Devaluados y locos

La devaluación del Gobierno nos entró con una furia que ayer no aguanté las ganas internas de gastar y me fui de compras y, para mayor desgracia de desvalorizado se me empató la mujer y entre ambos le dimos duro al tarjetero que mantenemos con todos los bancos nacionales que nos saca de apuros cada vez que alguien trata de perjudicarnos y, resuelto con mucho beneplácito: hoy amanecimos con la casa repleta de corotos que no sabemos dónde meterlos y, que vienen a cumplir una función doméstica que revaloriza mi futuro angustioso de seis treinta.

¿Qué comprar a la buena de dios? Era la idea que rondaba y nos cubría la cabeza en nuestra acción emprendedora de adquisición que, haga y que no haga falta por los momentos en este concierto de tener más –lo mismo da el contar de gastar- y, con ese afán de gastoso obligado nos fuimos a recorrer todos los centros comerciales de la Isla con una rabia incontenible por el abuso de devaluar cuando uno no quiere y, cuando más comprometido está.

Con cautela imaginativa pensé antes de meterme en la candela de ansiedad de obtener más bienes materiales: si los señores de esta nueva devaluación que para algunos es negro por lo del viernes de años pasados y para otros es rojita por el desangramiento y, que para mí no es chicha ni limonada o quizás más bien un mejunje económico de tantos del ayer y del hoy y, si lo que ellos quieren es agarrarnos por sorpresa que nos disfracemos de pobres, se van a quedar con las ganas, que yo me disfrazaré de todo menos de tonto y, envalentonado salí.

En el primer negocio que visitamos de productos electrónicos por ser el que más le molesta a Sanz Roz porque desangra a Venezuela y, a nosotros no, por apátridas comenzó: nuestra adquisición que sin consideración ninguna arrasamos al comprar seis televisores pantalla plana que además de los once que ya tenemos en existencia televisiva en nuestra casa y, sin dolor ninguno optamos por comprarle uno al perro Zeus que irá al patio y otro a la gata Valentina a ver si aprende a cazar ratones que los otros cuatro quedarán en espera de acomodo y, mi mujer se puso en cuatro aires acondicionado que ahora sumarán doce y, que ella precisa que hará falta más adelante con la llegada de más nietos y no contenta con los aires se puso en tres cámaras más dos Ipod y tres cornetas y, un calentador eléctrico para sus pies y los míos y no sé por qué dejó escapar dos laptop, ya que de esos menesteres no entiende.

Cargamos la camioneta a millón de rapidez con las ansias de pasar ahora por los electrodomésticos que allí es donde mi mujer es ducha facultativa de sapiencia sin desplante alguno y lo primero de que se antojó fue de otra lavadora-secadora sin control ambiental y, de momento creí que hasta allí llegaría, pero que va, siguió en su ruta de ¡está a buen precio! y mañana costará el doble que debemos aprovechar al instante y, agarró tres microondas, dos sartenes eléctricos sin mango, dos neveras y un freezer vertical y, para cerrar con brocha de oro compró una batidora-heladera todo en uno.

Pero eso no fue todo que fueron tantos los pares de zapatos que compramos que hoy amanecí con callos en los pies de tanto probar zapato en meter y sacar para no quedarnos a pie.

Lo que si le pido a los representantes económicos que nos tiren tan seguido las devaluaciones que eso cansa y, más a nosotros los pobres que pobremente podemos comprar como ayer compramos y, seguimos en lista de espera cuando tengamos que viajar y, ahora que digo viajar, ella mi mujer se metió en cuatros pares de lentes para ver el sol en la dimensión que quiera que, yo apenas con sinceridad les digo que verá con complacencia una devaluación no anunciada, pero si esperada y, que me tiene endeudado hasta que las tarjetas aguanten, ya que todas son de crédito y, las de débito quedaron vacías de muerte lenta en espera.

Ya nos vendrá: viaje hoy y pague después que el dólar consiguió su reacomodo, pero nosotros, lo que conseguimos fueron más preocupaciones monetarias que, como economistas no le ganamos ni a los del gobierno ni a los de la oposición como buenos contribuyentes de lo ajeno.

Pero, aún así, somos felices y de tener tenemos más que ayer –gracias a que hemos sido devaluados y compramos a tiempo.

estebanrrojas@gmail.com


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Esteban Rojas


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