No habían transcurrido 48 horas de la aprobación en el Tribunal Supremo de Justicia de Ley de Costos, Ganancias y Precios Justos, cuando los especuladores ya hacían fiestas con los precios de la comida. En el mercado de San Martín y seguro que en otros centros de venta de comida el queso Santa Bárbara, por ejemplo, fue vendido durante sábado y domingo con un exorbitante sobreprecio de 30% respecto a la semana pasada.
El pataleo de los consumidores no se hizo esperar. Y si ya asombraba la descarada especulación, más espantó la explicación que daban los vendedores: “Cuesta 30% más ¡porque así dice la nueva ley!” respondían fríamente, con la cara típica que ponen los caraquistas cuando los eliminan.
Si no fuera por el respeto que sentimos hacia el prójimo, sea adeco, copeyano o magallanero, le hubiéramos preguntado sobre la relación entre las pestañas y esa partecita del final de la espalda donde empieza una curvita hacia abajo porque que uno sepa, “la nueva ley” fue creada no para sacarle los ojos a nadie sino –por el contrario- mantenerlos donde deben estar. Afirmar que la ley autoriza a incrementar en 30% el precio de los rubros, es una barrabasada digna de tercer, cuarto o quinto mundo. Es el mundo al revés, como bien apunta el uruguayo Eduardo Galeano.
Ese simple caso del queso puede ser apenas un ítem de la diabólica agenda preparada por la contrarrevolución decidida a destruir nuestros salarios, nuestra confianza y nuestra Revolución. Su mentalidad es de diáfano capitalismo salvaje como acertadamente siempre lo calificó el Comandante Eterno. La segunda ofensiva económica anunciada por Nicolás Maduro tiene que aplicarse ya. Debe demostrar la misma fuerza que en noviembre, para proteger a la población y –dándole uso correcto “a la nueva ley”- enviar a las cárceles a quienes usan a la economía con fines claramente desestabilizadores.
¡Chávez vive…la lucha sigue!