Estuvimos recientemente por el estado Táchira donde pudimos observar de cerca la repercusión en la zona, por el cierre de la frontera colombiana ordenado por el gobierno bolivariano del Presidente Nicolás Maduro.
La primera reacción del gobierno de Colombia a través de su canciller María Ángela Holguín (María Bonita) fue la de indiferencia y la de postergar un encuentro con nuestra canciller Delcy Rodríguez, para buscar una auténtica solución al problema.
La arrogancia por parte del Estado colombiano no es nueva y siempre ha estado presente a la hora de buscarse soluciones en una frontera, donde el país neogradino se hace el loco y se lleva la mayor parte, por ser Venezuela “la que lleva del bulto” y quien ha subsidiado a los departamentos fronterizos con comida, gasolina y otros servicios básicos que nunca han sido asumidos por el gobierno del Colombia.
Las consecuencias no se han hecho esperar. Luego de actuar el Estado venezolano con su responsabilidad a través de la FANB para poner orden en la frontera, de inmediato bajaron las colas en las estaciones de servicio del Táchira y comenzaron a aparecer algunos productos de la dieta básica en nuestro país y reproducirse el fenómeno de las colas en Colombia y también escasear allí los productos de la dieta básica llevados por el bachaqueo.
Mientras los efectos se hacen sentir por la decisión del gobierno de Maduro, la repuesta del presidente colombiano Juan Manuel Santos fue la desprestigiar la Revolución Bolivariana, apelar a la reincidentes acusaciones de violación de los derechos humanos y hacer como el avestruz, esconder la cabeza para no asumir su responsabilidad sobre la falta de atención a la población santandereana y a los demás departamentos fronterizos, quienes viven del subsidio de Venezuela el cual mantiene no sólo a unos millones de colombianos en su propio territorio, sino a más de cinco millones y medio que han sido desplazados y residen en nuestro país.
Paralelamente al desangramiento que han generado los paramilitares, contrabandistas, narcotraficantes y bachaqueros en la frontera, a ellos se han sumado bandas de apátridas venezolanos quienes desde nuestro país, transportan combustible y productos de la dieta básica; estos afortunadamente, están siendo detectados por cuerpos de seguridad venezolanos y patriotas cooperantes.
Las medidas no se han hecho esperar. La alta rotación de efectivos militares a través del Plan OLP ha sido exitosa y se han proyectado por etapas en los municipios fronterizos, los cuales además del Táchira, ya alcanzan el Zulia y asimismo deberían abarcar los 2.219 km. de la frontera con Colombia.
Mientras el cruce de palabras y las acusaciones entre los presidentes Maduro y Santos se han incrementado, las soluciones avanzan por parte del Estado venezolano; pues a decir verdad, el único beneficiado hasta ahora ha sido el pueblo colombiano, porque su gobierno no quiere a los pobres y los ha dejado a la merced de los paramilitares de Uribe Vélez y a la buena de Dios de los bachaqueros de los dos países, quienes desangran la Patria de Bolívar.
Desde la llegada de nuestro Comandante Chávez al poder comenzó a bajarse el telón de la realidad fronteriza. Ahora el Presidente Maduro ha retomado el control ante tanta indiferencia del Estado colombiano y la arrogancia de la oligarquía que gobierna el hermano país, quien ha mantenido al margen a los indígenas, campesinos, obreros y estudiantes, quienes quedaron huérfanos con la muerte de Gaitán y buscan ahora subsistir gracias a Venezuela.
Deseamos como venezolanos la paz y la armonía entre los dos países; pero conociendo los antecedentes de quienes “no lo hacen a la entrada y lo hacen a la salida”, gracias al odio heredado de Francisco de Paula Santander, ahora debemos actuar inmediatamente antes de caer en el discurso cantinflérico de Juan Manuel Santos, heredero de las mañas de Álvaro Uribe Vélez.
Por toda esta realidad resulta de vital interés la nueva misión anunciada por el Presidente Nicolás Maduro “Nueva Frontera de Paz”. Esperamos que el anuncio y la aplicación de la medida este bien sustentada, porque los vicios y la mafia instalada por años en la frontera, es un hueso duro de roer.
El diálogo es muy importante, pero para nadie es un secreto la manera arrogante de dialogar de la diplomacia colombiana. Estamos ante un Estado reincidente y con unos antecedentes no muy transparentes para arreglar cualquier conflicto.
Mientras muchos colombianos que conviven con nosotros y que deberían estar censados para conocer su ubicación y lugar de trabajo, debemos también cerrarle el paso a paramilitares y delincuentes, quienes buscan la vida fácil y el chuleo en nuestro país.
La buena intención de la Misión “Nueva Frontera de Paz” debe ser bien implementada con la unión cívico- militar, para no caer en una nueva trampa del estado neogranadino.
Mientras buscamos soluciones, el enemigo que tenemos dentro también sigue en la búsqueda de sus negocios y planifica nuevas estrategias. No debemos caer en xenofobia y tampoco seguir chupándonos el dedo, mientras permitimos que se lleven nuestra gasolina, el diesel y los productos de la dieta básica.
Los bachaqueros y sinvergüenzas con sus aliados venezolanos en la frontera están de vacaciones. Sólo esperan que se levante la medida para continuar con sus negocios y seguir desangrando la Patria de Bolívar.
¡Amanecerá y veremos!