Ha despertado el gigante chavista. Al fin el gobierno nacional de,
Nicolás Maduro, se puso las pilas del entendimiento de llevar adelante
la supervisión y control que le corresponde legalmente y, ha comenzado
a realizar lo que desde muchos meses atrás debió hacer, pero nunca es
tarde cuando la dicha es buena –dice, el refrán- y, el pueblo está
consciente y exclama con toda razón: ¡Así, así es que se gobierna!
Aplausos, merecidos.
La magnitud de la estafa y de la usura si es que se pudiera medir
matemáticamente se pierde de vista al cuantificarse la cantidad de
negocios y los que faltan investigar, implicados, la gran mayoría de
ellos, en llevar adelante aumentos desmedidos de productos de todo
tipo a su libre albedrío sin oposición alguna con dos causas
implícitas bien pensadas: fomentar la “arrechera” brutal del pueblo y
canalizarlas con saliva y desdén en busca de un enfrentamiento entre
hermanos y, el no reconocimiento del gobierno como infructuoso y,
además irresponsable, causante del malestar inducido por ellos mismos
como atracadores e ir directamente después del 8-D a la fermentación
de un referendo ilegal por inconstitucional una vez obtenido la
totalidad de los cargos en disputa. Parece ser por los vientos de los
incentivos progresistas de resguardo de bienes y servicios y la
acometida frontal sobre la “guerra económica” desatada por la
oposición y, los ricos, ha dado motivos armónicos, de unión interna y
se ha comenzado un gran despliegue por todos los organismos del Estado
en todas las direcciones que, comienzan a arrojar sus frutos, aunque
hay mucha tela por delante que cortar y con buen pulso democrático de
paz, consideración y respeto como debe ser.
En los registros que diariamente se están aplicando a pequeñas y
grandes empresas de servicios con fines lucrativos no consideraron
éstos en particular malograr el esfuerzo que hace el trabajador
venezolano, cualquiera su tarea en trabajar para obtener beneficios
económicos en sueldos o salarios que, le permitan llevar adelante la
convivencia nacional de la supervivencia y con todo el derecho que le
asiste aspirar a realizar además, de las compras domésticas de consumo
diario, los útiles que se necesitan en el hogar y, en su esparcimiento
familiar dentro de la paz social que hagan posible de su disfrute y
comodidad, tal cual el socialismo de la revolución venezolana debe
velar por su seguridad en general.
Y de la noche a la mañana se pusieron de acuerdo los dueños de esos
negocios en atracarnos, despojándonos con un sobreprecio deshonesto,
inclemente, desleal, altanero que como pillos salvajes endemoniados
querían y quieren acabar con la estabilidad del país sometiendo al
pueblo al engaño económico, haciendo ver que eran medidas que se
debían a las políticas económicas del gobierno que estaba de plácemes
con la destrucción del poder adquisitivo de los ciudadanos y, la
comparsa de la burla llegó a tales extremos que no había forma ni
manera de demostrar que el infierno de nuestros males es la oligarquía
venezolana, los causantes del despelote brutal como inhumano con
dimensión política como acaparadores y forjadores de calamidades al
seguir tras del rumbo de un dólar paralelo llevado de la mano a ese
mercado por ellos mismos, una vez que, el gobierno los proveía de esa
moneda, los regulados por el Estado a través de Cadivi, para que
trajeran en importación al país todas las mercancías y productos
necesarios como complemento al desarrollo económico de compromiso,
para que el “pillaje burgués” desatara la más atrevida cacería que
pueblo alguno haya pasado.
Todavía las cenizas del despojo humean y las pavesas del odio y de la
usura contaminan a cada almacén, local, fábrica, centros comerciales,
supermercados, abastos y, todo lo que encierre un despropósito en
contra del pueblo y, los líderes de PJ como adecos y copeyanos,
defendiendo a los inversores que son sus amos como patrocinadores que
sin ética alguna compraron sus almas, para ir contra el pueblo
venezolano de los que Capriles, María Corina, Julio Borges como la
trilogía del mal fomentan caprichosamente la arruina de un país que
ellos no sienten ni padecen ni por sus venas corre algún sentimiento
de piedad y de amor que los comprometa como patriotas y, todo lo
contrario más son sus argumentos descalificadores que como escuálidos,
mundialmente se les conoce. Y, la canción, "Que cobardía..."
No podemos cantar victoria todavía, presidente Maduro y, por lo que se
ve y se oye, Chávez vive y su Patria, nuestra Patria, cada día se
fortalece cuando hay un gobierno preocupado más por los pobres como
los más sufridos y explotados de la masa social del país. Mano dura
que el camino es largo y cualquier descuido pudiera parecer pactos con
oligarcas que no quieren la paz de Venezuela.