El Viernes Negro en Venezuela, se refiere en síntesis al día viernes, 18 de febrero de 1983, cuando el bolívar sufrió una devaluación frente al dólar estadounidense, derivado de políticas económicas asumidas por el entonces presidente Luis Herrera Campins, cuyo gobierno en el momento recurrió al control de cambio, imponiendo una restricción a la salida de divisas.
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Bien que sea para evitar fugas masivas de divisas importantes, o para dotar de capital a muchos pseudoempresarios de exportación, todo Control de Cambio es un factor de perturbación económica.
Tradicionalmente la connotación de saqueadores ha estado reservada para la soldadesca sin auxilios logísticos oportunos, y también ha sido endilgada a los pobres y desesperados de estos mercados abiertos todavía llamados países, ya que esos pobres ante su miseria irresoluble optan por tomar lo ajeno a riesgo de perder la vida. Es una acción de masas por excelencia. Al saqueador solitario se le llama ladrón o ratero.
Tanto las eventuales como las periódicas crisis económicas desembocan en desempleo, desabastecimientos, en acaparamientos, etc., todo lo cual configura un fértil caldo de cultivos para los saqueos de inventarios comerciales de parte del pueblo hambriento y sin tener ya más nada que perder salvo su miserable humanidad. De ciudadanos trabajadores pasan a ser saqueadores.
Pero en Venezuela llevamos casi 3 décadas con Controles de Cambios que son vendidos como medidas fiscales transitorias y terminan integrándose al devenir económico y a la cotidianeidad presupuestaria de gobernantes y consumidores. Es que la mayor devaluación de la moneda nacional venezolana acaba de decretarse luego de una aparente estabilidad económica contra la gran crisis norteamericana. Esta devaluación ha partido en dos el peculio de todos los venezolanos, redujo sus salarios a la mitad, a las pensiones de vejez, a las jubilaciones, a los sueldos burocráticos y a los sueldos y salarios de los trabajadores privados; a las acreencias de cuentas por cobrar en bolívares , a los inventarios mercantiles, a los pasivos laborales.
Dentro de esa catástrofe financiera, y cualquiera que sea la causa o razón esgrimida por el gobierno, tal devaluación equivale ni más ni menos a un desempleo inducido do a la mitad, equivale a una contracción de la demanda a la mitad o más. En fin, que es como si nuestra economía hubiera sufrido de súbito una reducción de su PTB en más de 50%.
De resultas, podríamos asimilar esta devaluación un saqueo oficial y fiscal inmediato donde todos los ciudadanos hemos sido objeto de semejante atropello económico a favor de un dubitable desarrollo industrial de tiempo incierto. Pensamos que todas las buena acciones y mejoras sociales que el gobierno haya podido realizar en beneficio de muchos venezolanos ha sido súbitamente cancelada con la pérdida infligida a todos los ciudadanos con inclusión de los mismos miserables y marginados que conforman el grueso de los defensores del gobierno.
Por eso ahora se podrá hablar de un Estado está potenciado para convertirse en un verdadero saqueador de pendejos ya que los comerciantes e industriales y la alta burocracia terminarán resarciendo sus mermas devaluacionistas y con creces, pero al ciudadano de a pie no le queda otra opción que comer menos, vestir, menos, bañarse menos, alumbrarse menos, demandar menos y sobre todo desestimularse ante tanta inseguridad patrimonial. Tendrán que pasar muchas décadas para superar del tremendo trauma patrimonial que semejante devaluación nos ha causado.