Pedro Cachamay, llegó eufórico, saludó al grupo y lanzó la frase: “Al fin veo una medida de mano dura de esta revolución contra todos aquellos enemigos del pueblo, al cual lo han venido atropellando sin que nadie tuviera piedad de él”.
Tomó el amigo como aire y luego expuso: “Porque les digo una cosa, este proceso revolucionario ha sido tan blandengue, que la especulación y la impunidad, ha inundado calles y vericuetos que han puesto a la gran mayoría contra la pared, esperando que el pelotón de la indigencia los asesine sin haber cometido delito alguno.
Pero volviendo a la medida que ha puesto en práctica el Presidente Maduro que los usureros vendan a precio justo, podemos preguntarnos, pero ¿quién tiene la culpa de eso? ¿Quiénes le dieron larga a esta cabuya, que a pesar de todo se hace difícil recogerla? Pregunto y me respondo, pues al parecer son solos los empresarios y no sólo estos sino hasta los encargados o hasta los contadores u otro subordinado que se aparezca por ahí por los negocios que están supervisando.
Sin embargo, ahí no sólo está la culpa, por que quiénes dan los dólares, quiénes son los que supervisan, controlan y tienen que darle seguimiento a las políticas que toma el gobierno para que éstas se cumplan e imponer los correctivos y aplicar las respectivas penas a todos aquellos que incumplen con sus labores y de paso permiten actos ilegales y hasta están supuestamente incursos en corrupción. Díganme ustedes, ¿Quiénes son esos individuos? Simple y llanamente los empleados por el Estado.
Por eso estoy de acuerdo con Nicmer Evans, quien dijo que hay que “sancionar a los funcionarios del gobierno responsables de que esto hubiese sucedido por tanto tiempo”, porque de lo contrario la llaga va a seguir ahí vivita y coleando para volver a la primera oportunidad que se le presente, y enronchar el cuerpo de la economía. Tan simple como eso, pues el lugar común es claro: No es culpable el ciego, sino quien le da el garrote.
He dicho y me despido”
