A semejante ocupación se le llama “bases militares” (que si 6, que si 7) para tal o cual fin altruístico, sanitario, defensivo, velador de la paz y para mil trillados subterfugios más. Es un lenguaje diplomático y eufemístico.
Esta ocupación militar está ocurriendo como una fase posterior al drenaje hacia Venezuela de millones de pobres de toda calidad que los gobiernos de Carlos Andrés Pérez y del Presidente Chávez permisaron sin el debido control social, necesario para beneficio de sus propios paisanos ya residentes aquí y para el resto de los venezolanos. Para estas “importaciones de mano de obra” bastaba que uno esos ciudadanos dijera que venían del país “hermano”, del país anfitrión de Simón Bolívar, etc., y manifestara su deseo de vivir aquí para que sin ningún estudio técnico ni social se les diera por buenos ciudadanos. Fue así cómo esta generosa tierra venezolana les abrió sus brazos y algo más. Ni qué decir que son muchos los que han resultado excelentes técnicos y hasta buenos ejemplos nos dan, pero “lo legal es lo legal”.
Dándole crédito al Presidente Chávez , quién ha sido enfático cuando alerta sobre tal amenaza yanqui, de cómo una ocupación de Colombia podría ser un paso dado hacia nuestra propia ocupación, entonces debemos preguntarnos por qué tanto ensañamiento contra un país como el nuestro que sólo ha dado, ha regalado, ha cedido, ha vendido a precio de gallina flaca y ha tolerado todo y de todo para beneficio unilateral de quienes hayan querido, hayan pedido, hayan recibido, hayan aceptado, hayan comprado y hayan convenido, a cambio de nosotros seguir tan estancados como hace más de 60 años en algunos aspectos, y en otros desde hace 200 años, habida cuenta de que hoy se sigue manejando banderas como “necesidad de industrialización”, “diversificación de exportaciones”, “moral y luces” como nuestras primeras necesidades, y mil banderitas políticas adicionales y equivalentes.
Creemos que todos los países imperialistas colombinos y postcolombinos, invasores y saqueadores de nuestras riquezas naturales, son magníficos conocedores de nuestra importancia geopolítica, conocen perfectamente y desde hace siglos ese potencial de importancia económica, política e histórica que nos caracteriza: Alejandro Humboldt, Henry Pitiér, Jacques Cousteau, todos estos destacados científicos y exploradores y naturalistas han recopilado hasta la calidad de nuestras algas marinas, por citar lo menos.
Esos investigadores del imperio, cual Napoleón en Egipto, han mapeado e inventariado todo nuestro territorio firme e insular, nuestras costas de punta a punta, nuestros suelos, y subsuelos, nuestra geología de arcana longevidad. Esos imperios conocen y hasta han escrito la Historia de nuestra propia Historia. Son varios los biógrafos extranjeros e imperiales de Simón Bolívar, por ejemplo.
Conocen de la ascendencia histórica de los “próceres independentistas”, de “nuestra” agotable riqueza minera y petrolera, de “nuestros” enormes vasos de aguas.
Ante esa información que nos describe como “potencia potencial”, no hay otra salida que arruinarnos y liquidarnos económicamente, psicológicamente, y hacerlo por medios distintos a los tradicionales ya que esta vez querrán aparentar que están ayudando. Así lo hacen ahorita en Haití, según la misma mediática nacional e internacional.
Es que ya nosotros mismos conformamos un país desde hace décadas Preocupado: La destrucción está en marcha: Sabotaje petrolero de difícil recuperación a mediano plazo, un Cerro Bolívar reducido a escorias y mineral de pésimo tenor férrico, una estructura eléctrica de difícil recuperación a mediano plazo, expulsión política de técnicos con vieja experiencia tecnocientífica, etc.: desbaratamiento del agro, una moneda que ya no sirve ni para empapelar paredes porque muchos racistas no querrán exhibir negros en sus lujosas salas y estares. Una galopante vulgarización de la educación de niños y adolescentes, cada día más idiotizados con Internet y celulares buenos para MP3 y regatón; un explosivo crecimiento de madres prematuras ante tanta promiscuidad escolariega y tanta proliferación de guarderías carentes de todo control oficial, etc. Una mediática chabacana, soez y pornográfica hasta en los horarios “infantiles”, kioscos de revistas y periódicos que nada tienen que envidiar a las revisteras de los burdeles de tercera, y todavía no se para en la destrucción de valores imprescindibles para que una sociedad pueda estabilizarse y avanzar con pasos firmes y hacia adelante hacia su verdadera autonomía como país desocupado.