Reporteros con Fronteras II

Y entonces vino Teodoro y dijo

Y entonces Teodoro Petkoff dijo una de esas eventuales sensateces que ocasionalmente ofrece. Antes de ser consultado por el moderador del programa de Televen, tenía como la mirada gacha y los dedos de una de sus manos pegados contra los de la otra, en forma de rezo. Levantó la cabeza, miró la cámara y como si hubiera estado esperando ese instante preciso aseguró: “Lo primero que hay que decir es que esto es un golpe de Estado. Un golpe de estado muy sui géneris, pero un golpe de Estado’’. Pocas veces para mí ha sido tan oportuno el lugar común aquel de que ‘la cara de fulano era un poema’’. Bueno, el rostro de César Miguel Rondón se transformó en un verso degradado.

Nunca se imaginó que Petkoff iba a salir con aquellas impertinencias. Tanto no se lo imaginó, que la sangre tardó en volverle a las venas. Se recuperó de este languidecimiento inicial y demostró, por una parte, que no se esperaba ese golpe bajo de Petkoff, y por la otra, que estaba y estuvo muy a gusto con lo que Pedro Carmona Estanga había hecho pocas horas antes, esto es volver añicos todo vestigio de constitucionalidad. Rondón había observado aquel desastre de la auto proclamación por televisión y le pareció muy de pinga que Carmona tomase para sí la más absoluta discrecionalidad del país. Lo deduje la noche del 12 de abril de 2002, porque más o menos esta fue su respuesta a la acusación del golpe de Estado sui géneris: “Bueno, Teodoro, eso ya pasó. Ahora lo que hay es que meterle el hombro a este Gobierno para echarlo hacia delante’’. Claro, una vez que se vino abajo el castillo de arena, Rondón dedicó su mejor veneno a Carmona. Típico.

Este es el mejor recuerdo que puedo ofrecer de César Miguel Rondón, que vuelve a mí cada vez que lo veo en pantalla o alguien viene a hacerme un comentario del moderador.

Hace unas noches me tropecé con Rondón mientras hacía la parte final de su programa nocturno en Televen. Entrevistaba a Roberto Weil, caricaturista del diario Tal Cual (Weil, por cierto, es celebrado en algunos círculos –Rondón incluido- como si se tratara del mismísimo Kino). Weil es chambón, nada original y complicado para expresarse. Piensa y lo resuelve todo con un insulto (Rondón llamó a esto ser directo). Claro, no es su culpa tener este estilo: así es como se extasía su lectoría. Es que Weil ni siquiera llega a ser elemental.

Por eso me causó una risita de asombro escuchar a Rondón alabar una específica caricatura de Weil, en la que trataba de hacer ver el nivel en que se hallaba el estado de ánimo de los amigos de la oposición una vez transcurrido el referendo. ¿Con qué ocurrencia creen ustedes que el amigo Weil ilustró tal desazón? Bueno, dibujó una capa de tierra y puso una flechita en el sub suelo en el que anotó: “Animo de la oposición’’. ¡Qué grande! Quiero decir, ¡qué grande César Miguel Rondón! Algo que hasta el más renuente de los chamines del pre kinder piensa y hace, Rondón lo celebra en Weil como si nadie más hubiera sido capaz de pensar en algo como eso. Como si además no fuera obvio y lógico. ¿Me estoy metiendo aquí con Weil? No tanto como con César Miguel Rondón, por adulador desastroso.

Ya que hablo de César Miguel Rondón, se anuncia que pronto estará en las librerías un texto llamado “El libro de la salsa’’, calzado con el nombre de César Miguel Rondón. Un libro tan bueno y exitoso, dicen, que es imposible conseguirlo. Por eso se celebra su nueva edición. Desde luego, no lo hemos leído, pero algunos panas nos han hablado cosas buenas de él. Parece que allí se expresa y se defiende muy bien el concepto de la salsa como “canción protesta’’.

Me dicen también que en el texto se deja muy bien delimitada la fobia de César Miguel al hecho natural de que La Lagunita, por ejemplo, se aplicaran a bailar el sabroso ritmo. Esperaremos a leerlo, no queremos creer a priori que allí Rondón expone, a través del sencillo ejemplo de la músico, que Venezuela es una sociedad polarizada. Casi una réplica del pensamiento de Rubén Blades, aunque el panameño piensa que esa división es, al menos, continental. Ah, pero parece que la polarización es un invento de Hugo Chávez. A este respecto, dicho sea paso, recomendamos el último artículo de Ignacio Avalos en El Nacional, en el que claramente explica cómo es que en Venezuela la polarización se hizo evidente en las elecciones presidenciales del 98, por culpa de quienes hicieron una camboya asustados por las encuestas.

Incongruencias aragueñas

Como todo el mundo, yo también me he puesto a revisar los resultados del CNE en la página web del Consejo Nacional Electoral, por simple morbo de ver cómo fueron los resultados en la mesa que me toco meter mi papelito, que mejor no les cuento.

He chequeado estado por estado. En efecto, el único bastión perdido del chavismo fue Nueva Esparta, lo que hace unos días me llevó a formularme la pregunta: ¿Entonces cómo puede ser que el MVR insista en mantener como abanderado a Alexis Navarro, sujeto al que he empezado a sentirle la mediocridad política no más de mirarlo? Allá ellos con su irrespeto a las matemáticas.

Pasé el ojo por Aragua y detallé que allí se ganó con el 67 % de los votos. Y me retrotraje: Si la región aragueña demostró que su corazoncito es rojo, ¿cómo es que en su oportunidad no consiguieron las firmas contra los cuatro diputados que habían saltado la talanquera?

douglasbolivar@yahoo.com


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Douglas Bolívar


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