La campaña contra la corrupción administrativa que encabeza el Presidente Maduro constituye una política indispensable de la Revolución Bolivariana. Es imposible llevar a cabo las transformaciones sociales necesarias con personas que padecen los vicios contrarios al carácter moral de la revolución.
No se trata solo del daño material sino fundamentalmente de la pérdida por parte del pueblo de la confianza en el proceso revolucionario. El poder reside en las masas populares, constituidas por las clases oprimidas, en primer lugar la clase obrera, la cual no dispone de otro medio que su trabajo. La corrupción es la mayor alienación capitalista porque se llega hasta el delito para conseguir dinero. Se está, incluso, sujeto al chantaje de la contrarrevolución y siempre se está pensando en la deserción para disfrutar de la riqueza mal habida.
Los revolucionarios siempre han desdeñado la acumulación de riqueza material. Jesucristo dice: “¡Abandona tus bienes y sígueme!”. Bolívar, uno de los hombres más acaudalados sino el más acaudalado, dice al final de sus días: “Moriré como nací: desnudo”. Fidel, hijo de terrateniente dice a Bush: “Todo mi capital cabe en un bolsillo de su camisa”. Esa es la historia de cuantos han dedicados sus vidas a la redención humana y no puede ser de otra manera para quienes están guiados por los más altos valores del espíritu.
El socialismo se realiza contra el poder del dinero y no puede hacerlo quien está dominado por el afán de acumularlo. La autenticidad es propia de todo acto creador y el socialismo, como lo decía Mariategüi, es “creación heroica”. La hipocresía, por el contrario, caracteriza al corrupto quien finge ante los demás una honestidad que no tiene.
Nada más repulsivo que decirse revolucionario mientras se roba un dinero que pertenece a todo el pueblo y está destinado a hospitales, escuelas, industrias, agricultura, etc. La satisfacción de las necesidades materiales y espirituales del pueblo es el cometido de la revolución. La denuncia de los vicios del capitalismo, la corrupción administrativa entre ellos, es absolutamente necesaria. La autocrítica pública es condición del proceso revolucionario y expresión del propósito de corregir las irracionalidades e injusticias del sistema social. El ladrón no puede liderizar una lucha cuya característica esencial es la pureza. Sólo los mejores están llamados a tan grandiosa tarea.
Chávez renuncia a su sueldo de presidente porque ya disfrutaba de su pensión de militar y ese dinero debía ser utilizado en becas para estudiantes. No podemos imaginar a Marx, Lenin, Mao, Ho Chi Min, Che Guevara o Gustavo Machado dedicados a hacer dinero en lugar de hacer la revolución. Esta es, como decía el Che, la más alta condición del ser humano.
El corrupto es un traidor contrarevolucionario: su propósito de enriquecimiento material está primero que cualquiera de los valores morales que la humanidad ha forjado a lo largo del tiempo. “Los bolcheviques, decía Lenin, estamos realizando los valores de 2000 años de civilización”. Esta es una obra de los más altos espíritus que no pueden acometer los mediocres que sólo aspiran a la riqueza material.
El enfrentamiento decidido a la corrupción administrativa es la mejor prueba del propósito revolucionario y es una lucha que va formando la voluntad de transformación y ganando el más amplio apoyo de las masas populares. La inmensa mayoría de la población no es corrupta y sienten la más grande repugnancia por los que se apropian de los dineros públicos. La voluntad de las masas populares es condición de la revolución y ésta está condenada a la derrota si no es capaz de poner fin a la corrupción en su seno.
La implacable lucha contra la corrupción administrativa es característica de toda revolución verdadera.