Ejemplo de como incitar a la lectura de un libro

Juan Veroes

Me permito colocar parte de un articulo escrito por mi amigo Freddy Yepez por Aporrea para incitar a los internautas para que se despeguen un poco del PC y se sienten en un mullido sofá a disfrutar de un buen libro.

En verdad que los textos escritos están perdiendo la batalla ante las pantallas de los PC y Laptops y muchos de nuestros conciudadanos pasan horas “quemándose” las pestañas ante las pantallas y dejando de saborear el placer de pasar sus dedos por las paginas de un libro.

Mi testimonio personal es que he dejado de leer, he comprado muchos libros que ni siquiera he abiertos. Mi tiempo libre y de recreación se los dedico a Internet. Creo estar viviendo en el tiempo de la información comprimida y solo busco síntesis, párrafos e imágenes. Manejo más información, pero menos comprensión y sensibilidad ante lo que veo. Mi capacidad de asombro ha disminuido. Estoy más insensible ante los hechos. Ahora todo me parece natural que suceda. Es tal la cantidad de información a la cual tengo acceso que me pierdo en el bosque y no se distinguir la variedad de arboles que me rodean. Mi generación esta viviendo la disyuntiva de: o se ancla en el pasado de la lectura reflexiva o se adapta al atosigamiento informativo del internauta que digiere imágenes como hamburguesas en el McDonald.

¿Será ´posible un término medio?

“Un joven estudiante, pronto a graduarse de ingeniero, asiduo lector de Nietzsche y de poesías pero de irrefutable inclinación marxista, muy conversador polémico como tiene que ser en esa etapa de su vida, me obsequió el libro de Ernesto Villegas: “Abril: golpe adentro”. Geraldine, una hija que tengo después de viejo, parece fue cautivada por el color y la figura de la carátula y comenzó a pedirme: “Libro, libro, libro”. Opté por entregárselo en sus pequeñas manos y cuando traté de quitárselo se lo apretó contra su pechito, lo abrazó con su fuerza y me dijo: “Mío, mío, mío” y, como detalle curioso, luego abría la portada, se quedaba mirando la foto de Ernesto Villegas y me decía “El bebé, el bebé, el bebé” y sonreía con la picardía de cualquier criatura impactaba por algo que le emocione. Sin duda alguna será y es de ella, pero como no está en condición de leer –porque no sabe- tomé en consideración la capacidad o el instinto, natural y muy respetable por supuesto, de destrucción para luego reconstruir que lleva cada infante en su entraña, y logré quitárselo bajo la protesta de unas lágrimas que desaparecieron tan pronto le hice entrega de una muñeca que denomina bebé. Eso, en verdad, me motivó para leer –lo confieso: leer- el extenso libro de Ernesto Villegas.

Confieso también, que era – a pesar de la edad o de lo viejo- muy poco lo que realmente conocía de ese “abril” de 2002, porque me había limitado a la generalidad del golpe de état. Basta con decir que no estaba en el país cuando ese hecho que derrocó al presidente Chávez se registró en la historia venezolana por unas cuarenta y ocho horas. Bueno, eso no importa.

Lo cierto es que me dediqué a leer el libro, aunque desde hace algunos años no me agradan los textos abultados, salvo que se traten de doctrinas. Recuerdo haber escuchado a Paolo Coello recomendar a los autores de novelas –no es mi caso por cierto- que las escribieran lo más corto posible para que se garantizara su lectura. La ciencia historia, entre otras por supuesto, no puede someterse a esa regla. El libro de Ernesto Villegas es, esencialmente, testimonial.

Para leer el libro, por los comentarios que antes había escuchado de él, me despojé de cualquier apasionamiento por el marxismo o por la fijación de una posición política de apoyo al proceso bolivariano. Lo primordial era conocer, en cierto sentido al detalle, las circunstancias del golpe de Estado, sus fundamentales protagonistas y los hechos más relevantes de aquel acontecimiento que lleva en su entraña el mes de abril de 2002 y que ha sido, hasta el sol de hoy, el de más corto tiempo que hasta lo han comprado, humorísticamente, con la empresa aerocav: recibe hoy y entrega mañana.

Desde comienzo a fin el libro lleva un hilo dialéctico testimonial de interés supremo para la lectura y hasta para el entendimiento de los sucesos sin necesidad de recurrir a enciclopedias o ilustraciones teóricas de ideólogos doctrinarios o de textos sobre el tema como el de Curzio Malaparte. El libro es maravilloso por lo que enseña de verdades irrefutables en un estilo ameno y que apasiona como fuente de lectura. Produce, sin duda, rabias pero igualmente emociones. Parece el libro como si fuese una película de largometraje de varias horas sin alteración de ningún hecho testimonial, aunque sus autores originales hayan falseado la realidad. Ernesto Villegas es profundamente respetuoso de los testimonios incluso de los mismos que participaron en el golpe.

En la medida que uno se va adentrando en las páginas que va leyendo no quiere dejarlas atrás por el sumo interés en tratar de adivinar el contenido de las que están por delante sin necesidad de leerlas, pero la tentación es demasiado poderosa y, a veces, provoca igualmente saltar páginas para cerciorarse que coinciden con lo que uno va pensando o se va imaginando. ¡Tremendo libro testimonial, sin duda!”

En Aporrea.com
Fecha de publicación: 18/03/10

juanveroes64@hotmail.com


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Juan Veroes


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