El capitalismo es tan atroz que deja calva a la juventud

Dicen, algunos científicos, que el pelo o cabello ha sido una razón de protección del ser humano frente a los rigores climáticos. Sostienen que en la medida que el ser humano vaya perfeccionando sus cualidades físicas, el pelo o cabello va desapareciendo. No sabemos cómo se verá la humanidad entera completamente calva en todas sus partes física. Seguro, normal y hermosa, pero ahora no es así.

 Antes se creía que la calvicie era un sinónimo de inteligencia, de mucho hacer ejercitar el cerebro en actividades del conocimiento pero ahora, está demostrado, que esa hipótesis perdió todos sus encantos en los laboratorios de la práctica social. El propio capitalismo fue el encargado de verificarlo. El capitalismo, más que cualquier modo de producción anterior, ha convertido el físico humano en una mercancía de diversos tipos, formas y precios. Así como lo valoriza lo desvaloriza. Lo importante es la ganancia económica que le produce a los monopolios económicos. Lo demás es competencia de una revolución que le ponga fin no sólo a la mercancía y a todos los fetiches capitalistas sino, igualmente, que coloque en el pedestal del mundo, como faro de iluminación, el humanismo y la solidaridad como fuentes creadoras del bien común.

 La publicidad de las mercancías en el capitalismo tiene como fundamento esencial los glúteos y piernas de la mujer como las partes íntimas del hombre. Una propaganda sobre crema dental o lápiz labial, por ejemplo, debe ser una demostración que los glúteos de la mujer tiene que ser lo más atractivo posible de manera que cautive la demanda a través de una oferta que no tiene relación alguna entre una cosa y la otra.

 La juventud es lo más dado a vivir de la moda y ésta varía como tantas veces lo requiera el capitalismo para incrementar sus ganancias. Sin eso no puede vivir el capitalismo como jamás se sostendría un segundo de tiempo sin esclavos. A lo que siempre le ha tenido pavor la juventud es a una calvicie prematura. En verdad no se conoce un monopolio de barberías pero sí de clínicas dermatológicas para, entre otras ocupaciones, tratar la calvicie, ya que eso deja mucho más dividendo económico que cortarse el pelo en una barbería.

 El capitalismo, valiéndose de tecnología para uso dañino, creó una crema que popularmente le dicen gomina para el pelo o cabello. Su utilidad es, fundamentalmente, lograr parar de punta el cabello como si viviésemos en la época de lo mohicanos. Lo que no se dice en la oferta de esa perjudicial mercancía para el cabello es que en poco tiempo produce calvicie.  Recuerdo que un amigo profesor de la Universidad de Los Andes, viéndole el cabello a mi hijo siendo éste un niño, me dijo: “No existe forma que tu hijo llegue a ser calvo”. Pues, al poco tiempo por no escuchar consejo, mi hijo está casi completamente calvo por tanto usar gomina. Pero, además, esa dañina mercancía, activa la caspa como ninguna otra mercancía relacionada con tratamientos del cabello. Es, también, una manera segura de crear demanda para la oferta de los champuses.

 Muchos adultos se asombran que existan padres que compren gomina para sus niños y se la unten o embadurnen su cabello con ella creyendo que de esa manera se ven más bonitos. Para nada les importa el daño que les causan. Cuando esos niños entran en la etapa que los conduce a la juventud (entre 15 y 20 años) y se ven las cabezas con peladeros de chivos, entran en pánico, en crisis y hasta en traumas sicológicos. Allí comienza la lucha por volver a tener cabello y la maldición por haber usado indiscriminadamente gomina. Es, precisamente, cuando el capitalismo muerto de risa dice: “Cayeron en la trampa y ahora tendrán que comprar bien caro el cabello ficticio”. Y todos los calvos, incluyendo a mi hijo, forman la fila de pendejos para engrosar las arcas del capitalismo comprando cabello tan falso como el tal e inexistente humanismo capitalista.

 El capitalismo se guía por ese dicho que dice: “Si lo pela el chingo lo agarra el sin nariz”. Busca las mil y más fórmulas para no perder. Y si algunos capitalistas pierden es porque otros, de mayor capacidad económica y mayor influencia en el poder político, activan sus garras y les producen la ruina en los mercados o antes de llegar a ellos.

 Tal vez, mucho más allá del comunismo un día la humanidad entera se mire en el gran espejo del sol o del mar y se encuentre con la realidad de no tener cabello o pelo en sus miles de millones de cuerpos y llegue a la siguiente conclusión: “No existen fetiches y las ciencias han alargado la vida de los seres humanos, por lo tanto si nacemos sin cabello o pelo es prueba del alto desarrollo de las fuerzas productivas (tecnología y ciencia) en provecho del hombre y de la mujer que conforman la humanidad”. Será, entonces, cuando nadie tenga necesidad de recordar ni a la gomina ni al champú. Pero mientras eso no acontezca, el capitalismo seguirá inventando güevonadas no sólo para generar calvicie en la juventud sino, también, para crear nuevas enfermedades que exterminen a millones y millones de personas y, por otro lado, millones se vean en la necesidad de recurrir a lo servicios de salud privados para incrementar ganancia a capitalistas de diversos ramos de producción.

 Especialmente a la juventud: dile no a la gomina para el cabello.



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Freddy Yépez


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