José Gervasio Artigas El Libertador de Oriente (VI)

Artigas, hace su revolución a su manera y su empeño es único: LIBERAR SU TERRUÑO. Cuatro rostros, cuatro símbolos, se encuentran en él, cuando se le investiga a fondo: la ilusión, la fe, la victoria y la angustia. Así como la Libertad expresada en aquel famoso cuadro consagrado por Delacroix en 1830, donde estampa el drama político que termina supuestamente el 28 de Julio de ese año, la libertad prometida por los españoles a los indios y no cumplida, jurada prematuramente por Miranda y conquistada por Bolívar, y que luego se apropiaran los políticos, para que permaneciera en estado agónico en manos de los seudo-caudillos que a partir de aquel momento aparecieron y hoy, aún se encuentre en esas condiciones.

Gervasio Artigas, es uno de los hombres que ha actuado de un modo decisivo, en un momento coyuntural e histórico para América, expresa su propio estilo haciendo una gran revolución, convirtiéndose en uno de los líderes amados por su pueblo, especialmente por los desposeídos y oprimidos, de la hermana república del Uruguay. De ahí que sea necesario que el mundo lo conozca.

Continuamos con la historia de sus combates.

La invasión portuguesa y sus consecuencias

Artículo principal: Invasión Luso-brasileña

En Montevideo, el gobierno de Otorgués fue muy negativo, y la mayor parte de los españoles fueron expulsados. La población de Montevideo pidió el relevo de Otorgués y el cabildo eligió para reemplazarlo a Miguel Barreiro, un abogado partidario de Artigas. Desde entonces la ciudad se mantuvo en paz, y Artigas pudo llevar adelante un gobierno progresista y democrático en el interior de la Provincia Oriental. Hizo profundas reformas sociales y repartió las tierras, las vacas y los bienes muebles de los emigrados entre los pobres.

Algunos de sus hombres hicieron algunas correrías por el sur del Brasil, pero se trató de hechos aislados, además de actos de ocupación en distintos puntos de una frontera en disputa y mal definida. Pero con la excusa de las depredaciones que habrían hecho los artiguistas, los portugueses presentaron quejas ante el gobierno de Montevideo y el de Buenos Aires.

Los españoles emigrados fueron a establecerse en Río de Janeiro. Allí pedirían al rey Juan de Portugal, que residía en esa ciudad, la invasión a la Banda Oriental. Animado a ello también por algunos rioplatenses como Manuel José García y Nicolás Herrera, el rey inició en agosto de 1816 una serie de ataques al norte de la Banda Oriental. La que se desarrolló entonces fue una guerra internacional, una guerra de independencia, por lo que no cabe considerarla guerra civil. Pero sus causas y consecuencias son, al menos en parte, puramente internas y derivadas del conflicto del Directorio con Artigas.

A principios del año 1817 la invasión se generalizó con más de 10.000 soldados bien equipados y armados. El avance portugués se hizo incontenible. A mediados de ese mismo año, el general portugués Lecor hizo su entrada triunfal en Montevideo. Las fuerzas de Artigas siguieron resistiendo, cada vez más debilitadas, pero la popularidad del caudillo hacía que siempre pudiera rehacerse.

La derrota federal en el interior

El gobierno federal cordobés se enfrentaba a la resistencia del Directorio con pocas posibilidades de éxito. No podía contar con ninguna ayuda eficaz de los federales del litoral, tenía relaciones cada vez peores con el gobierno central, enfrentaba una oposición radical en su mismo territorio, y había perdido a La Rioja, que se había sometido al Directorio.

Una última Sublevación autonomista de Borges en Santiago del Estero, vencida en los últimos días de 1816, y por la que el coronel Juan Francisco Borges fue ejecutado, empeoró aún las relaciones de los federales del Interior con el Directorio.

La oposición de los diputados cordobeses al traslado del Congreso de Tucumán a Buenos Aires y las desavenencias entre los federales partidarios de Artigas y los de Díaz desencadenó la represión directorial sobre Córdoba.

Díaz fue reemplazado en el gobierno por el directorial Ambrosio Funes, y tras algunos meses en que los federales intentaron una resistencia desesperada, el nuevo gobernador, Manuel Antonio Castro, nombrado por el Director Supremo, volvió a la provincia a la completa sumisión al gobierno central.

No obstante, las montoneras en el este y sudeste de Córdoba siguieron haciendo apariciones esporádicas. La crueldad con que eran tratados los montoneros capturados no las aquietó: durante más de dos años siguieron atacando esporádicamente las posiciones del ejército directorial, uniendo a sus fuerzas a los desertores de éste.

