Vivir de cola en cola a ver si hay…

Al venezolano lo han metido de lleno en un nuevo modus operandi por su
subsistencia y, es que lo que, no se consigue al momento de buscarlo
hay que conseguirlo metido en una cola como rutina agrava tiempo en
que hemos caído por pura necesidad y, lo otro es que logre conseguir
lo que está en venta después de estar horas esperando a ver que le dan
si los demás le dejan alguno el producto buscado. Que a lo mejor al
entrar, le digan, se acabó.

¿Se acabó –preguntará usted- con ganas de comerse el mundo a mordisco
limpio? Y en ese devenir de hoy para mañana y para pasado mañana se le
van las buenas intenciones de conseguir que comer, porque dinero hay,
voluntad hay, pero acaparamiento y baja producción también hay, pero
quién le pone el reptil el gato está por verse y, en ese corri corri
no asturiano de preocupación nos la pasamos tratando de no vivir del
aire solamente, que las tripas están en huelga permanente y, no da
hambre sino de rabia, rabia engañosa y peligrosa.

Y sin mentira ninguna les puedo asegurar que desde bien tempranito un
día de los pasados que ya lo olvidé por desgano orgánico me empate en
cinco colas, colas hermosas, unas con lluvias y otras con sol y para
mi mala experiencia las cogí sin tapasol ni paragua que a lo mejor es
lo mismo, pero hay que estirar los brazos en auxilio defensivo que
abrigará externamente al que va preparado como antes en las colas de
la pensiones.

En la primera me fui de bruces por no preguntar y seguí en ella de lo
más distraído, se me pasaron dos estiraditas horas y, una vez que me
puse en guardia figurativa de lograr lo que no sabía lo que había y lo
requería y, por no ducho ni capacitado en ninguna escuela, ni liceo,
ni universidad ni pedagógico, jamás llegué a recibir las explicaciones
ni el material autodidáctico de primeros auxilios de fortalecer mi
conocimiento que algún día como ahora iba a necesitar que me sacaran
de algún atascamiento indebido ni prevenido en que me vería envuelto
por falta de experiencia y, no mas obtener el visto bueno del
acercamiento y pegarle mano al artículo de consumo como creí, me
consigo que eran pañales desechables lo que se detallaba que con ganas
de revolcarme sin ver a nadie me hice de ellos por un porsiacaso y,
salí de allí como el que vuela en primera clase.

Sin perder mi buen humor me conseguí con otra y con ella me empate con
mucha gente adelante que se desplazaba a un ritmo de marcha lejana a
la nupcial que nos llevaba al objetivo deseado a medias pregunté de
qué se trataba lo que tras ello íbamos y supe que de mayonesa sin
colesterol y me alegre que hasta el día de hoy y los que vienen no
sabré cómo es eso sin colesterol si tiene los mismos ingredientes que
la otra con aceite vegetal.

Sin detenimiento y sobre la misma línea de acercamiento en vía bajando
me zambullí en una cola bien expedita y organizada de viejitos que sin
muchos tapujos me puse en algo preciado que disloca y enardece
comensales y, yo como uno más le caí a mi margarina Mavesa y, sin
pensarlo, porque estaba decidido me planteé en una para papel
higiénico que era un paquete de cuatro rollos que desde que se metió
ese gentío a la isla andaba de servilleta en servilleta apurado y, al
fin descansaré de sobre mesas atrasadas.

Y, de la última en mi fase de colero nada práctico me da rabia inmensa
recordarlo, pero por vergüenza hay que hacerlo, ya que me puse rojo
atorado de la rabia que me reventó el tímpano de mi razón de sosiego
que no ha dejado de acompañarme que por buscar harina barata caí
inocentemente en un paquete de toallas sanitarias y sin saber su
alcance humano, llegué desangrado de inocencia cuando mi mujer me
dijo, te las vas a comer integras a su debido tiempo. Lo pienso y lo
repienso y juro que me moriré de hambre, pero de colas no, y al
presidente Maduro sólo me queda recomendarle que con nuestras colas no
se meta que esas les dan calor al pueblo y, a la revolución.


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Esteban Rojas


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