo que alguno de esos muy “preclaros” “líderes” de la oposición estén convencidos que los perdieron por no tener hábitos de higiene bucal, razón por la cual no se los cepillaban después de las tres comidas; ignorando que muchos de esos “negros de mierda” escasamente podían comer tres veces por semana, y no siempre a sus ansias.
¡Válgame Dios!
¡Qué superlativa dosis de cretinismo!
Esa es pues una, pero que muy poderosa, de las infinitas razones, por las cuales hoy la opción del ¡NO! haya obtenido una descomunal votación, dejando en ridículo a los que creían que esta vez Chávez ¡SÍ! se iba.
No dudo, disociados como están de la realidad tal y como sobradamente lo han demostrado, que en su fuero interno centenares de miles de ellos estén tratando de explicarse de qué manera fue posible que se llevara a cabo tan inmenso “fraude”; puesto que para ellos solamente a través de un fraude es que pudo lograrse que el pueblo no haya reconocido lo bueno y generosos que fueron, que son y que están en capacidad de seguir siendo, torciéndose de esa manera el sentir de una inmensa mayoría que suspira por ellos, y que añora lo que hicieron cuando, para “fortuna” de los venezolanos, eran Gobierno.
Lobotomizados por una televisión reaccionaria, quizás la más asquerosamente reaccionaria del planeta Tierra, no están en capacidad de comprender qué fue lo que desencadenó el estallido social del 27 de febrero de 1989; la razón por la cual el pueblo no condenó, el 4 de febrero de 1992, el intento de golpe de Estado en contra de Carlos Andrés Pérez. Por qué en 1998 votó masivamente por Chávez. Por qué no se plegó al paro convocado por la central obrera CTV, y por la patronal FEDECÁMARAS, en diciembre de 2001. Por qué, desarmado y a pecho descubierto, ese pueblo salió a la calle el 12 y 13 de abril de 2002 para reponer en la presidencia a Chávez, tengo el convencimiento que gran cantidad de ellos o ignoran ese hecho o simplemente no creen que sucedió, y que sólo es un ardid publicitario del “régimen”, como les gusta decir. Por qué volvió a desoír el llamado a paro de la sindical obrera y de la patronal en diciembre de 2002, obligando a la patronal a decretar un “lockout” que tampoco logró paralizar al país. Por qué, durante enero y febrero de 2003, calladamente estuvo dispuesto a pasar horas de horas, algunas veces días enteros, haciendo cola para poder llenar el tanque de gasolina de su vehículo. Por qué, durante esos mismos meses, en los barrios populares las amas de casa cocinaban con leña, alguna veces hasta destazando sus propias camas al escasear la leña y el carbón, ante la imposibilidad de conseguir una bombona de gas. Por qué durante esos tres meses “los cerros” (el hábitat de la marginalidad en las colinas caraqueñas, denominación que por extensión se aplica a la marginalidad en general) no bajaron a reclamarle a Chávez las penurias que estaban padeciendo, o por qué no se repitieron los saqueos y la violencia que caracterizó al “Caracazo” en febrero de 1989. Por qué en marzo de 2004 la “Guarimba” fracasó al no tener apoyo popular, quedando circunscrita a ciertas urbanizaciones de clase media alta de Caracas.
Por eso es que hoy andan por allí con la mirada perdida, desmoralizados, impotentes y abrumados por el tamaño de la felpa que el pueblo les acaba de propinar.
Y muchos, lo que es peor totalmente convencido de ello, se están preguntando que cómo es posible que siendo Chávez el peor presidente que jamás haya gobernado a Venezuela, un hombre que acabó con las instituciones, que roba y deja robar a mansalva, que acabó con la libertad de expresión acallando a radios y televisoras, clausurando periódicos, encarcelando a periodistas, a inocentes ciudadanos y militares institucionales, un hombre que ha hambreado a TODO un país, que lo ha arruinado, que ha regalado sus riquezas naturales, que ha aislado al país del resto del mundo, haya sido capaz de recibir un masivo apoyo que casi duplica los votos que obtuvo en el 2000, y que la opción del ¡NO! también casi haya duplicado a la del ¡SÍ!
Y por aquello que la derrota es huérfana, de padre y de madre, no nos quede la menor duda que se habrán de negar a asumir la paternidad de esa debacle. Por lo que, a buscarle un padre, no habiendo otro mejor que el mismo George “W” Bush. No costándome nada imaginármelos diciendo algo como esto: ”¡Maldito ese imbécil!, que no tuvo las bolas (güevos) suficientes para de una vez por todas invadir a Venezuela y sacar a patadas de ella al hijo de puta del Chávez.”
Y mientras se consumen tratando de convencerse que aún les queda alguna esperanza para salir de Chávez, por las avenidas, calles, carreteras y caminos vecinales de Venezuela se ven a cientos de miles de seres humanos exultantes de de alegría que entonan a todo pulmón un estruendoso y contundente:
¡Uh, eh, Chávez no se fue!