La guerra en Entre Ríos

Artículo principal: Segunda guerra entre el Directorio y Artigas en Entre Ríos

Las sucesivas derrotas sufridas por el Protector en la resistencia contra la invasión portuguesa determinaron que algunos de los principales caudillos de la provincia – Hereñú, Samaniego, Gervasio Correa- buscaran un acuerdo con Buenos Aires. A fines de 1817, Pueyrredón envió armas al comandante Eusebio Hereñú, de Paraná, lo que Artigas interpretó como una insubordinación del caudillo entrerriano. Pero Herenú fue depuesto, con lo que la influencia del Protector se hizo aún mayor en esta provincia clave. De modo que Hereñú abandonó la ciudad y se puso de acuerdo con los otros caudillos del sur de la provincia, Samaniego, Correa y Carriego.

Durante meses se sucedieron operaciones en el interior de la provincia, sin enfrentamientos serios, hasta que el Director envió en auxilio de éstos una expedición al mando del coronel Luciano Montes de Oca. Ésta desembarcó cerca de Gualeguay e inició el avance hacia el interior de la provincia. Pero fue sorpresivamente atacado y derrotado por Gorgonio Aguiar en Santa Bárbara, el 4 de enero de 1818. Montes de Oca abandonó rápidamente la provincia.

Samaniego y Hereñú lograron tomar la ciudad de Paraná, de donde los expulsó Aguiar el 16 de febrero. De modo que Hereñú y Correa pasaron a Santa Fe, incorporándose al Ejército de Observación porteño.

El 22 de marzo desembarcó el coronel Marcos Balcarce en Paraná con 500 hombres y unido a los cuatro caudillejos directoriales. De inmediato comenzó su avance hacia el interior de la provincia, pero fue atacado el día 25 y completamente derrotado en Saucesito por Francisco Ramírez. Los derrotados abandonaron la provincia.[4]

El 10 de octubre, Hereñú intentó un nuevo ataque a Paraná desde el río, pero fue rechazado por Ricardo López Jordán (padre), medio hermano de Ramírez. A fin de año reapareció Correa, pero fue derrotado en Ñancay por Ramírez, el 5 de enero de 1819.

La provincia quedaba firmemente en manos de Francisco Ramírez; éste no era el gobernador, sino solamente el comandante de Concepción del Uruguay, subordinado de Artigas. En Paraná, mientras tanto, ejercieron la comandancia Vera, nuevamente Rodríguez, y luego Romualdo García.

Conflictos internos en Corrientes

Después de la muerte de Perugorría, parecía que la paz reinaba en Corrientes, sólidamente federal, y el único conflicto a solucionar fue mantener en orden a las fuerzas militares, muy indisciplinadas. El nuevo gobernador, José Silva, armó dos barcos con pequeños cañones y los colocó en defensa de los puertos de Corrientes y Goya y poco después interrumpió el tráfico naval con Buenos Aires, lo que fue respondido con breves ataques navales porteños.

La invasión portuguesa llegó también al territorio correntino, pasando por Misiones. Los correntinos se negaron a defender a los indígenas guaraníes, por lo cual éstos hicieron varias correrías por el interior de Corrientes — recordemos que Misiones llegaba hasta cerca de la actual Paso de los Libres.

La llegada del ex gobernador Méndez en mayo de 1818 inició un enfrentamiento provincial, como había ocurrido en Entre Ríos: los capitanes Francisco Vedoya y Miguel Escobar se pelearon por ser los primeros en derrocar a Méndez. El triunfador fue Escobar, y Méndez fue derrocado; en un principio, Vedoya acordó con él el reparto del poder, pero los hombres de Escobar lo abandonaron y Vedoya lo atacó y derrotó junto al río Corriente.

Escobar se refugió en Curuzú Cuatiá, junto al irlandés Pedro Campbell, y en su ayuda vino el cacique Andrés Guazurary, el ahijado de Artigas. Tras una serie de combates contra Vedoya y sus seguidores, ocupó la ciudad de Corrientes. Durante su ocupación, el cacique guaraní no se comportó con crueldad. Pero humilló a sus clases dirigentes, obligándolas a obedecer y reverenciar a un indio durante diez meses. Cuando se retiró, reapareció Miguel Escobar, que logró ocupar la capital; pero unas semanas más tarde, sus fuerzas fueron masacradas.

Mientras tanto, Campbell se puso al mando de la flotilla federal, con la que hizo una campaña a Santa Fe que terminó en un desastre. Pero logró reunir una segunda flota, con la que atacó el 26 de diciembre al comandante naval porteño Ángel Hubac, frente a Colastiné. Hubac resultó vencedor, pero murió en el ataque. Los hombres de Campbell quedaron a pie, y formarían una parte de la caballería que lucharía en la batalla de Cepeda (1820).

Algunos de los refranes y frases que dijo, en ellas se refleja su grandeza:

"...Es llegado el caso en que la Patria demanda los mayores sacrificios de sus hijos. Los pasados son inútiles si no empeñamos otros contra un extranjero sediento de nuestra dominación..."

(Continuará...)


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Víctor J. Rodríguez Calderón


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