Según la percepción de algunos, la política de aliados del proceso no ha funcionado bien. Pero al revisar lo acontecido en estos diez años, hay que reconocer que ella ha sido afectada por circunstancias al margen de la táctica y hasta estrategia de aquel.
El bloque de Luis Miquilena, primer desprendimiento importante, resultó de una contradicción insalvable puesta de manifiesto hasta el punto que coincidió con el golpe de abril. Eso no nos sorprendió; en nuestra lista, el exurredista, ocupaba el tercer lugar del orden de nuestros candidatos a marcharse. No había posibilidad de acuerdos y por eso, en el primer jamaqueo que el agitado mar dio a la nave, aquel y los suyos la abandonaron después de amotinarse. Los del MAS estuvieron en la misma corrida. Antes, los comandantes Acosta Chirinos, Arias Cárdenas y Urdaneta Hernández, amparados en lo que creyeron una incongruencia con “el árbol de las tres raíces” o la estrategia del movimiento, tomaron otras posiciones.
Pero el proceso que Chávez empuja reclamaba otros aliados y distinta política. Cuadros dirigentes y gente para otro proceder, servir y no ser servidos. Por eso, cuando algunos, hay excepciones conocidas, se percataron que con Chávez se acabó lo de “apoyo pero me dan lo mío” o sigamos por donde veníamos, se fueron con su música a otra parte.
Se metieron en el golpe y quedaron finalmente haciendo señas al vacío. De ellos, sólo Pancho Arias Cárdenas tuvo hombría para rectificar y volver al carril; Leopoldo Puchi, ha tenido valor y dignidad para tomar distancia e ir redefiniendo su camino.
Se quedó la gente de Podemos. Estuvieron acompañando al proceso tras un batallar duro, como el golpe, el paro patronal y el intento de detener el funcionamiento de la industria petrolera. Pero quisieron pasar una factura onerosa.
Posteriormente el presidente llamó a la construcción del Psuv, de una manera un poco sorpresiva y nada ortodoxa, tanto que no gustó en partidos aliados. El proponente, en vísperas de unas elecciones nacionales, veía complicado aquello de demasiados comandantes y mayor disposición a pedir que dar.
La cultura electoral del venezolano impuesta por las viejas cúpulas de la derecha, asumida por la vieja izquierda, hizo de la política de aliados un repartimiento.
Ante aquel llamado unificador y habiendo avanzado el decantar, Ismael García, Ramón Martínez, Didalco Bolívar y otros pocos, le tomaron como excusa para buscar en lado opositor perdón a sus pecados.
No hubo mala política de aliados, simplemente aquellos no eran tales.
El decantamiento nos dejó al PCV y PPT, quienes sufrieron y todavía sufren dificultades.
Los desprendidos en verdad no pueden justificarse en la política de aliados. Ellos estaban como esperando que les diesen una justificación por muy pequeña que fuese. Quizás uno de los pocos que no esperó ni siquiera que le mirasen de reojo fue Baduel. Este se fue sin despedirse, ni un “me voy porque me da la gana”. Además, ya estaba solo. Los primeros en correr entre sus panas se fueron sin decirle nada, le dejaron entrampado y sin las cuentas claras.
Quienes quedaron, tanto en el Psuv como PCV y PPT, obedecieron a una acertada política de aliados. Está en el programa, acciones, políticas que ha aplicado y diseña el cuerpo dirigente que encabeza el presidente. Lo que no niega que hay cosas por resolver, afinar, como lo de priorizar al colectivo.
Es verdad que se deben estrechar más los lazos. Una forma es ampliar la consulta y recoger las opiniones de aliados. No para aplicarlas forzosamente sino en búsqueda de la síntesis. Hasta, sin sectarismo, deberían solicitarles gente de la tanta valiosa que tienen para elevar la calidad de la representación y el equipo gobernante. Razón tienen si así lo reclaman. Pero otra cosa es hablar como si se tratase de reivindicar viejas prácticas. PCV y PPT, son pura calidad, aunque no expresiones cuantitativas exorbitantes.
Por eso, las declaraciones del PCV, demandando un acercamiento entre aliados, lo que es bueno, pero poniendo como advertencia lo que sucedió en Chile ahora, que no mucho tiene que ver con lo que aquí sucede y lo que aspira ese partido, hablar de “desgaste de la revolución” y “falta de protagonismo popular”, al inicio de un año electoral, parece hacerlo a la vieja usanza y contra lo revolucionario que es aquella organización. No sugiere pues una buena y menos novedosa “política de aliados”.
Se ha llegado hasta aquí porque los consecuentes, de primeros los del PCV, quieren un mundo distinto y obligados están a seguir en el sueño. La unidad no tiene precio.